CRISTIANISMO | Para entender el calendario gregoriano
Según parece, los antiguos pueblos de la península itálica utilizaban preferentemente calendarios lunares. No obstante, sabemos que poco después de la fundación de Roma (s. VIII a. de C.) se adoptó el calendario solar. Algunos siglos más tarde, este calendario fue reformulado por Julio César (s. I a. de C.) y pasó a denominarse calendario juliano. El punto más destacable de esta reforma fue la fijación del inicio del año en el mes de enero en lugar del mes de marzo. El nombre de enero en castellano proviene del latín ianuarius, en honor a Jano, dios de las puertas y las iniciaciones, en clara referencia a la apertura o inicio del año.
En el año 1582, el papa Gregorio XIII promulgó una reforma del calendario juliano que adoptó el nombre de calendario gregoriano y que pasó a ser el calendario institucional de la Iglesia católica y el más utilizado en todo el mundo.
Según defiende la profesora Ana María Carabias Torres en su libro Salamanca y la medida del tiempo (Universidad de Salamanca, 2012), la reforma del calendario juliano fue exigida y promovida por un grupo de enseñantes de la Universidad de Salamanca a principios del s. XVI, a partir de las Tablas alfonsíes (s. XIII) que, a su vez, partían de las Tablas toledanas (s. XI). El motivo principal de esta reforma del calendario juliano fue de carácter litúrgico, es decir, para ajustar las celebraciones y festividades cristianas a una fecha concreta más exacta, especialmente para la Pascua, a partir del equinoccio de primavera. Esta necesidad de ajuste se había observado ya en el primer Concilio de Nicea (s. IV).
DESCRIPCIÓN DEL CALENDARIO
Igual que el calendario juliano, el calendario gregoriano tiene su origen en el nacimiento de Cristo, inicio de la era cristiana. Ambos cuentan con 365 días, a los que se añade un día aproximadamente cada cuatro años, en los denominados años bisiestos.
Las principales diferencias de cómputo entre el calendario juliano y el gregoriano son que el gregoriano es unos minutos más corto que el juliano y que, en el año de su instauración, el calendario gregoriano perdió 10 días con respecto al juliano. Aparte de las diferencias en el cómputo, los dos calendarios presentan también notables diferencias en su liturgia: el calendario juliano es seguido por buena parte de las iglesias ortodoxas y el calendario gregoriano, por la totalidad de iglesias católicas y la mayoría de iglesias protestantes salidas de la Reforma Luterana.
El calendario gregoriano está compuesto por doce meses solares, es decir, el periodo de días que, teóricamente, dura el tránsito del Sol por cada una de las doce constelaciones zodiacales de la eclíptica. El nombre de los meses del calendario gregoriano también sigue la tradición latina del calendario juliano, mezclando nombres que hacen referencia a dioses o planetas (enero, febrero, marzo, abril, mayo y junio), emperadores romanos (julio y agosto) y números (setiembre, octubre, noviembre y diciembre). Los meses tienen 30 y 31 días intercaladamente, excepto el mes de febrero, que tiene 28 (o 29, si el año es bisiesto).
La semana (del latín septimana) agrupa un ciclo de siete días relacionados con los siete planetas conocidos en la antigüedad, todos ellos claramente identificables excepto el domingo, que en origen hacía referencia al Sol (dies Solis) y posteriormente pasó a considerarse “día del Señor” (dies Dominicus). En cuanto al sábado, se han propuesto dos explicaciones: “día de Saturno” (dies Saturni) o una referencia al sabbat hebreo.