¿Cómo capturar lo que se desvanece?
Entre los años 1922 y 1936, desde la sociedad civil se impulsó un gran proyecto con la voluntad de preservar la memoria de un patrimonio esencial y en riesgo de extinción: la Obra del Cançoner Popular de Cataluña, con el objetivo de hacer, estructurar y publicar un exhaustivo corpus musical recogido de la oralidad en todos los territorios de habla catalana, con la transcripción y descripción cuidadosa de miles de canciones y sus usos.
Encomendado al Orfeón Catalán bajo la dirección de Francesc Pujol y la presidencia honorífica de Felip Pedrell, y con el mecenazgo de Rafael Patxot, la Obra del Cançoner es, sin duda, una de las aportaciones etnográficas más significativas del siglo XX en Cataluña, truncada por el estallido de la Guerra Civil. Durante los años en que se llevó a cabo, se efectuaron cerca de setenta misiones de investigación: trabajos de campo llevados a cabo con rigor por parejas de profesionales tanto de la etnología como de la música y la lingüística como Joan Amades, Higini Anglès, Joan Tomàs, Palmira Jaquetti o Baltasar Samper que, recorriendo una amplia geografía, se apresuraban a «hacer la recogida de este tesoro popular que en muchos lugares ya casi agoniza», buscándolo especialmente «en las casas de campesino y pueblos más aislados de la montaña» con la idea de ir a «las fuentes donde el agua mane muy clara».
La reproductibilidad técnica permitida por las máquinas de retratar y los fonógrafos -una tecnología entonces puntera y en difusión exponencial- se confronta con maneras de vivir a punto de desaparecer, para dejar así una traza que es, aun así, tan evanescente como los mismos instantes y rostros capturados. Las marcas de la dureza de la vida, del paso del tiempo, del contacto directo con la tierra, así como los lugares donde todavía permanece aquello que se acaba -aldeas, masías, talleres, rastrojos, y también asilos y casas de caridad- sacian una mirada refractada en miles de capturas efímeras.
A partir de 1936 los materiales originales de la Obra del Cançoner quedaron disgregados hasta que en 1991 fueron depositados a la Abadía de Montserrat. Allí fueron estudiados, catalogados y publicados en varios volúmenes de memorias y selecciones al cuidado del padre Josep Massot y Muntaner hasta su muerte el pasado mes de abril de 2022.
Con ocasión del centenario de la fundación de la Obra del Cançoner, la exposición Registrar, mirar, recorrer se centra en el registro fotográfico presente en el gran proyecto etnológico: un uso de la fotografía documental que, a pesar de no ser un elemento central en sus objetivos iniciales, deja una impronta única formada por miles de fotografías, la mayoría inéditas, de las cuales la exposición presenta una elige.
En un momento en que los modos de vida tradicionales se ven repentinamente alterados y abocados a una transformación irrevocable a causa de la industrialización y de la configuración de un mundo cada vez más urbano, surge la urgencia para coger todo aquello que, desde una mirada idealizada y nostálgica, permanece aparentemente inalterado. Y es a partir del registro, estudio y recolección de estos remanentes constitutivos de una pretendida cultura natural que se construye un proyecto de identidad colectiva.