Antoni Cortiñas

Entrevista realizada por Almudena Díaz Pagés el 21 de noviembre de 2017

“Tener un hogar significa que, si llegas tarde, alguien se va a preocupar por ti”

 

Antoni Cortiñas trabaja como documentalista en Barcelona Activa y colabora como coordinador del Grupo de Trabajo de sinhogarismo del Consejo Municipal de Bienestar Social del Ayuntamiento de Barcelona. También es miembro del grupo de trabajo sinhogarismo del Colegio de Educadoras y Educadores Sociales de Catalunya y del grupo de trabajo de exclusión social del Consejo de Vivienda Social de Barcelona. Además, como activista por los derechos de las personas sin hogar, Antoni participa e imparte conferencias, seminarios y charlas de sensibilización, sobre el tema del sinhogarismo por todo el territorio español, colaborando con organizaciones como la Taula del Tercer Sector Social de Catalunya, integrada en la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social.

Antoni ha vivido en la calle y se define todavía como una persona “técnicamente sin hogar”, ya que actualmente no tiene acceso a un piso de libre mercado dados los altos precios y la discriminación a la que se ve expuesto. Vive en un piso de acogida con otros compañeros en su misma situación. Su pasión es la informática y, próximamente, quiere emprender en este sector.

Antoni, como activista del sector ¿cómo definirías tú el “sinhogarismo”?

Existe una definición denominada ETHOS (tipología Europea de Sinhogarismo y Exclusión Residencial) que establece que una persona sin hogar es una persona sin techo o sin vivienda. Sin embargo, para mí el sinhogarismo va más allá. Si estás durmiendo en un albergue, tienes un techo pero no tienes un hogar. Si un día no llegas al albergue, otro ocupará tu cama. Tener un hogar significa que, si llegas tarde alguien, se va a preocupar por ti.

Además, ser una persona sin hogar significa también sufrir violencia. La violencia a la que se ven expuestas las personas sin hogar puede ser de 3 tipos: institucional: cuando acudes a un Servicio de Inserción Social del Ayuntamiento y te dan cita a meses vista o, cuando no hablas el idioma del país y nadie se preocupa por buscarte un intérprete; cultural y social: cuando las personas te tratan sin respeto por vivir en la calle; y física: duele mucho, pero es la primera que se olvida. Las otras dos, no las olvidas en la vida.

Creo que, en general, la situación de las personas sin hogar, por ejemplo en ciudades como Barcelona, es muy desconocida.

Sabemos que las personas que viven en la calle a menudo son tildadas de alcohólicas, drogadictas, enfermas…pero la realidad es que las causas son diversas, y que esta idea sobre este colectivo corresponde principalmente a los mitos, prejuicios y estereotipos, que existen acerca de las personas sin hogar en nuestra sociedad. ¿Quién crees que es el responsable de esta estigmatización basada en prejuicios y estereotipos? ¿La Administración Pública, los medios de comunicación, el tipo de sociedad en la que vivimos?

La realidad es que existe mucho desconocimiento sobre las personas sin hogar entre la ciudadanía. Por ejemplo, las personas que vemos viviendo en la calle representan menos de un tercio del total de las personas sin hogar. De hecho, la mayor parte de las personas sin hogar que duermen en la calle, son personas que presentan problemas psíquicos o que desconocen los servicios a los que tiene acceso, porque, por ejemplo, no hablan el idioma. Sin embargo, la imagen que la sociedad tiene de una persona sin hogar es exclusivamente la del que duerme en la calle. Pues eso es un error. Una persona que duerme en un albergue puede perfectamente sentarte a tu lado en el autobús y que tú no sepas que es una sin hogar.

