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El Gran Premio de Belgrado. La antesala de la guerra

El Gran Premio de Belgrado. La antesala de la guerra

El 3 de septiembre de 1939 Yugoslavia celebró una apasionante jornada dedicada al motor. En ese momento, nada hacía presagiar que el Gran Premio simbolizaría el fin de la convivencia pacífica, al estallar la Segunda Guerra Mundial tres días más...

Sello yugoslavo de 1,5 dinares con sobre-tasa, 1939. MGPB 023905

El sello destacado forma parte de una serie filatélica de cuatro ejemplares con diferentes valores de franqueo y con imágenes de diferentes vehículos, presentados como maquinarias futuristas y de progreso. Encima del valor facial, se puede observar una sobretasa económica que posiblemente sirvió para financiar el gasto ocasionado por la carrera. Los diseños, firmados por M. Marković, se enmarcan en el estilo art déco, muy presente en los sellos y los carteles yugoslavos emitidos en la década de los años veinte y treinta.

Podríamos pensar que esta carrera debía ser similar a cualquier otra del mismo periodo pero, desgraciadamente, el Gran Premio de Belgrado fue especial por numerosos motivos.

Belgrado, la capital de Yugoslavia (1929-2003), organizó la carrera sin saber que pasaría a la historia por ser la única realizada durante la Segunda Guerra Mundial. Sólo tres días después de su celebración, la Alemania nazi invadió Polonia. Era el inicio de una pesadilla que definiría el futuro de Yugoslavia que el 6 de abril de 1941 cayó en manos de Hitler.

TazioNuvolari

El piloto venció la carrera a los 47 años de edad. Fuente: Wikipedia

Belgrado celebró el premio como uno de los actos principales celebrados con motivo del 16.° aniversario de Pedro II de Yugoslavia. En total participaron cinco competidores de tres escuderías diferentes: Mercedes-Benz, Auto Unions y Bugatti. El circuito de Karmelegdan, con una extensión de 2.794 km, acogió a más de 100.000 asistentes que presenciaron la implacable victoria de Il Campionissimo, Tazio Nuvolari (1892-1953), que marcó un tiempo de 1:04:03.8. Por detrás quedó el alemán Manfred von Brauchitsch.


Las primeras carreras de automóviles de la categoría de Grandes Premios tienen su origen en Francia a mediados del siglo xx. Los circuitos eran pistas rudimentarias de tierra y los motores todavía sufrían bastantes deficiencias de funcionamiento, pero el fenómeno generó un interés creciente de público interesado en asistir a las competiciones de estos primeros artefactos. Poco a poco, la evolución tecnológica y la experimentación con modelos más aerodinámicos y materiales más ligeros, permitieron que ya entrado el siglo xx muchos países organizaran competiciones con un gran éxito de asistencia. Las más conocidas fueron las de los Estados Unidos (1908), Mónaco (1929) y esta que nos ocupa, la de Belgrado (1939). Todas ellas fueron el origen de lo que hoy día conocemos como Fórmula 1.

Durante esta primera etapa del mundo del motor, las competiciones fueron verdaderos escaparates de los avances técnicos de los países participantes. Los vehículos reflejaban el trabajo realizado por ingenieros y mecánicos que invertían todo el esfuerzo necesario para construir vehículos potentes y resistentes. Esta demostración de su capacidad era la que un país utilizaba para presentarse ante el resto del mundo. Las divergencias políticas entre los países se aparcaban puntualmente durante la celebración de las carreras.

l_P1507_auto_union_1939_belgrade_poster

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, se produjo un intento por generar un reglamento válido internacional para todas las carreras. Era frecuente encontrarse en situaciones extrañas, como que un piloto desconociera su posición en la carrera o, incluso, que ya la había ganado sin darse cuenta. Ante esta desorientación de los pilotos, Alfred Neubauer –gerente de carreras de Mercedes-Benz– introdujo las banderas y las pizarras en las carreras. Esta nueva señalización fue imprescindible para que los pilotos supieran cuándo había que parar en boxes a abastecerse de combustible o cambiar las ruedas. Aunque fue muy criticado en su día, las mejoras tácticas introducidas consiguieron situar en el podio a grandes pilotos como Rudolf Caracciola, Hermann Lang, Manfred von Brauchitsch o Richard Seaman.


La irrupción de la Segunda Guerra Mundial supuso una interrupción en el intento de sistematizar un reglamento. La materialización de este ya no fue posible hasta 1947. La reanudación de la competición, pasada la Segunda Guerra Mundial, se llevó a cabo con la organización del campeonato del mundo de Silverstone (Reino Unido).

El sello del Gran Premio de Belgrado ha quedado para la historia como un recordatorio de un país hoy extinguido y de un período histórico clave del siglo xx.