Barcelona Cultura

A Jordi Aguadé, ceramista, en recuerdo y reconocimiento

Acaba de dejarnos Jordi Aguadé. Modesto, entrañable, pero por encima de todo, ceramista de pies a cabeza, Aguadé, nacido en 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera, cuando llegó la República fue alumno del Institut Escola y de la Escuela de Aprendizaje de la Generalitat. El 1939, en la Escuela Industrial, fue discípulo del ceramista Joan Baptista Alós, pero “aquella triste e interminable posguerra, en un golpe de suerte “-palabras suyas-, lo llevó a trabajar con Josep Llorens Artigas, que había vuelto a Barcelona huyendo de la guerra europea.

En can Artigas, donde estuvo diez años, “haciendo de todo, muy seguro que aprendí mucho”, nos comentaba. Porque su taller era mucho más que un taller, era una ventana abierta en el mundo, como solía decir. Por ejemplo, cuando Miró y Artigas empezaron a colaborar, el ceramista le encargó que ayudara a Miró: “preparar esmaltes y estar a su lado por todo aquello que le hiciera falta”. Más adelante, fue a París al taller de Philippe Rouard, amigo de Artigas, y más adelante, también gracias al maestro, pudo trabajar con una gran amiga suya, la reconocida ceramista sueca-finesa Tyra Lundgren, en medio del Báltico. Poco después trabajó en casa de otra ceramista, Gocken Jobs, a Leksand, Suecia.

De vuelta a Barcelona, en 1954 Aguadé montó su taller en Horta. Desde entonces, Aguadé se dedicará intensamente a la cerámica, experimentando con el fuego, el barro y los esmaltes de todos colores, creando su obra personal, solo o bien en colaboración, como por ejemplo en el caso de los murales cerámicos hechos con Joan Vila-Grau, como también adentrándose en el mundo de la cerámica utilitaria, siempre, pero, con la misma dedicación.

En su larga y activa trayectoria, Aguadé participó en un proyecto colectivo de notable incidencia en el marco del diseño catalán. Juntamente con el joyero Aureli Bisbe, el arquitecto Jordi Bonet, el diseñador Jordi Vilanova y el pintor Joan Vila-Grau, crearon el grupo de La Cantonada, hacia 1960. A lo largo de unos quince años, compartieron proyectos, reflexionaron sobre el rol de las artes y el diseño, sobre la tradición autóctona y las influencias internacionales, la relación entre la funcionalidad y la belleza de un objeto, etc., etc. El grupo de La Cantonada se alejó del diseño estandarizado apostando por pequeñas series, por un diseño más personalizado, y que alcanzaba tanto el interiorismo, como el diseño de joyas, vitrales, objetos cerámicos, mobiliario, incluso objetos litúrgicos, enmarcados dentro de la renovación del Concilio Vaticano II. Siempre con sensibilidad mediterránea y, a la vez con una mirada hacia el Norte de Europa. Y no solo esto, porque fundaron la revista Qüestions d’Art, y la Galería AS, desde donde difundieron las líneas más innovadoras de las artes y el diseño del momento.

Aguadé hizo los mencionados murales con Vila-Grau, joyas con Obispo, muebles con Vilanova e interiores con Bonet. Es decir, en los proyectos de La Cantonada siempre había la presencia de la cerámica, fuera una vajilla, un juego de café o un gran proyecto mural o un techo, o tantas y tantas aplicaciones. Hoy que oímos tanto hablar de trabajo colaborativo, de compartir proyectos, de equipos pluridisciplinares, nos lleva a pensar que, sin duda, La Cantonada fue líder en esta vía, logrando los retos que actualmente se plantean muchos equipos.

Viajes, exposiciones, premios y reconocimientos nacionales e internacionales llenaron la vida de Aguadé. El 21 de mayo del 2003, por ejemplo, la l’Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi lo recibía como miembro numerario, un hecho capital porque representaba que la cerámica entraba por primera vez a la Academia.

Maestro a la vez de otros ceramistas, como la recientemente también traspasada Maria Bofill, era un hombre arraigado en la tierra. Trabajando con el barro, las tierras, ha realizado tanto obras de arte como piezas que cumplían una función y eran útiles para la vida cotidiana y dotadas de aquella calidad estética que se desprende de un buen diseño. Aguadé es un buen testigo, y su obra es muy patente, del vínculo entre el diseño y el arte o el arte y el diseño, una discusión casi eterna, porque no es nada fácil delimitar donde empieza uno y dónde acaba el otro. Al final, al margen de encasillamientos preestablecidos, cuando hablamos de Aguadé siempre hablamos de creación cerámica. Que mejor, pues, que poder contemplar una gran obra plástica o bien poder poner la mesa con un servicio de mesa práctico y bello, que “dignifique el espacio cotidiano”, como le gustaba de decir. De hecho, él fue el introductor de la cerámica en las vajillas, desde la óptica del diseño, al margen del barro popular tradicional entonces ya bastante deteriorada, uniendo, en definitiva, la tradición artesanal con el diseño industrial.

En el Museu del Disseny se conservan creaciones de todo orden: los jarrones en que experimentaba la conducta de los esmaltes o las ediciones de Cerámica Aguadé -vajillas, juegos de café...-, a menudo en colaboración con otras diseñadoras o diseñadores.

Gracias por tu maestría, Jordi. Descansa en paz.

Pilar Vélez
Directora del Museo del Diseño

Barcelona, 22 de mayo del 2021

Ajuntament de Barcelona