La Mundeta vivía en la calle Otger, número 9, en la misma casa que hay a día de hoy en esta dirección. En torno a 1918 propuso a algunos vecinos un tipo de servicio de banco con retorno de la inversión. Los vecinos aportaban cinco pesetas y una semana después podían retirar seis. Aunque el negocio se parecía sospechosamente a la expresión popular de los duros a cuatro pesetas, los beneficios rápidos la hicieron muy popular en el barrio y mucha gente hizo aportaciones durante un año y medio.
La realidad, sin embargo, es que La Mundeta pagaba los beneficios de los inversores más antiguos con las entradas de capital más nuevas. Detrás de la estructura que había formado no había nada más que humo y un año y medio después colapsó cuando abrieron un banco de verdad delante de su casa y cuando dos vecinos más imitaron su fraude. Entre unos y otros la dejaron sin suficientes ingresos nuevos para cumplir con los compromisos anteriores.
La Mundeta había urdido toda esta trama sin saber ni leer ni escribir. Era analfabeta y eso la salvó de ser condenada: como no había nada por escrito no se pudo probar lo que denunciaban los estafados. Las últimas noticias que se tienen son de 1931, cuando publicó un anuncio en La Vanguardia para informar que seguía trabajando para poder devolver el dinero estafado más de una década antes.