Reflexiones tras el viaje a Alemania
Ayer volvimos de un viaje a Leipzig, ciudad alemana de 500.000 habitantes que ha tenido que organizarse para recibir a 5.000 refugiados en muy poco tiempo. Ha sido un viaje técnico: queríamos contrastar sobre el terreno los planes que estamos desarrollado sobre el papel para la acogida de refugiados en Barcelona. Tenía también una dimensión política: establecer una relación institucional con una ciudad de la que podemos aprender mucho y con la que, a partir de ahora, compartiremos estrategias. Las ciudades tenemos que juntar nuestras voces para hacernos oír en los espacios en los que se toman las decisiones que nos afectan. Porque las leyes nos vienen dictadas por la UE o por los Estados, pero finalmente somos las ciudades las que acogemos a las personas.
Pero había un tercer motivo para emprender este viaje: la dimensión ciudadana. Queríamos tomarle el pulso a la ciudad, escuchar a sus vecinos y vecinas, tanto a los que se han volcado en la acogida como a los que la viven con miedo, con contradicciones, con dudas. No hay nada más eficaz contra el miedo que poder expresarlo. Ni nada más eficaz contra las dudas que recibir información directa y sincera. Hay que felicitar al Ayuntamiento de Leipzig por las sesiones informativas que organizan en cada barrio con vecinos y vecinas, por la manera en que han entendido que la acogida y el proceso de inclusión social de los recién llegados no será un éxito si la ciudadanía no se implica, corresponsabiliza y colabora, y cuando digo “ciudadanía” incluyo a los propios refugiados.
Estamos ante el mayor reto que Europa va a tener que afrontar en los próximos años. No es una crisis pasajera: la gran mayoría de personas que llegarán a nuestras ciudades en los próximos años vienen para quedarse. Y lo seguirán haciendo por muchas vallas y concertinas con las que algunos intentan evitarlo. Ante esta realidad hay que tener varias cosas muy claras:
1. Nadie huye de su país sin razones, y luchar por conservar y mejorar tu vida es un derecho humano.
2. No podemos elegir acoger o no a los refugiados porque es una obligación moral y legal, pero sí podemos elegir cómo queremos hacerlo. Convertir nuestra ciudad en un modelo de acogida puede ser una oportunidad para hacer de Barcelona una ciudad mejor. Aprovechémosla para afianzar nuestros mejores valores y sentirnos orgullosos y orgullosas de ellos, para cohesionarnos y para aprender juntos de los problemas que vayan surgiendo. La experiencia me ha enseñado que defender los derechos de un colectivo es defender los derechos de todos, y si de esta experiencia, que no será fácil, la ciudad sale reforzada en sus valores de justicia y solidaridad, la victoria será colectiva.
Anteayer visitamos uno de los 20 equipamientos que Leipzig ha convertido en centros de acogida. Mientras un trabajador social nos explicaba el funcionamiento se nos acercó uno de los chicos que vive, provisionalmente, allí. Nos preguntó de dónde éramos, le contestamos que de Barcelona y, con una gran sonrisa, nos dijo “Welcome!”.
La bienvenida es, siempre, un viaje de ida y vuelta.
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Este blog recoge ideas, pensamientos y reflexiones sobre mi día a día como alcaldesa de Barcelona.
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