Agnes Essonti: "La gastronomía también es una práctica artística"

Agnes Essonti tiene 26 años y se define como artista y cooperativista. De formación fotógrafa, estudió en la Escuela Massana y después en Inglaterra y en Madrid. También hizo un posgrado de Cultura y pensamiento de los Pueblos Negros porque le interesaba mucho conocer de donde viene y la historia de África y de sus diásporas.
 
Trabaja sobre todo a través de fotografía, vídeo, performance y gastronomía. Con ella conversamos sobre su participación en la actividad organizada por el Espai Avinyó el martes 22 de noviembre: Chef Mbixi.
 
El próximo 22 de noviembre participarás en la actividad Chef Mbixi. ¿Qué significan estas palabras? ¿Cuáles son los inicios por los cuales decides empezar este proceso de investigación?
 
Mbixi - la (x) suena como una (s) - quiere decir pescado, pero a mí me gusta más traducirlo como pescaito, porque mi madre es de Córdoba. Chef Pescaito es un proyecto en el cual conecto saberes ancestrales y tradicionales africanos, pero también de aquí, saberes que tradicionalmente pertenecieron a las mujeres, y que muchas veces pasan en el espacio físico de una cocina. También incluyo cuestiones más contemporáneas y que me resuenan por mi condición de mujer negra en la diáspora.
 
¿Qué es para ti la gastronomía?
 
Creo que para definir la gastronomía y, sobre todo, la manera en la cual me acerco a la gastronomía, tengo que hablar de todo mi recorrido y de todos los procesos artísticos que he vivido. Desde el momento en qué empecé a trabajar sobre mis identidades, la racialización, el sentimiento de pertenencia... me acercaba desde el dolor, desde la rabia, dando respuesta al racismo que he vivido desde que soy pequeña.
 
Por el contrario, la gastronomía me ha permitido acercarme a toda mi historia familiar, a la memoria histórica, a todas las cuestiones que me oprimen por ser una mujer afrodescendiente, desde un espacio muy diferente, que no tiene que ver con la denuncia, que no siempre tiene que ser traumático. La gastronomía me permite visibilizar todas estas cuestiones (sin obviar que pueden tener sus contradicciones), desde un espacio de conexión conmigo misma, con el lugar de donde vengo y también, de alguna manera, con el lugar hacia donde quiero ir. En definitiva, un espacio más sano y, para mí, más potente.
 
¿Cómo unes tu práctica artística con la cocina?
 
La gastronomía siempre ha formado parte de mi vida, porque me gusta comer y cocinar, y me gustan las festividades y encontrarme con la familia y hablar alrededor de la mesa y de un plato. Pero conscientemente, la primera pieza que hice vinculada con la gastronomía, fue un vídeo en el cual estaba en casa comiendo Okro soup, un plato tradicional del África central y del África del Oeste. Fue el primer momento que decidí unir estas dos prácticas.
 
Y a partir de aquí he ido trabajando con vídeo, fotografía, interviniendo fotos, con texto... A raíz de esto, también he empezado a hacer performance y actividades más colectivas. Pero, en realidad, para mí, la gastronomía, cocinar, la comida no son prácticas alejadas del resto de prácticas artísticas. Para mí es una práctica más, y encima, forma parte de nuestra vida. Es muy importante y muy intencional encontrar momentos de conexión, de hacer espacio para poder comer bien, para poder cuidarte y cuidar a otras personas. La sostenibilidad de las vidas también es un tema que me conecta con la gastronomía.
 
¿Crees que tus proyectos artísticos conectan con tus raíces e identidad?
 
Sí, de hecho, para mí toda práctica y proceso artístico, pero también de vida, es un medio para llegar a conocer mejor quién soy. Y esto tiene que ver con mis raíces, pero también con lo que quiero hacer. Para mí están relacionadas porque la gastronomía (y la manera en la que la trato) me permite visibilizar todas estas historias que han sido escondidas o que han estado en un espacio no principal.
 
Como la comida es tan natural y tan visceral, me permite jugar, experimentar y hacer mezclas. Me permite hibridar y también hackear.
 
Un ejemplo es que siempre hablo del Tchieboudienne del Senegal como el ancestro de la paella, porque en realidad es el mismo: un plato grande de arroz que compartes con otras personas y que tiene pescado, verduras... Y teniendo en cuenta la cantidad de años en que ha habido personas afrodescendientes viviendo en la península, no es de extrañar que haya conexiones.
 
Y es que los ingredientes, igual que las personas, también viajan. Creo que es importante visibilizar que en los procesos, por ejemplo, de trata transatlántica de personas, hay ingredientes de África que han llegado a los Estados Unidos, del mismo modo que ahora, alguien cruza la valla de Melilla y también trae cosas de su país de origen. Así mismo, cuando nosotros queremos comer mango y papaya, también estamos haciendo que un alimento viaje, y contribuimos a generar unas relaciones que a veces son problemáticas. Trayendo el mango aquí y haciendo que valga diez veces más del que vale, contribuye a hacer que las personas que sí que cultivan estos mangos y que siempre los han comido, no lo puedan hacer más.
 
