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Malika Favre: crear del caos al orden

Malika Favre es una ilustradora francesa establecida en Londres. Imaginario erótico, sentido del humor y una paleta de colores brillantes son algunos de los elementos que describen su estilo. Ha trabajado con clientes con The New Yorker, Vogue, Gucci y Penguin Books.

Es una de las ponentes de la 11ª edición del Blanc Festival, que tendrá lugar por primera vez en el Museu del Disseny de Barcelona, entre los días 3 y 5 de octubre. Hablamos con ella de sus inspiraciones, qué la empuja a crear y las historias que quiere explicar en sus dibujos.

¿Cómo describirías tu estilo?

Yo diría de colores vivos, minimalista, sexy a veces y siempre con una fuerte voluntad narrativa.

¿Qué historias quieres explicar?

Puede ser cualquier cosa. A veces puede ser un sentimiento, parte de lo que hago es precisamente llevar a la persona a un lugar. Me gusta cuando una imagen tiene distintas capas de narrativa, de modo que hay una primera respuesta emocional y a posteriori te revela algo que esconde en su interior. Ahí las historias se vuelven mucho más personales.

¿Hay algo que quieras enseñar?

No lo hago (la ilustración) para educar a la gente, solo comparto mi visión y hablo de cosas que considero relevantes. Para mí no es tan importante decir al espectador qué tiene que ver en una ilustración como darle espacio para que desarrolle su propia lectura. Mis ilustraciones están muy abiertas a interpretaciones.

Prefieres dejar lugar a la imaginación.

Todo lo que comparto es subjetivo, pero me gusta y mucho cuando dibujo algo personal que quiero compartir y alguien lo interpreta desde su experiencia vital o su ámbito profesional. Eso es lo que ocurrió con mi portada del quirófano para el New Yorker. Compartí una experiencia personal de mi infancia y algunos la interpretaron como una celebración de las mujeres cirujanas.

¿Hay límites entre ilustración y diseño gráfico?

Desde mi experiencia personal, porque vengo del diseño gráfico, creo que están relacionados. Trabajo la ilustración casi como el diseño gráfico: intento ir a la esencia del dibujo, que sería algo parecido a crear un logotipo.

¿Qué te consideras, pues?

Definitivamente una ilustradora. Explicar historias siempre ha sido mi pasión.

Defines tu estilo como minimalista. ¿Crees en el ‘menos es más’?

Encuentro la belleza en lo simple. Me gusta cuando algo es tan evidente que no lo puedes esconder, de modo que cuando lo miras, o funciona o no. La reacción de la gente a imágenes sencillas es instantánea. La simplicidad es un reto, y esto es lo que me excita. Sigo a un artista francés, Thibaud Herem, con un estilo extremadamente complejo, y también encuentro la belleza en esta complejidad. Se trata de encontrar el punto exacto en el que dejar de añadir elementos al conjunto de la pieza. En mi caso, sucede lo contrario: intento desprenderme de elementos tanto como puedo, hasta llegar a la esencia de la imagen, de modo que si eliminase algo, perdería poder o significado.

¿Cuál es tu proceso creativo?

Es muy instintivo. Creo en el entrenamiento creativo: cuanto más hagas algo, mejor lo harás. Siempre aplico la misma estructura en mis trabajos, voy del caos al orden. Parto de un espacio instintivo en el que pongo muchas cosas, dejo fluir mis ideas y paro sin saber dónde me llevará. Entonces llego a un punto en el que siento una especie de epifanía, y sé que estoy cerca de una buena idea y es momento de estructurarla. Empiezo a pulir, pensando en todo lo que estoy dibujando y llegando poco a poco a la pieza final.

¿Cómo organizas este caos?

El caos se autoorganiza internamente. Es obvio que no puedes dejar que todo entre en el dibujo, si no sería un completo desastre. Lo gestiono paso a paso, dibujando sin pensar cuál será el resultado final. Por ejemplo, cuando viajas, descubres colores, arquitectura, culturas, y con todo esto estás creando tu pequeño archivo profesional. Cuanto más ves, más sabes y más rico se vuelve tu cerebro. Viajar nutre mi mente y después es algo que surge; por lo tanto, siempre siento que viene de dentro. Para mí es un proceso natural.

Irónicamente, el espacio negativo es un recurso presente en tus obras. ¿Por qué?

El espacio negativo es algo mágico: me recuerda a cuando eres pequeña y juegas a encontrar formas en las nubes. Habla de la inteligencia del cerebro humano, porque está viendo dos figuras en una y llenando los huecos. Es muy agradable y efectivo, y a la vez muy difícil de conseguir, en cuanto a encontrar el equilibrio y saber dónde echar el freno. No lo puedes forzar, sería como intentar encajar un cuadrado en un círculo. Tiene que funcionar. También utilizo mucha geometría. Todo esto viene de mi pasión por las matemáticas, las ilusiones ópticas y engañar a la mente.

El cuerpo femenino y la erótica también son protagonistas.

¡Supongo porque soy una mujer! Comencé cuando era una niña, dibujando princesas, que se volvieron más sensuales a medida que yo me hacía mayor. El cuerpo femenino es todo curvas, extremadamente bello, y siempre me ha encantado dibujarlo. También tiene que ver con el entorno en el que he crecido. Mis padres son muy abiertos, nunca ha habido ningún tipo de tabú. Siempre he percibido el cuerpo como algo muy bonito y que hay que celebrar. No creo que mi trabajo sea provocador, más bien es una celebración de la sensualidad y lo sexy. Juego en esta línea: enseñar, pero sin excederse.

¿De qué hablarás en el Blanc Festival?

Será una charla muy personal. No hablaré de cómo trabajo o de qué me inspira, sino de la gente que he conocido en el camino y me ha llevado a ciertos sitios. Gente que evidentemente he conocido por trabajo, pero también mis amigos, padres y abuelos; y cómo lo que hago y quién soy hoy es gracias a ellos. Todos me guían de algún modo y quería hacerles un homenaje.

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