“Vaig néixer el dia 6 de maig del 1874. Pocs dies després era batejat a la parròquia de Santa Madrona, dins una tarda tempestuosa d’aigua com una obstinació. Aquell dia a Montjuïc posaven en una capella uns condemnats a mort. La ciutat, arraulida i poruga, no tenia respir. En fer-me cristià, el capellà va dir-los als qui em duien: ‘Nat amb aigua obstinada, morirà en foc potser...’. Aquesta predicció mai no ha tingut tranquil·la la meva pobra mare. Als dotze anys ja era pur com no pot repetir-se: el meu destí l’Església. Als vint anys, dolorit, cristià i socialista, jo veia Montjuïc talment com afront que calia passar. Un llibre en espanyol, ‘Humo de fábrica’, i ‘Un enemic del poble’, són les darreres flames. Encara no he escrit mai sense mullar la ploma al cor, esbatanat.”
By neighbourhoods
Barcelona has a total of seventy-three neighbourhoods, all of which have been, are, or might be, literary settings. Every nook of the city contains a fragment of life susceptible to being immortalized by writers.
S
“Quan jo era infant parlava / amb els esperits. Sabia que la gespa / eren els peus menuts i frescos de les fades; / una estesa de pedres, un aplec de nans / fent la becaina; un arbre, un gegant quiet / i bondadós que no negava mai un consell d’ombra / al caminant exhaust; cada cosa, en fi, gran o petita, / l’estoig que guardava un bri de fum de l’ànima del món. / Ara sé que tot és buit i de ningú com una frontera”.
“No és pas de tu / que tinc por, oh mort, / sinó del temps de morir. / Del temps interminable dels preparatius, / del temps de la higiene exagerada, / del crit homologat i de l’asfixia / pausada i circular de qui s’escanya / a si mateix, tot sol i l’evidència / borrosa d’una cambra / d’una sola finestra, el darrer ull / que em veurà, quan les meves forces, / llavors ja d’un estrany, m’obligaran / a agenollar-me, tan dèbil!, fins que el front / em fregui la terra dels desigs, mestressa / de l’últim manament: adora’m!”
“Devia tenir jo deu anys, ben just. / Només havia ensumat llimones verdes / i durs mugrons / de mare jove, entresuats, / acabats de fer al dolor d’oferir-se.
Pujant a mà dreta (abans d’arribar / a la pedrera de flairoses herbes punxegudes, / tifes seques i mosques metàl·liques), / s’acabava la paret de l’hospital. / Allí, / contra aquell mur de déu i pedra, / els afusellaven.
De primer / –jo em sabia els detalls de memòria– / se sentiria un borinot, el camió / que sorgia del no-res; després, / en passar per davant de casa, / on el carrer s’empinava tot d’una, / canviaria de marxa, estossegaria, / faria aquell suprem esforç per arribar.
Llavors transcorreria una estona impenetrable / inexistent; jo me l’omplia / fent baixar els condemnats, empenyent-los, / arrenglerant-los, invocant la mort.
El so / alhora sec i tombejant de la descàrrega / m’obligava a mossegar el coixí. El camió, / ara carrer avall, / partia veloçment, en el sentit de l’alba, / rere els esperits.
Aquell matí / tots els nois ens ho miràvem: bocinets de cervell /per terra, fosques taques al mur; / incomprensible, vermellós fanguissar / damunt el nostre camí de cada dia. / Miràvem tot allò, / ens buscàvem els ulls, / ens vèiem –recordo– / ferotges, separats, envellits. On érem?”
“Barcelona. Once de septiembre de 1714. El día que marcó mi vida para siempre. El general Villarroel ha dirigido la última, desesperada carga que intenta recuperar los baluartes en manos de franceses y españoles. Yo participé en ese contraataque, tendría que haber muerto en él. Mientras cargábamos, la metralla de un cañón me barrió la parte izquierda de la cara. Perdí esa mitad del rostro. Todo lo que quedó en su lugar fue un agujero sanguinolento. Salvé ¡oh, milagro de la Virgen de las Metrallas! el ojo. Por lo demás, mi mejilla izquierda era un cráter, las muelas de esa parte de mi cara, arrancadas. La oreja, también. De cuajo. Dolió, ya lo creo que dolió. Recuerdo el fulgor de la boca del cañón, el bramido, el hierro ardiente que me arrancaba la carne. Pero ¿qué es un instante de suplicio comparado con décadas y décadas de congoja y desconsuelo? Han transcurrido más de setenta años y en todo ese inmenso caudal de tiempo no ha pasado ni un día, ni uno solo, sin que reviva ese 11 de septiembre de 1714. No duele tanto lo vivido como el recuerdo de lo vivido."
