Alimentación

La proliferación de productos derivados de las nuevas industrias que permitían estandarizar sistemas de fabricación, conservación y distribución, y, por lo tanto, abaratar costes y precios de venta, permitió que no solamente la burguesía, sino también las clases populares, pudieran tener acceso a ellos. La novedad fue notable en el ramode la alimentación que, a raíz de los cambios de vida que comportó el mundo industrial, ofreció una serie de productos que simplificaban la elaboración de las comidas, como caldos concentrados o leches en polvo o condensadas, o galletas, chocolates o cafés, que desde entonces podían  adquirirse envasados y con garantías de conservación e higiene. Pero era necesario dar a conocer sus cualidades al público comprador, ya que hasta entonces eran de elaboración casera y se vendían a granel, como el aceite. Las costumbres cambiaron y había que atraer a los posibles compradores. Aunque los primeros carteles comerciales eran de cariz artístico, es decir, el concepto y la imagen eran más propios de las artes que de la estrategia publicitaria, la finalidad era propagar las cualidades y el beneficio de los productos, sobre todo destacando el nombre del fabricante. Progresivamente, el mensaje se “profesionalizó” y surgieron eslóganes referentes a los productos para llamar la atención del cliente: la leche “da fuerza y salud” o es “el mejor nutrimento para los niños”; las galletas “son las más selectas”; o el cacao es “el alimento ideal”. Finalmente, imagen y texto formaron una unidad.