Banc Neoromántico

Noche de miércoles veintiuno de septiembre de dos mil ventidós. Casi en la esquina del Paseo de San Juan con la Travesera, el último banco del Paseo está lleno de discos de vinilo, con funda y todo. El banco se parece al modelo modo de la fundición Fàbrega pero no es, es un poco diferente. Si tienes mucha curiosidad por saber el modelo de banco, te puedes acercar y ponerte a cuatro patas hasta encontrar la plaquita donde viene la casa que lo fabrica. A mí entonces no se me ocurrió, y ahora la verdad que no me viene bien.

En el asiento, colocados como para exposición, venta, préstamo o consulta, hay cerca de quince vinilos de la colección Enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores. De Schubert, La bella molinera; de Chopin, las piezas para piano; de Schumann, el Carnaval y las Escenas de niños; de Wagner, Sigfrido, El ocaso de los dioses, El oro del rin, y la valquiria. Y otros que no puedo leer bien de Hayden, Purcell, y más. No hay nadie aparte de mí. Voy a un encuentro cuir que tengo cada miércoles en la plaza Joanic. Tampoco me puedo parar ahora. Solo los miro, no me atrevo a desordenarlos, les hago una foto, y sigo mi camino. Hace casi cien años en el paseo de San Juan, cerca de la calle Provenza, la ciudad instaló unos bancos biblioteca. Se dice que este tipo de bibliotecas al aire libre se popularizaron en la época de la crisis del veintinueve para entretener la clase trabajadora en paro.

Hoy alguien ha dejado con cuidado estos discos que ahora parecen un banco biblioteca autogestionado, anónimo y efímero, seguramente durará pocas horas. Las cubiertas de los discos Salvat tienen un diseño entre años setenta del siglo veinte y años setenta del siglo  diecinueve, con marcos en marrón y amarillo. De fondo, cada uno lleva una pintura famosa que no conozco: unas ruinas con andamios que me hacen pensar en Piranesi y sus dibujos de ciudades prisión, una escena burguesa de un salón con una joven dama pianista y un señoro entre demasiado cerca y un poco encima de ella, un baile de carnaval italiano, una efigie fantasmal dentro de un anillo en llamas, y un tapiz con una escena de cacería. Los discos están un poco ajados, pero menos que el banco. En el banco hay dos tags medio borrados, no los puedo leer. Me parece una escena de sueño, una Barcelona gótica que es un laberinto y una prisión a la vez, toda decorada de motivos decimonónicos.

Estos bancos del paseo son más largos que otros de la zona. El mobiliario urbano y la arquitectura van reduciendo en muchos casos las superficies horizontales donde descansar, comer, trabajar, depositar cargas o manipular objetos. Estos, en cambio, tienen una superficie generosa y en ellos duerme mucha gente, borracha la mayoría, sucia, con sus posesiones encima, y con aspecto maltratado. Maltratado por la ciudad, que les pone un banco más largo dando una tregua y a la vez los exhibe a la clase trabajadora que lleva los niños a jugar y a la burguesía que pasea por el paseo. Mientras averiguo el verdadero nombre del modelo de este banco, pienso que lo llamaré Banco Piranesi.

Relat i veu: Jesús Jeletón

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