“Recorrían las calles Riera Alta y Ferran a paso de buey, saludando a las otras niñeras –muy pronto conoció de vista a la mayoría–, disfrutando de la tibieza de aquel aire que olía a mar y sonriendo sin descanso. Un poco más tarde salían las jóvenes casaderas, algunas acompañadas de sus madres y otras del ama seca o la institutriz, entre el crujido de sedas, tartalanas y tafetanes de sus trajes de paseo. Brillaba la sencillez de algunas junto a la excesiva ostentación de otras y todo aquel que buscara podía hallar en aquella exposición algo de su gusto. A esto de la una, las damas abandonaban sus a bordo de sus carretelas, acompañadas de cochero y lacayo, y también algunos señores se dejaban ver, bien a caballo o –los más modernos– en bicicleta.”
“Por desgracia, la visita diaria de Trescents, el abogado no se resolvía con tanta celeridad. Atrincherado tras sus carpetas de asuntos pendientes, el hombre de leyes detallaba un soporífero orden del día:
Los trabajadores de los Hilados y Tejidos de San Andrés reclaman más salario y una escuela para sus hijos, dicen que su padre se lo prometió poco antes de dejarnos. Los de Mataró informan que la fábrica está invadida por las ratas y solicitan algún remedio para exterminarlas. El algodón que debía llegar ayer por mar ha sufrido demora por culpa del mal tiempo y los obreros de San Martín están parados: preguntan si pueden irse a su casa hasta que llegue la materia prima. Un campesino que tiene su cosecha en una propiedad nuestra de la avenida Diagonal pregunta si puede entrar a las tierras para recolectar las patatas y nos ofrece a cambio cuarenta kilos.”
“Nunca contó, por ejemplo, que el sábado 24 de diciembre de 1932 la señora Maria del Roser Golorons, viuda de Lax, después de oír misa de nueve en la iglesia de Belén, invirtió casi todo el día en visitar los Grandes Almacenes El Siglo. Pasó mucho rato en la sección de ropa blanca para niños del segundo piso, donde adquirió un ajuar completo para su primero nieto, que habría que nacer a mediados de primavera: pañales de tela rusa, mantillas festoneadas, camisas de batisa y de hilo de Holanda y hasta media docena de enaguas de madapolán con bordados y volantes a la inglesa (Para el caso de que el nieto fuera nieta). En la sección de juguetes eligió un perro saltador que causaba un gran efecto, un caballo de cartón y un coche de hojalata con sus caballitos al trote. Luego visitó la sección de cestería para adquirir un caminador, una chichonera adornada con borlas de lana y una cuna con pabellón, que era de mimbre pero costaba como una de la mejor madera.”
“Trescents eligió los Hilados y Tejidos de San Andrés. Hicieron el camino en el Hispano Suiza y en medio de un mortuorio silencio. Al llegar a su destino, el abogado hizo formar a los obreros en el patio; las mujeres a un lado, los hombres al otro y los niños en el centro. Cuatrocientas veintidós personas en total. Preocupado por la impresión que podían causar a un amo tan sofisticado, hizo que todos se lavaran la cara y las manos, incluidas las uñas. Acompañó al señor sin callar un momento durante todo el recorrido, que comprendió la imponente nave, los telares las cubetes –o “barcas”– del tinte y el despacho que solía ocupar don Rodolfo en sus visitas semanales a la factoría.
“Estoy por fin fuera de España; como sabéis, nosotros somos americanos, y los barceloneses, catalanes; podemos pues murmurar a nuestras anchas de los que están allí en Montjuic con sus cañones apuntados sobre la ciudad. (…) Así son todos los catalanes; otra sangre, otra estirpe, otro idioma. No se hablan con los de Castilla sino por las troneras de los castillos. El aspecto de la ciudad es enteramente europeo; su Rambla asemeja a un boulevard; sus marinos inundan las calles como en el Havre o Burdeos y el humo de las fábricas da al cielo aquel tinte especial que nos hace sentir que el hombre máquina está debajo. La población es activa, industrial por instinto y fabricante por conveniencia. Aquí hay ómnibus, gas, vapor, seguros, tejidos, imprenta, humo y ruido; hay, pues, un pueblo europeo.”
"Mercat Central de Fruites i Hortalisses. Als semàfors vaig estar temptat de donar la volta per anar a veure si els pavellons de la fruita de Mercabarna encara eren allà, potser és l’única cosa que en queda, i qui sap si fins i tot això ha desaparegut, no hi he volgut tornar. Va ser allà mateix que tot va passar, ara hi ha una rotonda, i és impossible de reconèixer, quan hi superposo les formes antigues sembla que no pugui ser...”