En este 8 de mayo, Día Internacional del Cáncer de Ovario, hacemos hincapié en la relevancia de incorporar la actividad física y el deporte en la vida cotidiana para prevenir esta enfermedad en mujeres.
La práctica continuada de ejercicio físico ha sido vinculada a una disminución del riesgo de sufrir cáncer de ovario, según varios trabajos de investigación. Este tipo de cáncer, situado como el octavo más frecuente entre las mujeres según la Organización Mundial de la Salud (OMS), representa una de las mayores causas de muerte por cáncer ginecológico. Como la detección temprana de esta enfermedad suele ser complicada, lo cual agravia el diagnóstico y el tratamiento, la prevención es fundamental.
Científicos y científicas de todo el mundo han investigado durante décadas como la actividad física contribuye a la prevención del cáncer de ovario. Uno de los estudios publicados en la revista "British Journal of Cancer" puso de manifiesto que las mujeres que realizaban ejercicio moderado o vigoroso durante al menos 150 minutos semanales tenían un riesgo notablemente menor de sufrir este tipo de cáncer en comparación con las mujeres con un estilo de vida sedentario.
Incorporar el ejercicio físico en la vida diaria, además, ayuda a mantener un peso saludable y a regular las hormonas implicadas en el desarrollo del cáncer, a la vez que se refuerza el sistema inmunitario. Así mismo, este hábito reduce el tiempo que pasamos sentadas, otro factor de riesgo asociado a la aparición de varios cánceres y otras enfermedades.
Por otro lado, un estudio de la Universidad de Tel Aviv evidenció que el ejercicio de alta intensidad podría funcionar como "protección" contra el cáncer metastático. Esta investigación analizó datos de un estudio epidemiológico con 3.000 personas sanas y datos de un modelo animal (ratones) sometidos en un programa de ejercicio intenso. Los resultados fueron contundentes: las personas que realizaban ejercicio aeróbico de alta intensidad de manera regular presentaban un 70% menos de probabilidades de sufrir cáncer metastático que aquellos que no hacían ejercicio.
Los investigadores y las investigadoras señalaron que la intensidad del ejercicio incrementaba la cantidad de receptores de glucosa en los órganos internos, aumentando la absorción de glucosa y su conversión en energía. Esto provocaría una mayor competencia para la glucosa entre los órganos y las células cancerosas, limitando la energía disponible para la metástasis.
Aunque estos estudios proporcionan información valiosa sobre la prevención del cáncer a través del ejercicio, los y las expertas advierten que la práctica de actividad física no tiene que ser considerada como sustitutivo de los tratamientos médicos convencionales. En cambio, se recomienda como complemento para mejorar la salud y la calidad de vida de la población.