El barrio de Can Baró, situado al pie y en las vertientes del Turó de la Rovira, se formó en torno a una masía que actualmente es un centro de enseñanza. La masía mencionada, construida en 1674, estaba situada en uno de los extremos del término de Sant Martí. Se dedicaba, como otras masías de la zona, al cultivo del trigo. La parcelación de Can Baró para urbanizarlo se inició en torno a los años veinte del siglo pasado.

Con la inmigración, especialmente durante los años cincuenta y sesenta, Can Baró, como otros barrios que lo rodean, vivió un crecimiento muy intenso, a menudo de tipo especulativo, con edificaciones y grandes bloques que agotaron, hasta el límite, la capacidad de una trama urbana configurada, en buena parte, por calles estrechas y empinadas. En los últimos años, ha habido un esfuerzo por corregir los déficits acumulados y dotar al barrio de los equipamientos necesarios, a pesar de las limitaciones impuestas por la falta de espacios.

En la parte alta del barrio, entre el final de la calle de Francesc Alegre y la calle de Marià Labèrnia, hubo un grupo importante de chabolas que pervivió hasta la década de los ochenta. Actualmente se mantienen algunas edificaciones, si bien el espacio forma parte del parque de los Tres Turons, pendiente de que se ponga en marcha definitivamente. En el sector también se encuentra un vivero de Parques y Jardines.

Recientemente se ha procedido a la rehabilitación de la batería antiaérea construida a mediados de 1937 con motivo de la Guerra Civil. Este emplazamiento, situado en la cima del Turó de la Rovira, pervive junto con los restos de un poblado ibérico y los restos del grupo de chabolas antes mencionado. Todo ello forma un conjunto de elementos de memoria histórica situado en un mirador que permite, al mismo tiempo, disfrutar de vistas espléndidas de la ciudad.