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Josep Capsir: “El coleccionismo no ha desaparecido ni desaparecerá”

Josep Capsir es conservador de la colección de artes decorativas en el Museu del Disseny de Barcelona. Hablamos con él de su día a día, del coleccionismo que nutre buena parte de los fondos patrimoniales y sobre algunas de las piezas que ha documentado, que se encuentran en la exposición permanente “¡Extraordinarias! Colecciones de artes decorativas y de autor (siglos III-XX)”.

¿Qué período comprende la colección de artes decorativas del Museu?

La colección cronológicamente comprende desde la época romana hasta los años veinte del siglo XX y contempla la producción de objetos vinculados al mundo doméstico. A partir de entonces, estos ya no se consideran objetos de artes decorativas, sino de diseño, que se convierte en la continuación. Se identifica entonces la persona que hace el proyecto del objeto, que está pensado para una función determinada y liberado de todo ornamento.

¿Qué implica la aparición del diseño?

El mobiliario del siglo XIX a menudo no aporta una nueva estética, remite a épocas pasadas. Es ecléctico, mezcla estilos. A partir de los años veinte del siglo pasado aparece el movimiento moderno, que reflexiona, teoriza y piensa que el mueble tiene que liberarse de todo decorativismo y ser funcional. Impulsa unas teorías que apuestan por una estética hasta la fecha desconocida: es un objeto desnudo, utilitario, fresco, pensado para lo que tiene que servir y esencial. Es el gran cambio de mentalidad respecto al que era el mundo de la producción de artes decorativas.

¿De qué nos hablan las artes decorativas?

Nos hablan de la manera de pensar y de vivir de una determinada sociedad en un momento determinado, que en nuestro caso acostumbra a ser la catalana, porque los objetos que tenemos proceden mayoritariamente de casas catalanas. El carruaje del siglo XVIII del marqués de Castellbell nos habla de quién era su propietario, una persona con título nobiliario. Si nos fijamos, la puerta tiene una manecilla para abrirse desde el exterior, pero desde dentro no se puede abrir. Quiere decir que tener un carruaje implicaba necesariamente tener criados a tu servicio para que te abriesen la puerta para salir del vehículo o te ayudasen a entrar. Hoy en día esto es impensable. Los coches se pueden abrir por dentro y por fuera, y todo el mundo –mayoritariamente– se abre y cierra la puerta. Prácticamente todos podemos tener un vehículo en propiedad. También tenemos magníficas sillerías del siglo XIX tapizadas con delicadas telas, y una caja inmensísima decorada con talla de gran calidad que servían, sobre todo, para proyectar el poder y la ostentación de quien los poseía.

¿Qué te apasiona de tu profesión?

La tarea de investigación es muy interesante, aunque solitaria. A veces tienes que hacer una faena casi adivinatoria para saber cuándo llegó una pieza, quién la donó o de dónde sale; requiere muchas horas. Pero los avances que haces en la investigación te ilusionan, te hacen crecer como persona y eso redunda en el beneficio del conocimiento de las piezas y de la sociedad. Hay piezas de las cuales no sabíamos nada y ahora sí sabemos gracias a la tarea que hacemos en el Museo.

De las piezas que has documentado, ¿cuál ha sido el reto más grande?

Documenté la berlina cupé del marqués de Castellbell, y estuve mucho tiempo documentándome, descubriendo la mitología de las pinturas, haciendo el árbol genealógico… A veces no encuentras las fechas, y yo no encontraba la fecha de nacimiento de su esposa, Concepció d’Oriola-Cortada i de Salses. Un día contacté con uno de los caseros del castillo de Castellbell, y resulta que allí, en el pueblo de Castellbell i el Vilar, descansan los dos en un panteón del cementerio parroquial. En la tumba de la marquesa encontré la fecha que me había vuelto loco.

Consumimos cada vez más cultura de un solo uso. ¿Cómo afecta al coleccionismo?

A medida que aparecen nuevas tipologías de objeto susceptibles de ser acumuladas, siempre encuentras a alguien detrás que las colecciona. No ha desaparecido ni desaparecerá: tomará nuevas formas. Gente apasionada por la acumulación de un tipo objetual siempre encontraremos. Se ha producido una democratización del coleccionismo. Si bien el coleccionista clásico tenía más interés para acumular objetos suntuosos, ahora, con esta nueva cultura de consumo, uno se puede dedicar sin tener que dedicar grandes recursos económicos.

 

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