La cocina que construye tejido

12/05/2022 - 12:48 h

Acción comunitaria. La cocina comunitaria del Gòtic sirve de punto de encuentro para mujeres del barrio, que comparten conocimientos, recetas y experiencias y fortalecen vínculos en el vecindario.

“¡La paella nos quedó buenísima!” Ouafae Tubi explica con alegría que ha aprendido y perfeccionado un montón de platos en la cocina comunitaria del Gòtic, donde participa desde que se inauguró en septiembre del pasado año. “Es una gran experiencia, compartimos muchas cosas, gente española, gente de fuera, cada uno con sus ideas”, añade.

Es la cocina del Centro Cívico Pati Llimona la que sirve de escenario a unas dieciocho mujeres del barrio para dedicar la mañana y el mediodía a compartir espacio, experiencias, recetas de cocina y mucho más. Hacen el desayuno, preparan la comida, charlan y conocen mejor a otras vecinas. “Es un rato solo para nosotras”, dice Trinidad, otra usuaria.

La técnica de la Dirección de Servicios a las Personas y al Territorio del Distrito de Ciutat Vella, Helena Ylla-Català, lo define como un lugar donde “promover la participación comunitaria de vecinas del barrio”. “La cocina es la excusa; lo que se pretende es fortalecer las redes del barrio con un proyecto interseccional”, defiende.

Lo demuestra la experiencia de Trinidad López Febrer, residente en el barrio, que gracias a la cocina comunitaria ha conocido a otras vecinas. “Cuando llegué estaba un poco cortada. Poco a poco vas conociendo a gente del barrio, y ahora te ven por la calle, te dicen ‘¡no faltes!’ y sientes que hay muchas buenas personas”, explica.

“Hemos trabajado mucho el tema de la alimentación sostenible y saludable y también los métodos de conservación”

Recetas, cuidados y alimentación sostenible

Está contenta porque ha aprendido a cocinar nuevos platos de diferentes lugares –árabes, andaluces…– y por cómo se lo montan todo. “Nos lo organizamos todo nosotras, decidimos qué cocinamos, qué desayunamos, qué comemos, y aprendemos entre todas”, resume.

Se trata de mujeres, en muchos casos, con perfil vulnerable que hacen de esta cocina “un espacio de cuidados y de empoderamiento colectivo”, tal y como lo define Carlos Bonaire, hasta hace poco dinamizador del grupo y educador social. “Eran mujeres de muchas procedencias: Pakistán, Marruecos, Egipto, Barcelona…”, explica.

En la cocina, las usuarias tienen un papel protagonista, que “huye del asistencialismo”, según Ylla-Català, y “se liberan, se sueltan con conversaciones, preocupaciones, risas, bailes, canciones”, comenta el dinamizador Bonaire.

Escoger los ingredientes no es una tarea dejada al azar. “Hemos trabajado mucho el tema de la alimentación sostenible y saludable y también los métodos de conservación. También visitamos la cofradía La Platjeta, donde tienen el pescado fresco”, explica Bonaire, justo coincidiendo en destacar uno de los días que más disfrutó y aprendió una de las usuarias.

“Nos enseñaban todo el proceso de cómo pescar, cómo llega el pescado, cómo lo limpian, aprendimos mucho… Y, después, ¡la paella quedó mucho mejor, porque yo la sabía hacer, pero no queda igual con el pescado congelado del supermercado!”, explica de nuevo Ouafae, a quién le encantaría poder tener incluso más días de cocina comunitaria. 

Una red más allá de la cocina

Ella, además, aunque hace 18 años que vive en Barcelona y domina perfectamente el idioma, reconoce que “siempre hay cosas por aprender” del castellano y del catalán, y que la cocina comunitaria le ha servido para conocer el nombre de algunas especias o de algunos procesos propios de la cocina. Y también ha hecho más estrechos los vínculos con otras mujeres de Marruecos para reivindicar la necesidad de espacios donde celebrar sus fiestas tradicionales.

“De aquí han surgido también propuestas para encontrarse fuera de la cocina o para cocinar platos de cara a las fiestas del barrio, añade Bonaire. Define su papel en el grupo como el de “facilitador de los procesos”, “garantizar que tuviéramos acceso a todos los ingredientes, acompañarlas, ser una más”, dice. Las usuarias son las protagonistas centrales de la cocina comunitaria. “Y, además, he aprendido a cocinar un cuscús y una musaka buenísimos”, remata Bonaire.

“Me gustó mucho poder compartir cosas con ellas, compartir nuestros alimentos y sus verduras”

Trinidad ha aprendido, gracias a la cocina comunitaria, a hacer rebozado andaluz y algunos platos árabes como pollo con olivas o carne con pasas, y también ha disfrutado de lo lindo con los desayunos de café con leche y ‘rghaif’ con queso y miel. “Es como una crep”, describe. Ouafae, en cambio, destaca sobre todo el salmorejo.

Y lo que remarcan tanto usuarias como profesionales es la interacción con otros espacios del barrio, como el huerto del centro ocupacional Sínia, que da trabajo a personas con diversidad funcional y además les ha dado verduras y hortalizas.

Ellas visitaron el huerto, y después las integrantes de Sínia asistieron a una sesión de las cocinas comunitarias. “Me gustó mucho poder compartir cosas con ellas, compartir nuestros alimentos y sus verduras. Cuando después ves la felicidad en sus ojos, te hace sentir muy bien y apreciar el valor de compartir, que es muy gratificante”, expresa emocionada Ouafae, que espera poder repetir este tipo de experiencias en la nueva temporada que arranca el 20 de mayo.