El topónimo Sarrià proviene del nombre Sirriano, que aparece mencionado por primera vez en el año 986. El origen de la municipalidad de Sarrià puede situarse hacia los siglos XIII-XIV. A finales del siglo XV, el poblamiento de Sarrià ya era bastante significativo. El núcleo situado en torno a la iglesia y el existente en las masías de fuera de la villa formaban una sociedad rural que fundamentaba su economía en el rendimiento de la tierra. Con el tiempo, se fue transformando en una sociedad urbana de menestrales y artesanos que, con la proliferación de torres y chalés de veraneo (siglos XVI-XVII), adquirió una gran importancia.

A principios del siglo XX, Sarrià se convirtió en uno de los núcleos más ricos y poblados del llano de Barcelona. A partir de 1850, Sarrià vivió, principalmente, de las actividades relacionadas con la construcción, y su población, hasta entonces formada por campesinos y artesanos, pasó a tener un núcleo de menestralía importante. En el último tercio del siglo XIX ya se planteó su agregación a Barcelona. Sarrià se opuso y fue, junto con Horta, el único municipio del llano que pudo evitarla en 1897. En 1921 se reabrió el expediente de agregación, a petición del Ayuntamiento de Barcelona. Fue tramitado con una gran rapidez y, el mismo año, a pesar de la oposición de los vecinos de Sarrià, quedó agregado a la ciudad por real decreto, y fue el último pueblo del llano en incorporarse a Barcelona.

El Sarrià de hoy combina los rincones donde se puede rememorar con facilidad el antiguo pueblo rural, sobre todo por los alrededores de la calle Major de Sarrià, con las zonas modernas y las grandes vías de comunicaciones.