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Las primeras notícias escritas de la danza llamada pavana son de principios del siglo XVI y muy probablemente tiene un origen italiano. El ritmo, binario, era lento y arrastrado y servía de introducción o interludio para danzas más rápidas y espectaculares, como la gallarda o la courante. Durante siglos se ha llamado así tanto danza como la música que la acompañaba, hasta el punto que la música y la danza se disociaron y las pavanas ya no eran necesariamente para bailar, sino que se convirtieron en piezas de carácter con el ritmo de la danza. En el Archivo Histórico del Museu de la Música se conservan el manuscrito de la Pavana para guitarra de Francesc Tàrrega o la edición impresa de la Pavana fàcil para manos pequeñas de Isaac Albéniz.