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Fotomuntatge: Oriol Rossinyol
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El secreto y la culpa

Si hablamos de instrumentos musicales y aparece la palabra secreto, enseguida pensaréis en el órgano. Si la palabra es culpa, fácilmente veremos que aquí algo no cuadra. Vamos paso a paso y centrémonos en el órgano.

Desde la Edad Media hasta nuestros días, es el instrumento que acompaña las liturgias religiosas en las iglesias y catedrales. Desde los pequeños órganos portátil del siglo XIV hasta los grandes órganos de las catedrales, todos funcionan de la misma manera. Y por descontado todos tienen un secreto.

De manera muy esquemática podemos decir que el funcionamiento  del órgano es el siguiente: producción del aire por medio de unas manchas; distribución del aire a través de unos conductos o válvulas que se accionan desde las teclas del teclado y desde los tiradores de los registros. Y por último, la producción del sonido, el aire al llegar al tubo genera, como en una flauta, una nota determinada por la tecla y el registro accionado por el intérprete.

Visto esto nos podemos preguntar: ¿dónde está el secreto? Y sin complicarnos demasiado podemos contestar que el secreto es la cámara de aire que está en el interior del instrumento. Este espacio tan vital para el instrumento, se conoce también con otros nombres, como por ejemplo arca de los vientos. El aire en movimiento, generado por las manchas, va a parar al secreto, donde queda comprimido a una determinada presión. Las válvulas, activadas desde el teclado y los registros, son las que llevarán el aire a cada tubo seleccionado.

Quizá podríamos detallar un poco más toda la complejidad de este instrumento que durante siglos ha acompañado el culto religioso, en manos anónimas o otras manos que han dejado un legado musical que todavía perdura. Pero dejemos un momento el funcionamiento del órgano y su música e intentemos averiguar otros secretos ocultos entre las maderas de este instrumento.

Un órgano antiguo, aunque no esté en condiciones de ser tocado, es un documento que nos puede aportar mucha información. Su construcción, tubos, registros y decoración, nos pueden acercar a una posible datación y lugar de construcción. Si pensamos en un órgano del siglo XVII o XVIII, podemos suponer sin ninguna duda que el paso del tiempo ha incidido en la transformación de este instrumento. Si los estilos musicales van cambiando con el tiempo, también muchos instrumentos se transforman para adaptarse a las nuevas épocas. Añadir o cambiar tubos es un hecho habitual en un órgano barroco pero también cambiarle la afinación. A menudo nos podemos encontrar en un órgano barroco una modificación del largo de los tubos per ajustarla. Hacer una labor de investigación y restauración de un órgano no es un trabajo técnico sobre el instrumento, sino más bien una puerta al conocimiento musical del pasado.

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La materia principal de un órgano es la madera. De hecho, a parte de los tubos de plomo y estaño, todo el resto es de madera. Y cualquier cambio de temperatura o humedad significa contracciones y dilataciones que afectarán a los encajes estructurales del instrumento. Como podemos suponer, mantener un órgano en buenas condiciones era caro y a menudo se utilizaban técnicas que podríamos cualificar de no profesionales. Por ejemplo, si un ubo de madera se agrietaba, la pérdida de aire significaba una desafinación de un tubo. La manera más normal de solucionar este problema era encolar un papel alrededor del tubo con tal de impedir la salida de aire por el lugar no deseado. No hace falta decir que los papeles utilizados eran documentos que ya no tenían valor o utilidad. El reciclaje formaba parte de la vida.

Para adentrarnos un poco más en los secretos que nos puede mostrar un órgano, quizás vale la pena que nos centremos en un instrumento concreto. El órgano MDMB 820 del Museu de la Música de Barcelona, puede mostrarnos todos los temas que hemos expuesto pero también nos puede enseñar algo extra-musical. Es aquí donde el título del secreto y la culpa toman todo el sentido.

En el año 2000, al cerrar la sede del Museu en la Casa Quadras, todos los instrumentos fueron embalados y trasladados a un nuevo espacio, donde se restauraron para la nuevo exposición en el edificio de L’Auditori. El trabajo de desmontar y embalar órganos lo hizo el Taller d’orgueneria Grenzing y en este proceso pudimos documentar el estado de conservación y las posibilidades de exposición de cada instrumento.

El órgano MDMB 820 disponía de muy poca documentación. En el proceso de desmontaje se constató que su estado de conservación era muy delicado y de difícil restauración, por lo que no fue elegido para estar expuesto. Ahora en estos momentos, bien embalado y documentado, forma parte del fondo de reserva del museo. En un futuro, un trabajo de investigación y una posible restauración parcial podrían aportarnos nuevos datos.

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En relación a los tubos, buena parte son de madera y nos esconden sus grietas con documentos de papel encolados en sus paredes. Un estudio de estos documentos nos podría aportar pistas de los lugares en los que ha estado. Es normal que un órgano de estas características se trasladara en algún momento a un convento o iglesia. Las fotografías hechas durante el proceso de embalaje son suficientemente interesantes como para ver los documentos que envuelven los tubos son de diferentes épocas. Este hecho nos confirma que este tipo de restauración era una constante en la vida de un órgano. Encontramos documentos litúrgicos, probablemente de arrancados de libros en desuso, con texto en latín y notación musical antigua. También hay textos manuscritos de otros impresos, de diferentes procedencias. Por ejemplo, un texto impreso de la Junta de la Ciudad de Àvila, o unos textos humorísticos de una publicación escrita en castellano pero con unas cuantas expresiones en catalán. Un estudio a fondo nos podrá aportar conocimientos más concretos, pero podemos casi asegurar que este órgano hizo algún viaje por la península antes de ir a parar a manos de una familia acomodada catalana, que lo vendió al museo en el año 1963.

Entre los documentos encolados en los tubos hay algunos que no sólo sirven para guarecer sus heridas, las grietas. En su origen, no sabemos cuándo ni dónde, sirvieron para expiar las heridas de una mujer, una chica. No sabemos por qué, si fue por voluntad propia o por imposición, que asumió la culpa en esos papeles. Era el grito del deseo que se castigaba o era el amor prohibido que no podía ser aceptado. Era la inocencia de la juventud o era el engaño, la mentira y el poder. Era la vida de una chica y su consentimiento o era la fuerza bruta y violadora de un hombre. No lo sabemos, tan sólo sabemos que aquellos tubos siguieron haciendo música, haciendo vibrar durante años, las palabras escritas por una mujer. Quizás otras mujeres hicieron realidad su amor y deseo con la música de los tubos de éste órgano. Pero ella, con el arrepentimiento sincero o bajo la imposición de quien cree que tiene la verdad, escribió una y otra vez las siguientes palabras:

En las galeras de amor fui remera, nueve meses, castigo bien dado. En las galeras de amor fui remera, nueve meses, castigo bien dado, En las galeras de amor...

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