Hace cien años, entre el 26 de julio y el 1 de agosto de 1909, Barcelona y la mayoría de sus barrios vivieron lo que se acabó llamando la Semana Trágica. Lo que empezó como una huelga general contra el llamamiento de reservistas para ir a luchar en el norte de Marruecos, donde acababa de estallar una guerra contra intereses españoles, se convirtió en una importante rebelión popular.

Sin una dirección clara, surgieron grupos de incontrolados que levantaron barricadas y empezaron a prender fuego a edificios religiosos y a enfrentarse con el ejército. La mitad de los edificios religiosos que había en Barcelona fueron quemados. Aprovechando que al principio de la semana se había declarado la ley marcial, las tropas, que en los primeros momentos se habían mostrado pasivas, recibieron refuerzos de otros puntos del Estado y acabaron entrando a sangre y fuego por todas las calles de la ciudad.

Esta protesta popular surgió de las clases más desvalidas, ante la decisión del Gobierno de llamar a hombres que ya habían acabado el periodo militar, muchos de los cuales ya estaban casados y tenían hijos. La revuelta fracasó en Cataluña y no fue secundada en el resto de España porque el Gobierno hizo creer que se trataba de una rebelión separatista. La represión fue desmesurada.

El balance fue de cinco personas ejecutadas, entre las cuales el fundador de la Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia, acusado injustamente de ser el instigador de la revuelta, y más de mil personas encarceladas o desterradas.

Autor: J. M. Contel

Pie de foto: Imagen de la antigua iglesia de Horta, uno de los últimos edificios quemados durante los hechos de julio de 1909. (Fotografía: Àngel Toldrà Viazo (A. T. V.) - AJMV)