Cristina Bortolotti tiene 55 años. Italiana de origen, hace quince años que vive en el barrio de La Marina del distrito de Sants-Montjuïc. Además, desde el 2020 también trabaja como técnica de salud pública.
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¿Cómo te enteraste de que existía la posibilidad de participar?
Es la primera vez que participo en un proceso así. Estuvo en mi trabajo donde leí en el diario de La Marina que se iniciaba la Comisión de Seguimiento de La Marina del Prat Vermell y eso me llevó en el Consejo de Barrio, un órgano que hasta entonces me parecía una cosa muy lejana.
Allí, conocí el proceso participativo para la remodelación del paseo. Sí que había oído alguna vez que existían estos espacios, pero no me había decidido a ir porque no acababa de saber exactamente qué eran. Esta vez me animé y entendí que podía hablar, opinar e intervenir en las decisiones.
- ¿Qué te motivó a participar?
Antes venía a dormir en el barrio y ya está. Ahora que trabajo he podido conocer más el vecindario y, al mismo tiempo, he entendido que éste es un barrio en construcción y que hay ideas para hacer cosas nuevas; cuando se abre la puerta a imaginar un barrio diferente, es cuando me animo a implicarme. El hecho de que se planteara un tema concreto como el paseo, acabó de convencerme. Ahora soy consciente de que hay límites y que los cambios son lentos, pero creo que es importante que cada uno haga sentir la suya voz.
- ¿De qué manera has participado?
En las sesiones temáticas he podido preguntar y he recibido respuestas coherentes por parte del Ayuntamiento; en los debates, tanto con las figuras técnicas como con el resto del vecindario, he aprendido cosas e, incluso, he cambiado algunos puntos de vista iniciales. Por ejemplo, en cómo tenía que ser el carril bici después de hablar con un hombre que se mueve con silla de ruedas. Creo que la información técnica que se ha aportado está muy bien elaborada y argumentada y que, al mismo tiempo, el proceso se ha ido adaptando y ampliando con más sesiones por abordar los temas que proponían los vecinos y vecinas y para recoger las propuestas que iban surgiendo.
- ¿Has hecho alguna propuesta?
Sí. En las marchas exploratorias puse de manifiesto que una parte del paseo no tiene ninguna sombra y quedó recogido: hacen falta sombra, bancos y puntos de agua porque en las épocas de calor tenemos un problema. También aporté ideas sobre el acceso a Montjuïc porque nuestro barrio está al lado, pero el acceso es muy difícil.
Y finalmente puse de manifiesto que la idea del “verde urbano”, con pozos de agua donde el agua drena y crecen las plantas como en un bosque donde puedes entrar, está sólo un nido de ratas y no creo que sea un modelo para una calle como el de Ulldecona que a priori es para los peatones, pero en el cual pasan coches y no sabes exactamente dónde acaba la acera y empieza la calzada.
- ¿Después de la participación en este órgano, valoras que se ha cumplido tu expectativa?
Antes no sabía exactamente cómo se tomaban las decisiones y claro está que comentaba las cosas con la gente y amistados, pero desde la queja fácil. Era más perezosa, pero he cambiado el chip porque ahora sé cómo puedo implicarme en lo que pasa en mi entorno. Y eso me gusta.
Ahora, entiendo la diferencia entre quejarse y ya está, y ser crítica desde la confrontación de ideas, información y argumentos que, además, amplían tu mirada. He podido expandir mi conocimiento con las explicaciones de los expertos y siempre soy muy crítica, pero mi expectativa se ha cumplido porque el hecho de participar me ha puesto en mi lugar: desde la humildad, he entendido que soy una más, pero que mi opinión cuenta.
- ¿Crees que estos espacios de participación son efectivos para incluir la diversidad de miradas y voces?
Los perfiles no se escogen a priori y no se cierra la puerta a nadie, pero es cierto que no se llega a la diversidad real y no sé hasta qué punto se hace un esfuerzo para que sea así. El cierto es que normalmente éramos alrededor de cincuenta personas y prácticamente siempre blancas y europeas, aunque en este barrio hay mucha interculturalidad.
Yo soy italiana, pero hace tiempo que vivo aquí y ahora ya oigo que éste es mi entorno, y por eso quiero influir, pero llegar a este punto no es fácil para todo el mundo. En más, siempre hay mucha presencia de la gente que ya está asociada, pero sí que he visto, que, poco a poco, el resto de la gente también se animaba a intervenir, aunque desgraciadamente siempre predomina la voz masculina.
- ¿Qué destacas positivamente? ¿Qué mejorarías?
El más positivo desde el ámbito municipal es el esfuerzo honesto y generoso por preparar las sesiones con tanta profundidad e información y, por mi parte, el hecho de haber ampliado mi conocimiento y mi criterio.
Lo más negativo es ver que hay pocas personas implicadas y pienso que es por desconocimiento. Por eso, creo que la difusión se tiene que cambiar del todo: no hay bastante con colgar un cartel, sino que hace falta ir a los lugares donde la gente se relaciona y explicarlo bien.
- ¿Qué te ha aportado personalmente participar? ¿Algún aprendizaje?
He aprendido a ser más tolerante y paciente porque he entendido mucho mejor cómo funcionan las cosas y ahora tengo más criterio para ir más allá de la crítica fácil.
- ¿Volverías a participar otra vez?
Sí, sobre todo si está en mi barrio porque en mi momento vital oigo que lo más importante para mí es el entorno próximo: es a partir de cosas concretas, como decidir cómo tiene que ser una calle, que creas vínculos y relaciones personales que enriquecen la comunidad. En Barcelona todavía hay la idea y el sentimiento de barrio (en Italia, que es el país que yo también conozco, no es tanto) y eso me gusta porque promueve una identidad y una implicación mucho más próxima.