La Agencia de Salud Pública de Barcelona ha estudiado la incidencia de las dos primeras olas de la pandemia a partir de la evolución diaria de las personas con COVID-19, confirmadas con PCR o test de antígenos, y residentes en la ciudad. En general, durante ambas olas, la pandemia ha tenido más incidencia en las mujeres de hasta 64 años, pero por razones biológicas, hábitos y otros factores, los hombres han sido los más vulnerables.
Aun así, se han observado diferencias entre la primera ola, del 1 de marzo al 15 de julio, y la segunda, del 16 de julio al 30 de noviembre. Por una parte, en la primera ola la mayoría de los casos se diagnosticaban en los hospitales y la mayoría eran personas mayores y personal sanitario. En este periodo se detectaron los casos más graves y la mortalidad fue más alta, en torno a 3.400 muertes. Por la otra, en la segunda ola se aumentó la capacidad para diagnosticar casos desde los centros de atención primaria, se hicieron cribados masivos y se incorporaron los test rápidos de antígenos. En este periodo, la COVID-19 tuvo más incidencia en las personas jóvenes, de entre 15 y 34 años, y la mortalidad fue más baja, en torno a 700 muertes.
Desigualdades de género
El estudio ha detectado que el coronavirus ha tenido más incidencia en las mujeres, porque están más expuestas. El hecho de que haya más mujeres trabajando en el ámbito de la salud y el social y que a menudo asuman los cuidados de familiares, sobre todo durante el confinamiento, y las tareas domésticas tiene un impacto en el riesgo de contagio. Además, el confinamiento ha tenido un impacto en la vulnerabilidad de las mujeres, a causa del aumento de casos de violencia machista en la pareja.
Desigualdades socioeconómicas
Se ha observado que la COVID-19 ha tenido un impacto diferente según las condiciones de vida y las laborales, sumadas a las desigualdades de salud ya existentes. La pandemia ha tenido más incidencia, con un riesgo de contagio más elevado, en las zonas de Barcelona con un índice de ingresos más bajo, donde la ciudadanía tiene viviendas y trabajos más precarios y menos posibilidades de teletrabajar.