No obstante, sí que me gustaría señalar 3 grandes grupos que, para mí, reproducen y mantienen estos estereotipos incorrectos acerca de las personas sin hogar: Los padres: pasan con sus hijos cerca de personas sentadas en la calle y los apartan. Les transmiten así a esos niños y niñas un rechazo terrible hacia ese colectivo. Un rechazo con el que luego crecerán, y finalmente, proyectarán sobre estas personas; los medios de comunicación: La realidad no vende. Explicar que un abogado sin hogar ha sido atacado en un cajero, no queda bien. Lo que vende es decir “encuentran a un vagabundo herido en un cajero, rodeado de cartones de vino”. Omiten la realidad detrás de esas personas, nos deshumanizan. Desde Assís Centre d’Acollida, con la que estoy vinculado desde hace ocho años, hemos hecho trabajo de incidencia dirigiéndonos a diversos medios de comunicación para que dejen de utilizar ese lenguaje discriminatorio. Pero no funciona. Las personas sin hogar siguen apareciendo en los medios descritas con adjetivos como “mendigo, vagabundo, pobre, marginal, excluido”; y finalmente, los políticos: algunas figuras públicas, no sólo no apoyan a las personas sin hogar sino que además, practican medidas excluyentes sobre este colectivo. Por ejemplo, cuando el actual Ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, era el alcalde de Sevilla, se aprobó una normativa que ampliaba hasta 750 €, las multas por rebuscar comida en los contenedores.

Además de la estigmatización y la violencia que acabamos de comentar, vivir en la calle implica estar en una grave situación de pobreza, exclusión social y vulnerabilidad. De hecho, muchas de estas personas ni siquiera pueden disfrutar de sus derechos como ciudadanos y ciudadanas básicamente porque los desconocen. Ello refleja una clara situación de injusticia. ¿Crees que los políticos están mentalizados con la problemática del “sinhogarismo”? ¿Y la sociedad?

Total y completo desconocimiento. Te puedes empadronar, aunque no tengas un domicilio fijo y, una vez te empadronas, ya tienes acceso a los derechos básicos que ofrece la ciudad. No se puede dejar a ningún ser humano abandonado en la vía pública. Da igual su nacionalidad. Sin embargo, la mayoría de personas sin hogar, desconocen que tienen acceso a estos derechos básicos. Los servicios básicos existentes para informarles, son insuficientes o no responden a determinadas brechas, como la del idioma o la digital.

Pero no, los políticos no están mentalizados para nada con la problemática del sinhogarismo. Si alguien les pudiera convencer de que si a una persona sin hogar la empadronas y le das apoyo para que encuentre trabajo y un lugar dónde vivir 2 años la tienes trabajando, pagando impuestos y además votándote por ser el político que le has ayudado a salir de la calle; otro gallo cantaría. Pero a día de hoy me da la impresión de que para los políticos las personas sin hogar ni votan ni pagan impuestos, por lo tanto, no les interesan.

Sobre la sociedad, sí. Creo que poco a poco la gente se ha ido concienciado más sobre esta problemática por una simple razón: la mal llamada crisis. Hace 10-15 años, el que vivía en la calle era percibido como persona desarraigada, con problemas psiquiátricos o de adicción…y la sociedad respondía ante ello de manera aséptica: “algo habrán hecho para acabar en la calle”. Sin embargo, desde que llegó la crisis, la gente parece haberse dado cuenta de que cualquier persona puede acabar en la calle, sin excepciones. Yo conozco y he trabajado con personas que tenían una vida muy digna antes de quedarse sin hogar. Un trabajador de 50 años que un día se encuentra la persiana de su empresa cerrada, un empresario que se ahoga en deudas porque no vende. Estas personas, dependiendo de la edad que tengan y de su red de protección, pueden llegar a acabar, en el peor de los casos, en la calle. Y desde luego, no han hecho nada para merecérselo.

Por lo tanto, en general sí creo que la sociedad se está mentalizando más, pero todavía queda mucho camino por hacer y muchas más personas a las que concienciar.

Otro de los problemas a los que se enfrentan estas personas es: el odio. Sabemos que hay un término para definir este tipo de odio y se llama “aporofobia”. En esta web lo hemos definido como “rechazo a las personas sin recursos o sin hogar”. Como persona conocedora de esta problemática ¿añadirías algo a esta definición?

