
Them, the Water and Me
Mònica Rovira
Por dónde empezar. Por el deseo o por la necesidad. Por los huecos o por las imágenes heridas. En la fractura, entre los dos movimientos.
Hay un momento en el que imágenes lejanas, abandonadas, vuelven. Aparecen como heridas abiertas, vivas, contradictorias. Las escuchas, las tocas, te abismas con ellas. ¿Qué recordamos? ¿Cómo construimos memoria? ¿Cómo expresar la experiencia transitoria entre lugares y tiempos distintos? ¿Cómo trabajar con la pérdida? ¿Cómo resignificar imágenes? ¿Cómo hacer mundo con ellas y dar espacio a las que todavía no existen?
Hay otro movimiento, hacia adelante, de salto a ciegas, con la cámara. Cuando estás, cuando buscas y te pierdes. Entre el hacer y el no hacer. Cuando dices, cuando callas. En diferentes historias, en diferentes momentos. Cuando miras curiosa, con deseo, con violencia, o cuando te quedas pillada con alguien. Los afectos y la mirada, a través del cuerpo. Cuando, desde ahí, todo es posible.
Y en ese cruce, estás. En la tensión entre el deseo y la escritura. Cuando abres huecos, abrazas las imágenes heridas, las perdidas o las que están a punto de perderse, y balbuceas. La búsqueda y la duda están contigo en la travesía: ¿cómo se va haciendo la voz?
INVESTIGACIÓN
El acto de escribir un diario: desprenderse, desdoblarse, extrañarse, constelarse, imitarse. Ficcionarse. El diario como registro de la propia mutación.
Roland Barthes
Desde hace años, incorporo la cámara en los procesos de investigación. Me sirve para abrir espacios de tensión y de relación, que puedan ser sostenidos en el tiempo. Luego están las imágenes latentes, que gravitan, registros de otros momentos. Como cineasta, tomo la idea del ensayo ―la prueba y el error― como herramienta para construir un diario íntimo, desde la experiencia. ¿Cómo estar con las cosas que nos atraviesan y cómo dejarse afectar por las situaciones? ¿Cómo escribir desde ese lugar en el que los vínculos y las fracturas, los anhelos y los afectos, se activan? Dentro y fuera. En constante movimiento.
En este presente denso, me acerco a mi archivo personal. Paréntesis. Si miro hacia atrás me doy cuenta de que la cámara ha sido también refugio desde donde transitar vivencias emocionalmente intensas. Ver a una mujer nació como respuesta a un desbordamiento, con el abandono de un proyecto, ante la imposibilidad de un entendimiento profundo, con el duelo de una relación. Viene del fracaso. Comencé a tomar notas por necesidad y en la desesperación, garabatos como estruendos en medio de la nada que, con el tiempo, se convertirían en el hilo rojo que articula el relato, un nudo deshaciéndose, una voz haciéndose, en el tránsito.
Cierro paréntesis.
Guardo en el ordenador una carpeta titulada «Londres_2022», los apuntes de vídeo en un viaje-huida en solitario: un pulso que tiembla, visceral, recorriendo insistente la grieta, hacia fuera, en busca de luz. Los árboles, el agua. Errancias, suspiros y respiraciones. Lo que sea que tengo dentro cuece y me lo quiero arrancar, todo: qué difícil andar por ahí. Un diario en el quiebre, una herida abierta, el corazón roto.
He necesitado distancia, moverme, para poder estar con esas imágenes (y lo que no se entiende, lo que se escapa, lo que se perdió). Mientras en reposo, me pregunto por las narrativas autobiográficas y con temporalidades no progresivas. Woolf, Duras, Lorde, Anzaldúa están ahí, siempre. Revisito a Chantal Akerman, a Barbara Hammer, a Su Friedrich. Leo a Annie Ernaux, a Moyra Davey, a Kate Zambreno, a Angélica Liddell, a Begoña Méndez.
Y, entonces, un día, subo al desván. Busco una caja. Encuentro las cintas. La primera vez que filmaba en vídeo, el proceso de una película haciéndose. Julio de dos mil cinco. Marc Recha me invita al rodaje de Dies d’agost. Vente y escribe lo que veas. Alguien me presta una cámara. Soy estudiante de máster en documental de creación, y esta aventura, toda nueva para mí. Cuatro semanas en la carretera siguiendo el río, a la intemperie. Me siento una intrusa, me muevo ágil, silenciosa, entre escenas. Los miro, los toco con la cámara. Me acerco, me voy. Al vuelo. Los árboles, el agua. Fue una experiencia impactante. De aprendizaje. Luego, más tarde, nos distanciaríamos. Lejos, nada. Abandonaría las imágenes. Veinte años después, vuelvo a ellas.
De unas a otras (de un diario a otro), entre 2005 y 2022. Recupero, reviso, otros momentos filmados. Los pongo en juego y en relación.
Vuelven imágenes y, con ellas, vivencias que descubren líneas de tensión en el cuerpo, impactos en la piel, tatuajes emocionales, preguntas sin respuesta. ¿De qué hablan esas imágenes hoy? ¿Cómo entrar en ellas? ¿Cómo transitar entre lugares y tiempos distintos? ¿Cómo, desde esa insularidad, se acercan, se conectan? ¿Qué las atraviesa? ¿Qué se repite? ¿Cómo dar lugar a lo que se perdió? ¿Cómo significar los huecos? Y luego, ahora, ¿qué?
Solo podemos mostrar el sacrificio, y lo incomprensible del sacrificio. Es decir, el misterio de la angustia. La experiencia de lo bello empieza cuando lo comprensible, lo mensurable, lo explicable, queda en suspenso. La experiencia de la belleza comienza cuando la técnica es expulsada por el milagro. Lo inefable es la medida de lo bello.
Angélica Liddell
¿Qué escritura ensimismada no fulmina el espejismo de ser primera persona inmutable y singular? ¿Qué rostro no se (re)tuerce y comienza a ser ajeno si se mira mucho rato ante un río o un espejo?
Begoña Méndez
Mònica Rovira es cineasta e investigadora. Licenciada en Comunicación Audiovisual y máster en Documental de Creación por la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). Diplomada en Dirección de Cine por la FAMU (Academy of Performing Arts, Praga). A partir de Ver a una mujer (2017), investiga la tensión entre el deseo y la escritura, el lenguaje fílmico como lugar desde donde formular preguntas, las formas de narrar lo que nos pasa. Con una pulsión vinculante, establece una relación triangular con la otra y con la cámara. Una práctica que pone en el centro la vulnerabilidad y la temporalidad de los cuerpos, así como las relaciones espectrales que hieren, atraviesan y desbordan las imágenes. Ensaya la escritura del yo en el cine, y construye una voz en tránsito que cuestiona lo identitario. Them, the Water and Me (2024) es la investigación para una nueva película.