Helios Gómez "Días de ira"
Visita guiada con Pedro G. Romero
26.01.2021
Helios Gómez (Sevilla, 1905 - Barcelona, 1956), sevillano, gitano y barcelonés, estaba inscrito en algunas de las redes de creación europea más interesantes de su tiempo. Su obra habita un nudo paradójico entre pares aparentemente antitéticos; es anacrónico y adelantado a su época a la vez: artista realista, populista y de vanguardia, activista político y gitanista militante, comunista libertario y flamenco de los que cantan y bailan.
Conocido y desconocido a la vez, Helios Gómez (Sevilla, 1905 - Barcelona, 1956) es un artista de trayectoria singular. Se reconocía como sevillano, gitano y barcelonés, estaba inscrito en algunas de las más interesantes redes de creación de su tiempo y siempre supuso un nudo paradójico entre pares aparentemente antitéticos, a la vez anacrónico y adelantado a su época: artista realista, populista y de vanguardia, activista político y gitanista militante, comunista libertario y flamenco de los que cantan y bailan. La pertinencia de los trabajos del artista Helios Gómez es un caso singular dentro del panorama artístico europeo de su tiempo.
Para empezar, se reivindica como gitano e intenta dotar esa identidad de un significado no solo cultural o étnico sino, sobre todo, político, lo que lo adelanta en décadas a muchas de las reflexiones críticas que llegan hoy desde el campo de los estudios poscoloniales, que en el ámbito gitano lo reconocen como referente.
Además, como artista popular, incluso populista, es más que pertinente su militancia formal vanguardista, formalización que él reivindicaba como realismo, un verdadero realismo capaz de expresar, visibilizar y trasmitir —desde lo subalterno pero con la misma complejidad que la ciencia, la filosofía o la literatura que le eran contemporáneas— los años que tan intensamente vivió, la sociedad que quería transformar, los grupos humanos con quienes luchaba por emanciparse.
Es en el laboratorio de la vanguardia donde Helios Gómez encuentra un espacio radical y libre para dar síntesis a elementos dispares, incluso a las heterodoxias con que le tocó convivir. Cercano al ultraísmo al principio, dadá-constructivista después y productivista hasta el final de la Guerra Civil, de la que sale agarrado al sobrerrealismo, es desde esa experimentación y experiencia que la resolución de sus trabajos puede releerse hoy día desde el llamado giro gráfico, es decir, no solo privilegiar el grafismo y la tipografía como técnicas de partida, sino también desarrollar performativamente las aplicaciones provenientes de la vieja xilografía artesanal en el agitprop, la cartelería, el activismo, la prensa y el mural público, entre otros, hasta hacer, por ejemplo, un instrumento artístico del Sindicat de Dibuixants Professionals de Catalunya, que fundó y dirigió desde primera hora.
También su militancia anarquista toma una deriva interesante. Formado entre el socialismo masón de su padre y la tutoría de Felipe Alaiz en Sevilla, cuando dirigía allí Solidaridad Obrera, el periódico libertario que había sido clausurado en Barcelona, pasó después por un comunismo que él siempre presentó como libertario y, en medio de la guerra, a contracorriente, regresa a la filia anarquista para intentar continuar, tras la derrota de 1939, con fórmulas asociacionistas andalucistas —fundó la Casa de Andalucía en Barcelona— y gitanistas, trabajando también en un intento desesperado de dar forma política a cierta reconciliación nacional.
El caso de Helios Gómez es, entonces, excepcional, y la revisión de su trabajo que proponemos, un intento, precisamente, de entender su singularidad enseñándolo en los contextos culturales, sociales y políticos que atravesó. La importancia de su gráfica y el reconocimiento de sus trazos están fuera de toda duda y tiene una presencia abrumadora en muchos de los trabajos —libros, películas, ensayos, etc.— que siguen el conflicto de la Guerra Civil, aunque muchas veces no aparezca convenientemente citado. Pero a nosotros nos interesa mostrarlo en las redes que transitó, aliado con los artistas y movimientos en los que militó, subrayando la profunda convicción comunitarista de su trabajo. Primero, con los ultraístas sevillanos; después, con los dadá-constructivistas en Alemania o con el sindicato de artistas gráficos que puso en marcha en plena Guerra Civil, también con los gitanos, con el giro político que quiso imprimir a su rasgo identitario, con los flamencos, un ámbito expresivo al que se sentía ligado, con el proletariado, incluso con el lumpen, hasta el punto que podemos considerarlo un avanzado de lo que, siguiendo a Mario Perniola, puede llamarse lumpen-productivismo.
Jean Cassou cuajó bien en esa imagen del «pícaro que se hace objetor» el modo de hacer singular de Helios Gómez. Las clases subalternas en que mayoritariamente los gitanos se encajan, esas que incluso Marx motejó con el apodo de lumpen-proletariado, deciden tomar voz propia, exigen emanciparse. Helios Gómez lo hace, además, sin ocultar los descalificativos —vagos, juerguistas, folclóricos, orientalistas, delincuentes— que les adjudican; es más, su apuesta es hacer de esas vejaciones bandera, reivindicando aquello por lo que se los desprecia.
De hecho, siguiendo el ejemplo conceptual del propio Helios Gómez, no hemos querido ocultar en esta exposición ciertas consideraciones paternalistas y estereotipadas —gracioso, colaboracionista, confidente— que el artista sevillano tuvo que soportar y que, quizás, explican por qué su trabajo no tiene todavía la centralidad que le corresponde en el arte de su momento.
Futurista, orientalista, populista, el modo de hacer de Helios Gómez resuelve magníficamente ese malentendido —tan productivo—, que, como advirtió Fredric Jameson, se da entre modernidad y modernismo en los ámbitos culturales de España y Latinoamérica. Como resultado, quizás, no hay un artista que, desde la cultura gitana, además, encarne tan bien la visión del futuro y la revisión del pasado, imprimiendo esas energías anacronistas en las luchas políticas del tiempo que le tocó vivir. Helios Gómez toma su fuerza de los pasados olvidados y de los futuros inminentes, que diría José Esteban Muñoz, y sus estampas, negro sobre blanco, constatan, sobre todo, la negación del estado de cosas que marcaron su presente.
Subalterno, gitano, cosmopolita, el tiempo histórico que vivió —impuesto por el capitalismo y ejecutado por el fascismo— lo llevó desde la libertad de la bohemia europea de las vanguardias hasta la cárcel, el barco prisión y el campo de concentración en un vaivén constante. Utopía y distopía coinciden entonces en Helios Gómez. Nomadismo, éxodo y exilio —cisne negro, zahorí del más allá—, su forma de ser, su manera de vivir.