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El correo submarino de la República Española

El correo submarino de la República Española

Diligencia, tren, avión, barco, tubo neumático... el correo postal se ha servido de muchos medios de transporte a lo largo del tiempo. Hoy veremos uno que es bastante peculiar: el correo submarino.

Sello de 6 pesetas con el submarino A-1. Col·lecció filatèlica Ramon Marull, MGPB006950

En el transcurso de la guerra civil española el bando republicano se sirvió del submarino para la comunicación postal entre la península y la isla de Menorca. Para conmemorar tal ocasión, se emitieron una serie de sellos insólitos y de gran interés filatélico, pioneros en la historia postal. Si desea ver la serie y las hojas bloque que conserva la colección Marull, simplemente vaya al final del artículo.

La historia escondida detrás de este hecho empieza el verano de 1938. La República se encuentra herida de muerte tras el fracaso de la ofensiva del Ebro. Sin embargo, y a pesar de un escenario tan desalentador, la estrategia del gobierno republicano de Juan Negrín se centró en alargar la resistencia armada con la esperanza del inminente estallido de una nueva guerra europea.

Pero aguantar el empuje de los rebeldes y seguir resistiendo no resultaba fácil y hacía falta músculo financiero. El conflicto armado había castigado duramente la tesorería de la República, y no sólo había dificultades de suministro alimentario, sino que el aparato militar también se resentía por la falta de armas y municiones. Era necesario, pues, buscar formas creativas para paliar esta situación de quiebra económica.

Una de las estrategias de financiación se alcanzó con la emisión de una serie filatélica única, singular y exclusiva. Una oportunidad para conseguir ingresos económicos que supuso toda una operación de marketing propagandístico, necesario para denunciar la situación de amenaza del gobierno legítimo. Y es que durante la Guerra Civil, la publicidad a través de los carteles y de los sellos era una práctica habitual en ambos bandos. De hecho, al inicio de la guerra, el general Franco emitió más de 2.000 viñetas y sellos con la voluntad de desacreditar el gobierno republicano y como propaganda del ejército nacional.


Los_Nacionales

Cartel de propaganda política, Juan Antonio Morales, c. 1936. Pavelló de la República (UB)


La publicidad para una nueva emisión se consiguió ofreciendo un nuevo medio de transporte, nunca antes utilizado en el reparto postal: el correo submarino. La administración postal republicana puso en circulación hasta 75.000 sellos, de varios valores (1, 2, 4, 6, 10 y 15 pesetas) y una hoja bloque con una tirada de 12.500 ejemplares. Los sellos fueron impresos en la imprenta Oliva de Vilanova de Barcelona durante febrero de 1938.

Los puertos escogidos para poner en práctica esta nueva comunicación fueron los de las ciudades de Barcelona y Mahón (Menorca), la única isla de Baleares que todavía no había caído en manos de los rebeldes, y que era un bastión fiel a la República, aislado e incomunicado. Menorca sufría una situación bastante crítica y la interrupción de las comunicaciones, por aire y por mar, con la Península obligaba al racionamiento de los alimentos. Además, se produjo un fenómeno nuevo hasta ese momento: la inexistencia de moneda para los intercambios comerciales, sustituida por sellos o monedas de necesidad.

El submarino escogido para la ocasión fue el C-4, botado en Cartagena en 1929 y que durante la guerra civil había participado en la campaña militar de defensa del estrecho de Gibraltar. El 14 de agosto de 1938 el submarino C-4 emprendió un arriesgado viaje hacia la isla, desafiando el bloqueo militar franquista. Además de sacas de cartas, el submarino llevaba noticias del curso de la guerra, víveres de primera necesidad y sobre todo, la esperanza de la resistencia. Curiosamente, entre los tripulantes viajó un periodista norteamericano, Werner Kell, corresponsal de guerra de The Saturday Evening Post que se encargó de relatar la aventura en primera persona. Seguramente fue enviado a petición de algún miembro del gobierno para ejercer de testigo de la travesía y también para asegurar la cobertura a escala internacional.

La empresa salió bien, los sellos del correo submarino tuvieron un éxito sin precedentes. Los sellos y los matasellos resultaron toda una novedad para los coleccionistas filatélicos e inversores, en su mayoría del mercado extranjero, concretamente de Francia y Estados Unidos. De hecho el valor de venta de los sellos era de 690.000 pesetas, y en cambio, se llegaron a pagar más de once millones de pesetas. El submarino sólo realizó un solo viaje llevando dos sacas de correspondencia –hay que decir que no era su finalidad constituirse como una línea regular– y muchas de las cartas entregadas tenían un remitente ficticio con una dirección inventada, de esta forma la misma carta se devolvía al remitente –coleccionista– matasellada.


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Pero volviendo a la historia, a pesar de todos los esfuerzos vertidos y que la hazaña mejoró la maltrecha salud económica de la República, no se consiguió superar la implacable ocupación del ejército rebelde. La falta de intervención por parte de los países neutrales y la creciente necesidad de suministro militar debilitó el gobierno republicano hasta su caída definitiva.

Los sellos de correo submarino son la huella de un episodio histórico que no tiene nada que ver con el conflicto bélico, sino con la agudeza del ingenio y la imaginación en medio de una coyuntura compleja. Si se ha quedado con ganas de saber más, le recomendamos que busque el documental “La guerra de los sellos” (2008), dirigido por Jaume Rodríguez, donde se explica este capítulo tan curioso de la guerra civil española.