La parte norte del territorio hacia donde se extendió el núcleo del Clot era conocida como el barrio de la montaña, y comprendía el actual Camp de l’Arpa y el Guinardó. Mantuvo su peso agrícola hasta mediados del siglo XIX, cuando se empezó a urbanizar.

El topónimo de Camp de l’Arpa procede, probablemente, de un dolmen que hubo en esta zona. Figura citado en un documento del año 1037 del Cartulario de Sant Cugat, con la forma ad ipsa archa, con motivo de una confrontación de límites. El nombre actual sería una deformación del original.

Desde el punto de vista urbanístico, el Camp de l’Arpa se resistió al plan de ensanche de Ildefons Cerdà aprobado en 1859. Los intereses de los propietarios y la oposición de los miembros del Consistorio hicieron que la mayor parte de las aperturas de las calles nuevas se interrumpieran al llegar al barrio. Por eso, las calles de Còrsega, del Roselló y de Provença mueren a la altura del trazado de la calle de Rogent.

Este hecho ha permitido mantener algunos pasajes del siglo XIX, como los del Sospir, del Trinxant, del Pistó, etcétera, que proporcionan una imagen insólita a comienzos del siglo XXI. Otro testigo del pasado agrícola es la masía de Can Miralletes, en el extremo superior del barrio. La plaza de Can Robacols, reformada recientemente, y especialmente la calle de Rogent, para peatones, son elementos primordiales para aglutinar la vida del barrio.