La ciudad de Barcelona se encontraba asfixiada por las murallas de Jaime I, y Pedro el Ceremonioso decidió levantar el tercer cinturón amurallado. Había que asegurar las expectativas de crecimiento urbano. Existía la tendencia general de muchas ciudades de la época de rodear dentro de las murallas la extensión de terreno suficiente para prever la subsistencia de los habitantes en tiempo de guerras y asedios. Otro motivo era localizar fuera del núcleo urbano los establecimientos, servicios y actividades más molestas o poco recomendables. Pero todas las expectativas de crecimiento de la ciudad cayeron en saco roto. A finales del siglo XIV y principios del XV, a causa de las dificultades económicas (el comercio marítimo se desplazaba al Atlántico), políticas (Barcelona se arruinó con la guerra contra Juan II) y sociales (bajada demográfica por pestes y epidemias), se paralizó el crecimiento del Raval, que quedó como zona de actividad básicamente agrícola.
Entre el siglo XV y la desamortización de Mendizábal en 1837, el Raval se convirtió en “tierra de conventos”. La gran cantidad de suelo edificable dio pie a la instalación de órdenes religiosas en el marco de la Contrarreforma impulsada por el Concilio de Trento (1543-1563).
La industrialización del Raval
A principios del siglo XVIII, las industrias empezaron a instalarse en medio de huertos, conventos y casas gremiales. La prohibición de importar tejidos estampados del año 1718 favoreció la aparición de la industria manufacturera. Entre 1770 y 1840 se llevó a cabo la industrialización definitiva del barrio del Raval. A partir de la segunda mitad de 1700, empezaron a aparecer nuevas calles con fábricas y viviendas para los trabajadores. Desaparecieron las casas gremiales o se subdividieron en muchas viviendas de alquiler para acoger a los numerosos campesinos que huían del hambre del campo (crisis agrícola de 1765-1766). Los trabajadores de las fábricas se quedaron a vivir en el Raval, cerca del trabajo. Este barrio se convirtió en el más denso de Europa y se aprovechó hasta el último metro cuadrado edificable. Entre los años 1783 y 1785, se instaló la industria Erasme Gònima y se levantó la fábrica de tejidos, hilados y estampados más grande de su tiempo.
Las jornadas de los obreros eran de doce horas (desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche). En 1829, según el padrón de fabricantes, en el Raval había 74 fabricantes textiles, 2.443 telares y 657 máquinas de hilar. Destacaba la fábrica Bonaplata, instalada en la calle de los Tallers: tenía entre 600 y 700 trabajadores y era la primera impulsada con vapor. La culminación de todo este proceso fue la instalación conocida como casa fábrica, donde coincidían las instalaciones fabriles, la representación institucional y la residencia del fabricante. Este es el caso de La España Industrial, en 1839, en la calle de la Riereta. El Raval era el único sitio dentro de las murallas donde se podían edificar construcciones grandes, ya que era poco atractivo hacerlo en el exterior a causa de la inestabilidad política (carlismo y bandolerismo). Además, estaba cerca de la salida natural de Barcelona como ciudad portuaria.
El mantenimiento de unos sueldos bajos, unas largas jornadas laborales, el cierre de las industrias como demostración de fuerza de los fabricantes, la supresión de la sopa de caridad y la persecución de las asociaciones obreras hicieron que el 2 de julio de 1855 estallara una huelga bajo la consigna general del derecho de asociación y la jornada laboral de diez horas. Las revueltas obreras contra las mecanizaciones modernas y diversas epidemias de cólera hicieron tomar la decisión de derribar las murallas en 1859 y permitir la expansión urbana e industrial fuera de un núcleo urbano insalubre y fácilmente controlable por un movimiento obrero que se empezaba a organizar. El éxodo empresarial hacia el llano de Barcelona empezó a principios de los años sesenta. Una larga lista de fabricantes salían del barrio siguiendo las teorías higienistas de Ildefons Cerdà. En el nuevo modelo de ciudad, el Raval ocupó una situación periférica como barrio residencial obrero. A principios del siglo XX, siguió teniendo una composición social eminentemente obrera. Los movimientos del barrio alcanzaron una importancia que rebasó sus fronteras. En el año 1870 se celebró el I Congreso Obrero Español; en 1871, el principal sindicato catalán de la época, el textil, se adhirió a la Primera Internacional; y en el año 1888, de la calle de los Tallers salió la convocatoria para reunir a todos los delegados del Estado español para fundar la UGT en el mismo barrio.
La transformación del Raval
El Raval se fue convirtiendo cada vez más en un barrio de viviendas para las clases con menor poder adquisitivo, entre las cuales los inmigrantes (exposiciones universales de 1888 y 1929) eran una parte destacada. Esta extracción proletaria tuvo un papel importante durante la Semana Trágica (del 26 al 31 de julio de 1909), durante la cual el Raval fue uno de los escenarios principales de la quema de conventos y del enfrentamiento con el ejército.
El hacinamiento humano, una red viaria estrecha y tortuosa, la proximidad del puerto y la dedicación de muchos inmuebles a bares, salas de espectáculos y casas de tolerancia, acabaron configurando una zona en el sur del Raval que, hacia el año 1925, el periodista Àngel Marsà bautizó con el nombre de Barrio Chino. Las destrucciones de la guerra y la miseria de la posguerra perjudicaron mucho la vida nocturna del barrio, en un proceso que puso fin al decreto de cierre de las casas de prostitución en 1956.
Las primeras voces que reclamaron la mejora del barrio surgieron en los años treinta, durante la Segunda República (1931-1936), con las propuestas de los arquitectos del GATCPAC. El Plan Macià daba soluciones racionalistas e integradas a los problemas del barrio. Pero primero la Guerra Civil Española y después la larga dictadura franquista condenaron el Raval a una degradación urbana y social aún mayor. Durante los años ochenta, la Administración impulsó una política decidida de reformas y rehabilitación de viviendas, de apertura de espacios y creación de equipamientos para la comunidad, que fue dejando en segundo plano el nombre de Barrio Chino, y se recuperó la denominación histórica del Raval.
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