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Amelie Klein: Retratando a Victor J. Papanek

La exposición Victor Papanek: La política del diseño, que se presentará el 31 de octubre en el Museu del Disseny, es la primera gran retrospectiva centrada en el diseñador, autor y activista austríaco Victor J. Papanek, uno de los pioneros más influyentes del siglo XX por su discurso en torno al diseño social y ecológico. Esta exposición es una colaboración entre el Museu del Disseny de Barcelona y el Vitra Design Museum, junto con la Fundación Victor J. Papanek, Universidad de Artes Aplicadas Viena.

Hablamos con una de las comisarias, Amelie Klein, sobre en qué consistirá la muestra, el modo de entender el diseño de Papanek y algunas de las ideas que sostenían su pensamiento, como la inclusión social, la sostenibilidad y la responsabilidad del sector.

¿Quién fue Victor J. Papanek?

Victor Papanek fue diseñador y sobre todo profesor, escritor y pensador. Es conocido por su libro "Diseño para el mundo real" (en inglés, Design for the Real World), una feroz crítica del diseño con un lenguaje muy provocativo, haciendo afirmaciones tales como “Hay profesiones más peligrosas y dañinas que el diseño, pero no muchas”. Habla con un tono muy crítico y rígido sobre el diseño de los años sesenta y setenta, el hiperconsumo, la sociedad y el rol de responsabilidad social y medioambiental que juega el diseño, en la medida que fomenta un estilo de vida insostenible.

¿Por qué fue pionero?

No fue el único ni el primero en estudiar la responsabilidad del diseño, pero sí fue uno de los primeros en señalar con el dedo los diseñadores de acuerdo con su responsabilidad. Lo hizo con un lenguaje accesible para un público más amplio. A lo largo de su vida, Papanek se esforzó en hacer entender que ningún diseño es neutro, siempre tiene consecuencias. Nadie diseña algo de la nada: todo viene de y va hacia algún lugar.

Aprovechando el título que da nombre a la exposición, ¿qué políticas definieron su modo de entender el diseño?

Para Papanek, el diseño es una actividad política en sí misma. Puede estar a favor o en contra de la inclusión, la sostenibilidad… y eso lo hace inherentemente político. La mayoría de diseñadores todavía no entiende que todo lo que cree tendrá un impacto político. Por ejemplo, grandes compañías como Google pueden decidir diseñar las condiciones de uso de modo que el usuario quiera leerlas o con una fuente que deliberadamente dificulte su lectura. Esta es una decisión política alejada de partidos y parlamentos, porque influye en mis derechos personales como miembro de la sociedad. Los diseñadores deberían ser conscientes de la dimensión política de su profesión.

Has comisariado la exposición junto con Alison Clarke. ¿Cómo ha sido el proceso curatorial?

Alison Clarke, directora de la Fundación Victor J. Papanek, contactó con el director del Vitra Design Museum, Mateo Kries, que se ha declarado fan del diseñador desde siempre. Fue entonces cuando nos encontramos seguidamente en los archivos de la Fundación, ubicados en la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, y debatimos qué objetos formarían parte de la exposición, qué historia explicaríamos y cuál sería la narrativa que articularíamos de modo que el público tuviese no solo una experiencia intelectual sino también visceral.

En la exposición hay más de 300 piezas, algunas de ellas inéditas; entre ellas se incluyen dibujos, películas, manuscritos… ¿Qué debate se plantea a través de esta selección?

Las cuestiones que Papanek debatía en los setenta no pueden ser más actuales. Si viviese hoy, odiaría Google, Apple y Facebook, porque violan muchos de sus principios. La exposición plantea que el diseño es mucho más que dar forma o convertir algo en bonito o funcional. Se trata de decidir a quién se permite utilizar un tipo de diseño específico y a quién se excluye de este uso. Él entiende el diseño como un sistema, y eso es lo que hemos intentando hacer, establecer el diseño como una manera de pensar y no de hacer.

