Crónica "Patrimonio y religiones vivas: las comunidades de Barcelona en el Museo Etnológico y de Culturas del Mundo" #nitreligions2025

El 20 de septiembre de 2025, el MUEC (Museo Etnológico y de Culturas del Mundo) presentó una segunda edición de la actividad ”Patrimonio y religiones vivas: las comunidades de Barcelona en el Museo Etnológico y de Culturas del Mundo”, coorganizada por la OAR (Oficina de Asuntos Religiosos) y el MUEC, que consistió en cuatro visitas comentadas sobre el hinduismo, el budismo, la cosmovisión barro y la tradición yoruba, de la mano de personas pertenecientes o con vinculación a estas tradiciones religiosas.

La actividad formaba parte del programa de la décima edición de La Noche de las Religiones. Convicciones y creencias en diálogo, organizada por el AUDIR (Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso).

Los museos actúan como puentes entre la historia y la vida cotidiana y facilitan el diálogo con la ciudadanía. Las exposiciones reflejan históricamente imaginarios culturales y dinámicas coloniales que han condicionado la forma de mostrar la diversidad. En este contexto, el pluralismo religioso y cultural de Barcelona se presenta no solo como un legado histórico, sino también como una realidad viva que moldea la ciudad y enriquece la convivencia.

Las visitas comentadas permitieron experimentar este diálogo de forma directa, con miembros de varias comunidades religiosas o personas con un vínculo profundo con ellas, que compartieron su mirada sobre los objetos patrimoniales: qué representan para su comunidad, las creencias y prácticas asociadas, así como la historia y el contexto que consideran relevantes para comprender cada pieza. Así, los objetos dejan de ser solo elementos expuestos y se convierten en testimonios de memoria, identidad, cultura y espiritualidad. Esta interacción ofreció a las personas asistentes la oportunidad de profundizar en la comprensión de las tradiciones y los rituales que hoy siguen formando parte del tejido religioso de la ciudad.

Este año, la visita al MUEC (Museo Etnológico y de Culturas del Mundo) comenzó con la colección de Asia, con un ritual de bienvenida. Nyoman Hardian Dewi, originaria de Bali, de religión hinduista y referente cultural y religiosa del grupo Gamelan Barasvara del Museo de la Música de Barcelona, realizó una ofrenda como muestra de agradecimiento a los dioses y de respeto a los espíritus que habitan los espacios del museo. Flores, incienso y arroz acompañaron el baile Tari Pendet, una danza tradicional de bienvenida que, originariamente, se realizaba dentro de los templos y que hoy también se utiliza en actos culturales.

Tras esta ofrenda, el público pudo conocer de cerca el mundo del wayang kulit, uno de los grandes tesoros del arte escénico de Java y Bali. Se presentaron los títeres Hanuman (Java, Indonesia, finales del s. XIX–principios del XX) y Arjuna (Java, Indonesia, s. XIX). Nyoman explicó que estos títeres, de cuero o madera y vinculados a las epopeyas hindúes del Mahabharata y el Ramayana, representan a héroes como Áryuna —guerrero valiente y caballeroso— y Hanuman, el rey mono, símbolo de lealtad y del bien.

En la presentación también pudieron verse diferencias entre dos tipologías de títeres. Por un lado, el wayang kulit, de piel de vaca o búfalo, más fino y pensado para jugar con las sombras. Por otro lado, el wayang klitik, elaborado en madera y con colores más vivos, que produce un sonido característico (“clític-clític”) al ser manipulado y que da un tono más vibrante a las representaciones.

A través de las piezas, se mostró la diversidad cultural de Indonesia, un país con más de 17.000 islas y una riqueza artística inmensa. Nyoman Hardian destacó las diferencias entre las tradiciones: mientras que en Java las representaciones de wayang kulit se celebran habitualmente de noche y se acompañan del gamelan (un conjunto de música de instrumentos tradicionales), canto y oración, en Bali son parte de ceremonias religiosas y el titiritero, a menudo un sacerdote, actúa con instrumentos de gender y en horario diurno.

El recorrido permitió entender que, más allá del valor estético, estas piezas tienen un profundo significado espiritual. En Bali, donde la mayoría de la población es hinduista, se cree que los objetos conservan espíritus, por cuyo motivo la ofrenda inicial fue un paso imprescindible para abrir la puerta a la actividad y asegurar que todo fluyera en armonía.

A continuación, la colección de Asia se dirigió a dos piezas de origen, de la mano de Ani Chöpal, maestra de meditación del Centro Samye Dzong Barcelona y monja budista. Ani Chöpal escogió dos figuras para explicar su significación: Buda Sakyamuni y Chenrezig, el buda de la compasión.

En relación con la pieza de Buda Sakyamuni (Tíbet, 1400-1600), Chöpal nos narró la vida de Siddharta Gautama, Buda, y recordó cómo el joven príncipe abandonó el palacio después de ver por primera vez la enfermedad, la vejez y la muerte. Estas experiencias le llevaron a comprender que nadie estaba exento y que todos formaban parte del sansara, el ciclo de sufrimiento constante en el que los seres están atrapados: nacimiento, enfermedad, envejecimiento y muerte. Tras años de ascetismo y meditación, se sentó bajo el árbol Bodhi y, después de vencer las tentaciones y los miedos (“mares”), alcanzó la iluminación y se convirtió en el Buda: “el despierto, el que sabe ver”. Esta realización mostró que hay un camino hacia el nirvana, la liberación del círculo del sansara, y que este camino implica reconocer y transformar el ego y las emociones que nos encadenan. Como decía Ani Chöpal: “Primero hay que mirarse a sí mismo, verse las emociones negativas, y solo así se puede empezar su liberación”.