Creo que añadiría que, sobre todo, se trata de “odio al diferente”. Un odio basado en un malentendido concepto de superioridad. Yo no tengo estudios universitarios pero, a ver, ¿en qué soy yo superior a otra persona que vive en la calle y es ingeniero agrónomo? Creo que el poder adquisitivo pesa mucho en nuestra sociedad. Por ejemplo, actuamos de manera xenófoba contra un magrebí de pocos recursos llamándolo terrorista sólo por ser musulmán, sin embargo, si viene un jeque árabe, entonces no decimos nada. La aporofobia es un ataque desde una clase social hacia la otra, y argumenta este ataque en ideas preconcebidas, prejuicios, estereotipos y etiquetas.

Dice Adela Cortina, la autora que acuñó el término aporofobia, que “toda persona tiene derecho a la dignidad, y no sólo un simple precio”. Sin embargo, señala esta autora, muchas personas sin recursos o sin hogar son rechazadas al darse por hecho que “no tienen nada que ofrecer a la sociedad”. En este sentido, ¿crees que las personas que viven en la calle sufren una “desdignificación” de su persona por no tener recursos? ¿por qué?

Sin lugar a dudas. No sólo la desdignifica sino que, además, desaprovecha todos los recursos intangibles que esta persona puede ofrecer. El problema es que siempre que hablamos de recursos pensamos en recursos económicos. Es verdad que una persona que se queda en la calle puede perder la mayor parte de sus recursos materiales, pero sus conocimientos y su experiencia, no los pierde, sigue teniendo mucho que ofrecer a la sociedad. Sin embargo, este conocimiento, al ser intangible, la sociedad no lo aprecia. Y sin embargo estas personas tienen mucho que ofrecer.

Hace unos años, me explicaron la teoría de la “sociedad como empresa”. Me quedé escandalizado, pero por desgracia creo que es verdad. Esta teoría explica que para la sociedad como empresa, cuando nace un bebé, esta ve en el bebé una inversión. Le ofrece acceso a un sistema de bienestar, a coberturas sociales, a educación pública etc. todos estos recursos se le dan con la esperanza de que algún día este bebé crezca y se ponga a trabajar, para devolver a la sociedad todo lo que ésta ha invertido en él, y más. Al dejar a una persona sin hogar en la calle y darla por perdida, la sociedad está perdiendo esta inversión.

Quizás si se lo explicásemos así a los políticos, en términos de coste-beneficio, tendríamos más oportunidades de que nos hicieran caso.

En una investigación realizada en 2015, el Observatorio Hatento estimó que el 47% de las personas sin hogar en España han sido víctimas de, al menos, un incidente o delito de odio por aporofobia. De estas personas que han sufrido delitos de odio, en un 81% de los casos, lo han hecho en más de una ocasión. El proyecto “Crímenes de odio” recoge un total de 23  muertes por crímenes de aporofobia sucedidos en España en los últimos 25 años. ¿Has sido víctima de aporofobia o conoces a alguien que lo haya sido?

Estas cifras me escandalizan, pero la verdad es que todavía me escandalizan más otras cifras. Por ejemplo, cada 6 días muere una persona sin hogar en España; y cada 20 días, muere una persona sin hogar en España como consecuencia de una agresión.

Y sí, yo mismo he sido víctima de aporofobia. Si por el simple hecho de estar vendiendo clínex en el metro, te escupen, estás sufriendo odio, estás sufriendo aporofobia. Si estás durmiendo en la calle y algunas personas te tratan como un bulto y te pasan por encima, estás sufriendo aporofobia. Si te empujan, apartan o chillan por ocupar un espacio la en la calle o un espacio en el transporte público, también estás sufriendo aporofobia. Y si te niegan la entrada a un espacio público o te piden que pagues un servicio o producto por adelantado por tu apariencia, también estás sufriendo odio, estás sufriendo aporofobia.