El arte puede ser transformador, tanto para el "receptor" como para el "creador". ¿De qué manera el arte que creas ha contribuido/contribuye a tu transformación?
 
Para mí es muy transformador. No siempre ha habido mujeres negras que puedan poner sus ideas, sus experiencias e historias en el centro. También es muy importante poder explicarse desde una misma, porque creo que históricamente no hemos tenido estos espacios para poder definir lo que somos; siempre ha sido a través de la mirada exterior. La gastronomía y estos procesos que parten del cotidiano y de las experiencias propias, me permiten hacerlo.
 
Además, últimamente me estoy enfocando en generar experiencias que puedan ser vividas en vez de obras artísticas, porque creo que si lo vives, el impacto es más grande. Si creo un espacio desde donde compartir y cocinar con otras personas es más rico.
 
El acto de cocinar y de comer conscientemente, al menos personalmente, me transporta en un espacio de pensamiento diferente. Por eso muchas veces cuando hago estas propuestas grabo audios de las conversaciones que tenemos mientras cocinamos, porque creo que mientras mezclamos o cortamos ingredientes tenemos mucha libertad. A través de la cocina, hablas de tu abuela, de tu madre, de lo que no te gustaba comer... Creo que es una forma muy bonita de explicarse a una misma, porque, al fin y al cabo, en la cocina pasan muchas cosas.
 
¿Cómo se relaciona la memoria con la comida?
 
Por mí la cocina es el espacio de relación central adentro de una casa. A través de mi experiencia puedo decir que muchas de las cosas que he vivido han pasado en la cocina. Hay muchas formas de relacionarse con la cocina, pero a mí siempre me ha servido para intentar estirar del hilo y poder compartir y aprender escuchando. Considero que hay que sacar los saberes de la academia e intentar acercarlos a la vida. Y al final, para mí la cocina, el espacio físico, pero también la gastronomía, implican vida.
 
¿Cuáles han sido tus referentes artísticos?
 
En concreto, en cuanto a la cocina, siempre me ha gustado mucho Carrie Mae Weems. Ella tiene una serie que se llama The kitchen table series, donde se autorretrata en la mesa de la cocina haciendo muchas cosas diferentes. También me gusta muchísimo Zina Saro-Wiwa, nigeriana, hija de Ken Saro-Wiwa, activista por el cambio climático y por la defensa de los recursos naturales a la región del Delta del Níger. En su obra ella habla de estas cuestiones, a menudo a través de la comida. Tiene una serie que se llama Table manners, personas en el delta del Níger comiendo platos tradicionales.
 
El otro referente es Ayrson Heráclito, artista, y sacerdote yoruba del Brasil. Él tiene una performance en que se hace una limpieza con palomitas que me gusta mucho. 
 
Yemisi Aribisala, artista nigeriana que tiene un libro que se llama Longthroat Memoirs (Memorias de garganta), que es un tipo de diario sobre cocina nigeriana, cultura e historia. Es un trabajo muy importante porque visibiliza la cocina nigeriana tal como es y además entrama otras cuestiones que pueden parecer alejadas del hecho de cocinar, pero no lo son.
 
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
 
Tengo en la cabeza un proyecto que pretende conectar platos e ingredientes con sentimientos, emociones y momentos de la vida para poder, de alguna manera, predecir el futuro. Me parece muy curioso que se puedan hacer prescripciones a través de la comida.
 
A raíz de esto también estoy escribiendo y cocinando bastante. Es importante tener este espacio, porque a pesar de ser consciente de todo esto, los ritmos capitalistas también me afectan y hay muchas veces que no como bien o que no me doy este momento. Ahora estoy intentando cocinar y comer muy conscientemente para después hacer audios o escribir historias y conectarlas con temas de memoria.
 
Para terminar, ¿podrías hacer cinco céntimos del que nos espera el próximo 22 de noviembre?
 
En primer lugar, la idea es conocer que es el que mueve a cada una de las participantes a formar parte de esta actividad. En segundo lugar, presentar mis trabajos sobre gastronomía y explicar algunas de las cuestiones que han salido en la entrevista y, finalmente, cocinaremos juntas algún plato.
 
Creo que cocinaremos un plato híbrido: un plato que tenga que ver con Cataluña, pero también con África, con el Camerún o con alguna de las partes que he visitado. Es muy importante para mí usar ingredientes de proximidad y también ecológicos siempre que sea posible. Hay muchos ingredientes que tienen que ver con quien soy, que no son de aquí y que también creo que es importante poder incluirlos, a pesar de la contradicción que me genera. Y es que tanto los ingredientes que compras, como aquello que escoges cocinar, como la manera de hacerlo y de comérselo es político.

Conversant amb Agnes Essonti © Heidi Ramírez