Como en Europa, los servicios postales oficiales eran conocidos en China desde antes de nuestra era. Los despachos gubernamentales son tan antiguos como el propio imperio y su perfeccionamiento y consolidación discurrieron paralelos a los esfuerzos de las dinastías sucesivas...
Sello conmemorativo especial del 60 aniversario de la empertriz viuda Cixi, 1896. Colección Ramon Marull
Como en Europa, los servicios postales oficiales eran conocidos en China desde antes de nuestra era. Los despachos gubernamentales son tan antiguos como el propio imperio y su perfeccionamiento y consolidación discurrieron paralelos a los esfuerzos de las dinastías sucesivas para lograr un sistema administrativo centralizado y con unos mecanismos de control suficientemente potentes para abarcar un territorio de enormes dimensiones. De la importancia vital de una red de comunicaciones eficaz entre la capital y los rincones más alejados del imperio, dan testimonio las fuentes escritas y el hecho de que, desde el siglo VII, existiera una cancillería destinada exclusivamente a ejercer el control y la transmisión de los edictos imperiales. En el siglo XIII, con el advenimiento de la dinastía mongola de los Yuan, el servicio postal regular se afianza con la adopción del sistema mongol de relevo de postas instaurado por Genghis Khan, el abuelo de Kublai Khan, fundador de la dinastía. Este servicio oficial permanecerá prácticamente inalterable hasta el final de la China imperial, en 1912. Respecto al correo privado, además de la correspondencia enviada a través de viajes de amigos y contactos de negocios, existían en China, desde comienzos del siglo XV, agencias privadas –min xin ju (民 信 局)– que funcionaron también hasta bien entrado el siglo XX. El remitente se hacía cargo de la mitad de la tarifa de envío y el resto era satisfecho por el destinatario. El sistema min xin ju vivió su auge durante el siglo XIX en las ciudades costeras del sur, cuando se convirtió en el medio más habitual de contacto entre los chinos enviados a América como mano de obra barata y sus familiares en China.
A principios del siglo XIX la irrupción de las potencias occidentales en el territorio chino modificará sustancialmente este panorama. Tras la Primera Guerra del Opio (1839-1842), el Tratado de Nanjing obliga al gobierno imperial a ceder Hong Kong a Gran Bretaña y le fuerza a abrir cuatro puertos (Shanghái, Amoy, Fuzhou y Ningbo) al comercio con Europa y los Estados Unidos. Las compañías comerciales extranjeras que se establecen en los puertos del tratado utilizarán las agencias postales que sus países de origen irán creando progresivamente en estas ciudades. El primero en hacerlo es el británico: la Royal Mail abre su primera oficina en 1841 en Hong Kong y tres años más tarde en los cuatro puertos del tratado y una en Cantón.
La Segunda Guerra del Opio (1856-1860) consolidará la penetración colonial de la Europa occidental y los Estados Unidos en China. La apertura de diez nuevos puertos al comercio internacional, la libre navegación de los buques extranjeros por el río Yangtsé y el establecimiento de legaciones diplomáticas extranjeras en Pekín, conlleva, a nivel postal, la incorporación del modelo occidental con la implantación de oficinas por parte de cada potencia en aquellas ciudades donde tiene intereses comerciales.
Así pues, en la segunda mitad del siglo XIX, encontramos un escenario particularmente complejo en el que coexisten, por un lado, los servicios postales chinos -el gubernamental y los de las compañías privadas- y, por otro, los de las naciones extranjeras en su imparable expansión por el territorio chino. Un panorama enrevesado que no es más que el reflejo de un país que vive una de sus épocas más convulsas, inmerso en el saqueo de Occidente, los conflictos bélicos internos y la agonía de su sistema político.
En cuanto a los sellos, comienzan a utilizarse hacia los años sesenta del siglo XIX. Los residentes extranjeros serán los primeros en hacerlo -con sellos de sus países de origen con sobrecargas- y dos décadas después por la población autóctona con sellos chinos propiamente nacionales, los llamados candarines, que el gobierno imperial comienza a emitir en los años setenta. La Colección Ramón Marull tiene una secuencia bastante ilustrativa de este periodo: se inicia con los ejemplares ingleses de Hong Kong cuando se convirtió en una posesión británica, sigue con los primeros sellos chinos y los de cada una de las agencias postales de los diferentes países colonizadores (Gran Bretaña, Alemania, Francia, Rusia, Estados Unidos, Italia y Japón) y finaliza con los sellos de la República de China, proclamada en 1912.
Eulàlia Jardí