La segunda pieza que presentó fue la escultura de Bodhisattva Sadaksari Lokésvara (Tíbet, s. XIV-XV), una imagen de Chenrezig de cuatro brazos, conocido también como Avalokiteshvara. Simboliza los cuatro “inconmensurables”: amor, compasión, alegría y ecuanimidad. Ani Chöpal subrayó que, cuando se realiza la práctica de Chenrezig, no se trata de pedir ayuda externa, sino de activar su propia compasión: “No es que Chenrezig nos ponga la compasión; eso ya lo tenemos. Nos ayuda a despertarla, al igual que Buda: nuestra naturaleza ya está allí, solo que está tapada por las ofuscaciones”.

El mantra om mani padme hum es clave en esta práctica. Om representa el cuerpo de todos los budas; mani significa “joya” en sánscrito; padme es “loto”, y hum es la mente de todos los budas. Cuando decimos om mani padme hum estamos invocando a Chenrezig y a todas sus cualidades. La monja advirtió que no se trata simplemente de “repetir como un mantra”, sino una práctica sagrada que se refleja en el comportamiento: “cuando lo haces bien, notas que aumentan el amor y la compasión dentro de ti”. En definitiva, en palabras de Ani Chopal, representa una invitación a recordar que, “en potencia, ya somos budas”.

Tras una pequeña pausa, se pasó a la colección del continente de África y dio inicio a la visita Deborah Ekoka, gestora cultural y mediadora afrocentrada, quien presentó la cultura barro y las piezas del patrimonio estatuario eyema byeri (Guinea Ecuatorial, s. XIX). Nos describió cómo los barro, la etnia principal del territorio de Guinea Ecuatorial, tenían una cultura fuertemente patrilineal y vinculada al trabajo de la madera. Así, las figuras byeri son centrales en la cosmovisión: no son objetos de culto, sino guardianes de la memoria del linaje. La palabra byeri significa “hueso”. Los byeri iban encima de unas cajas cilíndricas donde se conservaban partes de los cráneos de “personas ilustres de los barro”. Las esculturas byeri eran el puente, un “anclaje” entre el mundo de los vivos y los muertos.

No todo el mundo podía verlas: solo los iniciados en los rituales de espiritualidad tenían acceso a ellas. Formaban parte de ceremonias de purificación y danzas, a menudo acompañadas de plantas visionarias, con la función de resolver problemas colectivos y mantener la comunicación con los ancestros. Los byeri eran también cuidados con aceite de palma o sangre de animal, símbolos de fuerza y vitalidad.

Con la colonización, muchas de estas piezas se expoliaron, se quemaron o se arrojaron a los ríos. Ekoka planteó la pregunta: “Si estas piezas eran para comunicarse con los ancestros, ¿qué pasa cuando se las quitamos?”. El debate sobre la restitución es central hoy en día. Ekoka concluyó insistiendo en la necesidad de reconocer estas piezas no solo como arte, sino como cosmovisión viva, y repensar colectivamente cuáles deben ser sus formas de preservación: “Si decimos que no se devuelven las piezas porque no hay espacios para preservarlas, entonces seguimos imponiendo una manera eurocéntrica de cómo deben preservarse estas piezas, que pertenecen a cultos africanos”.

La última intervención corrió a cargo de Ana Guillamet, nacida en Santarém (Brasil), de origen quilombola (*) y herencia africana, quien inició hace ocho años su sacerdocio en la umbanda, religión afrobrasileña con profundas raíces yorubas. Presentó una figura de Osun, diosa del agua dulce y los ríos (Yoruba, Nigeria, primer tercio del s. XX) vinculada a la fecundidad, la creación, la cooperación y la energía vital. Como decía Guillamet: “Estoy muy orgullosa de hablar de ello, porque yo soy hija suya”. También mostró una bandeja ritual Ifa (Yoruba, Dahomey, actual Benín, finales del s. XIX–inicios del s. XX). La sacerdotisa explicó que Osun guía la adivinación y el conocimiento espiritual a través de las caracolas, que se colocan en las bandejas y permiten responder a preguntas personales y colectivas, y se convierten así en una herramienta de transmisión del saber ancestral.

Su intervención hizo hincapié en el sincretismo como forma de resistencia durante la esclavitud y las explotaciones coloniales, especialmente en Brasil, en las plantaciones del café, donde nacieron el candomblé y la umbanda. Las divinidades africanas se identificaron con figuras del catolicismo para proteger su práctica espiritual: por ejemplo, Osun se asocia a menudo con la Virgen. Sin embargo, Ana nos explica que el 8 de diciembre es el día de celebración deOsun dentro de la umbanda.

Según Guillamet, la religión umbanda trabaja el cuidado espiritual y emocional, fomentando “resistencia, resiliencia y fraternidad”. Los rituales colectivos permiten escuchar, abrazar y compartir el dolor sin atacar ni despreciar. “Podemos conseguir a muchas personas que necesitan la frecuencia vibracional del amor, nuestro trabajo colectivo”. Para Guillamet, ver la figura de Osun en un museo es también un motivo de orgullo e inspiración: “La madre de nuestra casa era Osun y es una inspiración presentarla”.

(*) Kilombola es una persona afrodescendiente que forma parte de las comunidades originadas por personas esclavizadas que huían de las explotaciones coloniales (quilombos). Históricamente, se crearon estos asentamientos como actos de emancipación para escapar de la esclavitud.