¿Cómo se quiere interpelar al público?

Me gustaría que el público entendiese que tiene un poder de influencia, y eso empieza por cuestionar el comportamiento de uno mismo. ¿Cuánto compro? ¿Como todo lo que tengo en la nevera? ¿Cuánto gasto? ¿Me fijo cómo se ha producido un diseño? Son cuestiones que están en manos del consumidor. Es importante que los visitantes entiendan que los diseñadores tienen responsabilidades, pero a la larga todos las tenemos. La exposición es un buen punto de partida para iniciar esta conversación.

Nuestra responsabilidad como sociedad deriva, en gran parte, del consumo de productos de diseño.

Lo que es interesante de herramientas que utilizamos en todo momento, como los smartphones, no es su diseño o su funcionalidad, sino cómo cambiamos nuestro comportamiento y nuestras interacciones con el resto. Ahora no fijamos planes ni hacemos reservas, sino que nos mandamos mensajes y decidimos sobre la marcha. Tampoco usamos las guías de viaje cuando preparamos las vacaciones, utilizamos Google sobre la marcha. Nosotros podemos optar por participar o no, pero llega un momento en el que es más difícil escapar.

¿El diseño está actuando como catalizador de cambio sistémico?

Creo que sí. Ofreciendo soluciones aparentemente sencillas se abren muchas puertas. Por ejemplo, en ciudades austríacas y alemanas la acera está rebajada en los pasos de cebra, de modo que llevar un cochecito o moverse en silla de ruedas es más sencillo. No parecen grandes cambios pero marcan una gran diferencia. A la larga, si el entorno construido por el hombre permite participar a los que ha privado de hacerlo hasta ahora, ya no serán discapacitados.

En su obra más destacada, Design for the Real World, Papanek sentenció que ‘los diseñadores se habían convertido en una raza peligrosa’. ¿Todavía se considera así o esta creencia se ha perdido por el camino?

Existe un refrán alemán que dice: “El camino al infierno está asfaltado con buenas intenciones”. Las buenas intenciones son con frecuencia el principio de un desenlace fatal. Estamos viendo mucho diseño motivado por buenas intenciones, y esto es bueno, pero no suficiente. Muchas actividades quieren hacer de este un mundo mejor. ¿Mejor para quién? ¿Quién decide que es mejor? Buenas intenciones, pero no buenos resultados. El movimiento del diseño social debe afrontar estas reivindicaciones tan ingenuas.

Papanek defiende el diseño como una herramienta política de transformación, y el diseñador como un actor político. ¿El sector ha asumido esta responsabilidad?

Algunos sí, otros no. Vemos muchos productos hechos con plástico reciclado, y esto es problemático, porque lo que me transmiten es “¡Corre y cómpralo!”. Tenemos que ser mucho más claros sobre cómo ser disruptivos con el sistema. Trabajando con materiales reciclados solo lo hacemos crecer. No podemos aspirar a mejorar el mundo consumiendo más productos. No será nunca sostenible, y el diseño es cómplice de ello. Hace falta un cambio de actitud.

Injusticia social, cambio climático y consumismo son críticas que Papanek ya introdujo en su modo de entender el diseño y que a día de hoy no solo no se han resuelto, sino que se han intensificado. ¿Qué diría Papanek que estamos haciendo mal?

Habría muchos aspectos sobre los que estaría despotricando. Sería muy crítico con los mecanismos y las estructuras de poder instauradas en nuestro sistema. Dudo que estuviese contento con el actual presidente de los Estados Unidos y tampoco estoy segura si le gustaría ver miles y miles de personas ahogándose en el Mediterráneo.

¿Cómo está dirigiendo el diseño estas cuestiones?

Mientras ideábamos la exposición, éramos muy conscientes hasta qué punto el diseño social puede tomar la vía errónea. Por eso hemos incluido unos veinte objetos contemporáneos que no ofrecen una solución necesariamente sino que inician el diálogo en torno a estas cuestiones de forma fascinante y muy interesante. Todavía vemos proyectos que hacen el gesto pero de forma equívoca en algunos aspectos. El objetivo final es redirigir la manera como se hacen las cosas y hacer que la gente sea consciente de su comportamiento como consumidores.

