Aixelá fue un establecimiento especializado en aparatos audiovisuales que abrió sus puertas en julio de 1958 en el número 13 de la rambla de Catalunya de Barcelona.

Meses después, el abogado y crítico de fotografía Josep Maria Casademont se hace cargo del departamento de publicidad de la tienda e inicia, en los sótanos de esta, una programación estable con proyecciones cinematográficas, conferencias, sesiones de música contemporánea, música clásica y jazz. Al mismo tiempo, Casademont encarga a Zen, estudio fundado y dirigido por Alexandre Cirici y Paquita Granados, la imagen corporativa del comercio, así como el diseño de escaparates y de los documentos que anuncian sus actividades culturales.

En 1959 Aixelá incorpora un programa de exposiciones fotográficas que se inicia con la muestra Terré-Miserachs-Masats. A partir de 1963, también bajo la dirección de Casademont y en colaboración con Pere Figuera, comienza a editar la revista Imagen y Sonido.

La sala Aixelá –según era conocida en aquellos tiempos– mantuvo sus programaciones hasta 1975, con lo que se convirtió en un punto de encuentro y una plataforma de difusión para la fotografía, el cine clásico y amateur y las corrientes musicales de vanguardia.

Espacio pionero en la reconstrucción de una modernidad interrumpida por la dictadura franquista, Aixelá fundó un modelo donde la experimentación cultural convivía con la oferta comercial, abriendo un camino que recorrieron iniciativas e instituciones posteriores.

La exposición que presentamos en La Virreina Centre de la Imatge es el resultado de un arduo proceso de localización de autores, documentos y obras, y constituye la primera investigación metódica llevada a cabo hasta el presente.

El itinerario museográfico se hilvana a partir de una selección de 29 exposiciones de fotografía, cómic y pintura presentadas en la sala Aixelá entre 1959 y 1975, junto a un ámbito dedicado al cine y una antología de música que puede descargarse on-line. Para contextualizar cómo era el espacio físico de la tienda se han reinterpretado los diseños, las tipografías y las combinaciones cromáticas creadas por el estudio Zen en la época, así como aquellos aparatos tecnológicos –radios, televisores, equipos de alta fidelidad, proyectores y cámaras– que se vendían en aquel entonces.

Además de constituir un homenaje a Josep Maria Casademont, la muestra proyecta una visión panorámica de la cultura sobre varias generaciones. Trabajos hoy emblemáticos tuvieron su primera presentación pública en Aixelá, y autores consagrados del ámbito nacional e internacional compartieron espacio de exhibición con otros noveles que, más tarde, desarrollarían trayectorias muy fructíferas.

Sala Aixelá (1959-1975) no solo permite aproximarse al espíritu de un tiempo, a las vicisitudes de quienes trataron de impulsar culturalmente Barcelona a pesar de la falta de libertades y la censura imperante. También nos ayuda a imaginar cómo era el contexto previo al despliegue de instituciones característico de la Transición, y a entender qué se ha perdido y qué pervive de aquellas iniciativas.