El Tomás de Sarrià
Patrimonio del distrito y de la ciudad, con una historia centenaria, demuestra que pese al irremediable paso del tiempo, la gastronomía popular sigue despertando interés y proporcionando placer. Con la fotografía en blanco y negro del fundador presidiendo el local, hoy en manos de Antonio Betorz y su hijo, continúa destilando un ambiente de antaño, y reúne, tanto en la barra como en las mesas y en la terraza, a gente de todas las edades. La clientela es testigo del trajín de los camareros, que van de aquí para allá sirviendo su principal reclamo y un referente en Barcelona: las patatas bravas, que han sido, incluso, material literario. Peladas y cortadas a máquina con la irregularidad propia de los cortes hechos a mano, y con el dorado que ofrecen el aceite de oliva y el tiempo perfecto de fritura después de pocharlas. Tiernas por dentro y crujientes por fuera, a degustar con allioli casero y un aderezo picante de receta secreta. Y junto a esta archiconocida especialidad, platos combinados con bravas como guarnición, y tapas como las empanadillas de bonito cocinadas de una manera especial, o las anchoas traídas desde el mar Cantábrico.
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