¿El diseño crea o soluciona problemas?

En el mejor de los casos, los solucionan; aunque en muchos otros casos enquistan el problema y lo alargan. A menudo los que lo empeoran van de la mano de buenas intenciones. Los diseñadores tienden a ofrecer soluciones simples a problemas complejos. El diseño es contradictorio. Lo que es beneficial para un colectivo puede ser perjudicial para otro. Mientras las aceras facilitan la circulación de las personas en silla de ruedas, originan a su vez un problema a personas con discapacidad visual, que no perciben diferencias en el nivel de la calzada y de repente se encuentran en medio de la calle. Suele pasar que cuando incluyes a un grupo, excluyes a otro. El diseño, en este sentido, tiene la capacidad de debatir y negociar.

¿Cómo?

Los problemas son tan complejos que no podemos describirlos sin hacer injusticia a su complejidad y mucho menos solucionarnos. Es uno de los aspectos que intentamos expresar en la exposición. Victor Papanek dice que es mucho más difícil diseñar en solitario, se necesitan equipos multidisciplinarios para abordar problemas complejos y poner remedio. El miembro más importante de tu equipo, según Papanek, es un representante del usuario final de tu producto. Lo que los diseñadores pueden hacer muy bien es unir diferentes personas y traducir de un lenguaje al otro. Si me pidieras mi definición de ‘diseño’, diría que es aquello que acerca conceptos, ideas, personas y objetos que no corresponderían las unas a las otras en primera instancia.

¿El diseño es inclusivo?

El diseño es más inclusivo, porque ahora las personas en silla de ruedas o con discapacidad visual pueden navegar por la ciudad mejor que en los setenta. ¿Son nuestras ciudades inclusivas? No. ¿Somos nosotros 100% inclusivos como sociedad? Tampoco. El diseño es un reflejo de la sociedad. ¿Puede el diseño ser más inclusivo en nuestra sociedad? Idealmente tendría que alentar la inclusión. El diseño siempre será mejor si es inclusivo. Si el diseño aborda lo que ha ignorado a priori, será mejor diseño para todos.

Papanek promovía lo que él llamaba “las minorías sociales del diseño”. ¿Cuál es la agenda social del diseño, si es que tiene una?

La agenda del diseño va en consonancia con lo que vemos en la sociedad. Estamos presenciando los mismos movimientos sociales que ya vimos en los sesenta y setenta. Vemos gente joven manifestándose en las calles pidiendo más justicia social, más responsabilidad medioambienal… Pero es complicado. Las manifestaciones van y vienen. Quiero decir, la lucha contra el cambio climática no es solo una cuestión de urgencia, pero también es tendencia, ¿verdad? ¿Hay algo que el diseño pueda hacer para que esté de moda y la gente continúe pensando en ello? ¿Podemos diseñar de una manera que alente el comportamiento sostenible en vez de fomentar el consumismo de las últimas novedades en productos? ¿Puede el diseño convertir un comportamiento incómodo en atractivo? ¿Puede hacerlo de un modo sostenible?

A menudo pensamos que el día de mañana será mejor. ¿El diseño está ejerciendo su poder de cambio para hacerlo posible o hemos caído en el tópico?

Si más diseñadores fuesen conscientes de su responsabilidad, podrían hacer cambios potenciales. Aun así, esto es mucha responsabilidad para un solo diseñador. Necesitamos un movimiento más grande y más responsabilidad por parte de la política y la industria. Mientras coger un vuelo de Viena a Londres sea más barato que ir del aeropuerto de Gatwick al centro de Londres, la gente continuará volando. Esto no es responsabilidad exclusiva del diseñador, pero sí tiene el poder para hacer posible el cambio.

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