LA VIDA COTIDIANA

Las actividades de la vida cotidiana de los niños y las niñas son uno de los ejes centrales de la actividad educativa en la escuela. A lo largo del día se establece una secuencia de acciones (la acogida, el descanso, la higiene, la alimentación, el juego, las relaciones, la expresión motriz y libre movimiento ...) que se van repitiendo a diario creando una serie de hábitos y rutinas que les aportan estabilidad y seguridad. Por lo tanto, destacaríamos su valor educativo, más allá del de satisfacer unas necesidades básicas de las criaturas. En el día a día, se establece un vínculo afectivo entre el adulto y el niño, se transmiten unos valores culturales, se promueve su autonomía, etc. Estos momentos de vida cotidiana son esenciales para el desarrollo autónomo de los pequeños. Ellos son los protagonistas de su propia acción y, por tanto, son ellos los que marcan el ritmo de su proceso vital.

Desde la escuela se acompañan estos procesos, respetando los intereses de cada niño, dejando que se desarrollen al máximo y de forma autónoma sus capacidades. Por ello, procuramos crear una atmósfera tranquila y agradable donde, los adultos, ofrecemos un espacio acogedor y de relaciones afectivas y estables.

El espacio cotidiano está pensado, diseñado y creado para que los niños y niñas puedan aprender desde las acciones y los intereses genuinos; la gestión de su tiempo, un tiempo vivido y no siempre cronológicamente ordenado, y el producto de todo ello: la organización cotidiana, donde se cuecen las transformaciones de las relaciones y de los aprendizajes.

Apostar por el buen trato en la educación implica confiar en la actuación libre del niño y atenderlos todos y cada -individual o en grupo reducido, según la edad y las necesidades que presenten-, de manera regular y continua. Para ellos es imprescindible que haya relación de proximidad y diálogo con la persona adulta. Hemos aprendido de la experiencia de Lóczy que es más eficaz hacer partícipes a las criaturas de las acciones y de las rutinas del educador en los momentos de cuidado. El adulto es proveedor de la continuidad de los aprendizajes de los niños, es acogedor de conversaciones y momentos de relajada intimidad en pequeño grupo. Pero también observa, concentrado y presente, o está ocupado con algún niño o niña en concreto, o un grupo. Esta presencia no es posible sin una buena organización de las actividades de los niños.

Estos momentos de vida cotidiana son esenciales para el desarrollo autónomo de los niños y las niñas. Ellos son los protagonistas de su propia acción y, por tanto, son ellos los que marcan el ritmo de su proceso vital.

"Lo esencial es que el niño descubra las cosas por sí mismo. Todo lo que obtenga a través de su propia experiencia le proporcionará un saber muy diferente de aquel que consiga cuando se le dan las respuestas".

              Emmy Pikler

 

 

 

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