En ningún momento una persona que vive en la calle debería sentir que pierde su dignidad o sus derechos como ciudadano sólo por ser pobre y no tener hogar. La aporofobia es un odio, desgraciadamente, muy común y que va mucho más allá de la agresión física. Las agresiones físicas son sólo la punta del iceberg, aunque sean espeluznantes, como lo fue en su día,  la agresión y asesinato de María Endrinal.

Muchas organizaciones que trabajan con las personas sin hogar, creen que el primer paso para combatir los delitos de odio relacionados con aporofobia, ha de ser la sensibilización sobre este problema y su condena. Sin embargo, organizaciones internacionales como la  Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), siguen invisibilizando los datos relacionados con delitos por aporofobia. ¿Crees que los delitos de odio acometidos contra las personas sin hogar, siguen estando invisibilizados?

Están invisibilizados, clarísimamente. Tanto a nivel de la administración pública como a nivel de los medios de comunicación. Un ejemplo, hace 3 años le tiraron un plátano al jugador del Barça, Dani Alves, y en menos de 48h la policía había conseguido identificar a la persona que había lanzado el plátano y la había detenido. Es decir, actuaron de oficio contra una agresión que, siendo totalmente deleznable, no había implicado ni agresión física. Sin embargo, hace 5 años, por suerte ahora esto está cambiando, cuando una persona sin hogar iba a una comisaría a denunciar una agresión, la policía a penas le daba soporte: “¿Sabes quién ha sido? ¿Cómo te vamos a ayudar si no sabes ni quien te ha agredido?”. Es decir, existía una situación de descompensación total. Nadie presentó denuncia contra la persona que tiró el plátano contra Dani Alves y, sin embargo, la policía actuó de oficio. ¿Por qué con la persona sin hogar no ocurre así? ¿Por qué es pobre? ¿Tiene que morir para que se actúe de oficio?

Hay quien defiende que esta invisibilización de la aporofobia está presente también en el discurso anti-inmigrantes que se extiende por Europa, ya que este no es únicamente un discurso racista, sino también aporofóbico pues a quien se quiere cerrar las fronteras es a al “inmigrante pobre”, no al rico. ¿Crees que nuestra sociedad es consciente de que cuando actúa siguiendo estos comportamientos racistas en realidad lo que está siendo también es aporofóbica?

A la sociedad le cuesta horrores abandonar su zona de confort. “Viene una persona de fuera, pues no me hagáis pensar. Me habéis dicho que es pobre, pues que lo echen, me decís que es rico, pues que lo dejen entrar”. Espero que esto cambie con el tiempo, vaya, quiero pensar que cada día hay más excepciones, porque sino…estamos perdidos ya.

Dice también Adela Cortina que “en estos tiempos en los que vivimos tan de cara a la exterioridad, la reputación vale más que la consciencia”. ¿Crees que esta falta de valores es la que ha llevado a la sociedad este rechazo hacía el pobre? ¿Qué soluciones propondrías?

Apariencia, apariencia y más apariencia. Estamos perdiendo nuestros valores como seres humanos y lo peor de todo, es que no nos damos cuenta. Habría que retroceder un poquito en el camino y recoger los valores que hemos perdido. Sí, creo que hace falta más educación en valores. En el colegio no se educa, en el colegio se enseña. Los padres son los que han de trasmitir los valores a sus hijos. Tratar con respeto y educación a otra persona no debería pasar de moda. Si a una persona cuando tenía recursos la tratábamos con respeto y educación ¿por qué cuando se quedan sin hogar o sin recursos, dejamos de tratarla con respeto? ¿Ya no valen como personas?

Todos nosotros deberíamos de realizar un ejercicio de introspección y valorar cómo actuamos para con los demás. Y también deberíamos hacer lo mismo sobre cómo actuamos como sociedad. Mirar qué es lo que hemos perdido y cómo recuperarlo. Dejémonos de tanta superficialidad y enseñemos a las nuevas generaciones a valorar a las personas, no a las apariencias.