JUDAÍSMO | Rosh ha-Shaná
En hebreo, Rosh ha-Shaná significa literalmente ‘fin de año’, y hace referencia al primer día del mes de tishréi, que es el primer mes del año civil del pueblo judío. El judaísmo tiene un solo calendario, pero varios inicios de año, según su uso. Rosh ha-Shaná marca, pues, el punto de partida del año laboral y de los años sabáticos y jubilares. Su ubicación dentro del calendario lunisolar lo acerca al equinoccio de otoño, que se mueve entre los meses de setiembre y octubre del calendario gregoriano.
Rosh ha-Shaná es un día festivo no laborable donde se celebra el inicio del año y la creación del mundo. La tradición aconseja prepararse para esta festividad unos días antes, especialmente el último día del mes anterior, elul, donde se suele ayunar y hacer obras de caridad.
Por fin de año, las personas judías suelen visitar la sinagoga y leer textos religiosos propicios: el salterio (Tehillim), poemas y oraciones de reflexión (selijot) y otras oraciones festivas contenidas en las colecciones denominadas majzorim. Entre los pasajes de la Torá, se leen especialmente aquellos que hacen referencia a la historia de Abrahán y su hijo Isaac.
EL SIMBOLISMO DE ROSH HA-SHANÁ
La preparación para Rosh ha-Shaná reside en el estado de arrepentimiento (teshuvá) o retorno a los orígenes de manera sincera y profunda. Todos los pecados o acciones equívocas cometidos anteriormente (durante el año o ciclo anterior) se lanzan simbólicamente al agua en un rito purificador llamado tashlij.
El inicio del año se relaciona inequívocamente con la creación del mundo, que es, sobre todo, la creación del ser humano a partir del “polvo de la tierra” y del “aliento de vida”. Así, la tradición relaciona este aliento con los soplos rituales que se efectúan con el shofar, un cuerno de animal, durante esta festividad. Por eso, Rosh ha-Shaná es conocido tanto como el día del soplo (yom teruah) como el día del juicio (yom ha-din), ya que el Talmud explica que durante el fin de año se abre el libro donde se escribe nuestro destino. De este modo, el origen, el destino y el fin de la vida se encuentran en un mismo día en la celebración de Rosh ha-Shaná.
En el judaísmo, los días empiezan oficialmente con la puesta de sol, así como el año civil empieza con el equinoccio de otoño. La relación de Rosh ha-Shaná con el otoño también es una referencia al momento de la siembra dentro del ciclo agrario, especialmente de los cereales.
Los dulces que se comen por Rosh ha-Shaná suelen ser frutas, expresión de potencia y fertilidad, especialmente dátiles de palmera, manzanas (en mermeladas) y granadas (significativas por la gran cantidad de semillas que contienen).