Todo el mundo que conoce Sarrià sabe que tiene un ambiente muy similar al de un pueblo pequeño. De hecho, fue un municipio independiente hasta 1921 y esta esencia todavía se conserva. Solo hay que pasear un rato por la calle Major para darse cuenta de que todo el mundo se conoce desde hace años, que el comercio de proximidad todavía sobrevive y que, en definitiva, la zona mantiene el calor y la vecindad de toda la vida. “Una pregunta que solemos hacernos es ¿eres hijo y vecino o solo vecino?”, explica Montserrat Morera, presidenta del Centro Cultural Sant Vicenç de Sarrià.

Sarrià fue un pueblo rural, desarrollado en torno a la iglesia de Sant Vicenç, que se volvió menestral.

Situado en la parte alta de la ciudad y bastante próximo a la montaña de Collserola, el núcleo limita con el barrio de Pedralbes y el de las Tres Torres y lo atraviesan grandes vías como la ronda de Dalt. No obstante, el ambiente es bastante tranquilo y es fácil encontrar calma en cualquiera de sus calles estrechas y pasajes encantadores.

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Plaza del Consell de la Vila

Un municipio menestral

La municipalidad de Sarrià se sitúa hacia los siglos XIII-XIV. Este pueblo rural, desarrollado en torno a la iglesia de Sant Vicenç, pasó a ser menestral. No era, pues, una zona señorial como las de los alrededores, pero la llegada del ferrocarril, en 1863, fomentó la construcción de chalés de veraneo como la Casa Alemany o la Quinta San Isidro, todavía en pie.

Los vecinos de Sarrià no querían que el municipio formara parte de Barcelona, pero se acabó anexionando a la ciudad por real decreto. Sarrià, pues, es un barrio desde hace décadas, pero muchos de los rincones que conserva transportan a su pasado. Es el caso de la plaza del Consell de la Vila y de la calle de Vidal i Quadras, donde se encuentra la Torre d’Aigües, construida para asegurar el abastecimiento de agua del municipio. Existen, sin embargo, edificios todavía más antiguos, como la Casa Forcada, Cal Lot o Cal Garriga, que mantienen el aire rural de siglos atrás.

Aunque la zona antigua de Sarrià se extiende a ambos lados de la calle Major, eje en torno al cual creció el antiguo municipio, hay que destacar otros núcleos, como Can Caralleu, el Peu del Funicular y la zona limítrofe con el barrio de Pedralbes, porque hay que tener en cuenta la importante relación histórica de Sarrià con el Monasterio de Pedralbes.

El barrio mantiene el calor con un tejido asociativo muy fuerte y con entidades que organizan todo tipo de actividades para no perder la esencia de pueblo.

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“En Sarrià, las dinámicas de pueblo conviven con las de barrio dormitorio y barrio repleto de escuelas”.

Marta Masats, presidenta de la Asociación Cultural Casa Orlandai

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“Aquí todas las familias nos conocemos. Vas por la calle y saludas a todo el mundo”.

Montserrat Morera, presidenta del Centro Cultural Sant Vicenç de Sarrià

Un tejido asociativo en plena forma

Este pasado de municipio independiente donde todo el mundo se conocía ha propiciado que el barrio mantenga el calor y tenga un tejido asociativo muy fuerte. Entidades como el Centro Cultural Sant Vicenç, la Asociación Cultural Casa Orlandai, el Centro Excursionista Els Blaus o La Sarrianenca organizan todo tipo de actividades para no perder esta esencia de pueblo. La mayor prueba de la fortaleza del tejido asociativo de Sarrià es la fiesta mayor, durante la cual estas asociaciones abren sus locales a todo el mundo.

Desde hace unos años, la fiesta mayor tiene algunas singularidades, como la competición entre dos equipos que responden a los nombres de los Vicençs y los Rosers, los cuales deben superar pruebas, como un concurso de triples, una competición de comer flanes, una carrera de sacos, la bajada de carros (construidos por los mismos participantes) o un juego de pistas. Otra actividad destacable es el concurso “Engalana tu balcón”. Así lo explica Marta Masats, directora de la Asociación Cultural Casa Orlandai: “Los vecinos ceden una parte de su casa para que todo el barrio pueda disfrutar de ella; es una combinación entre el espacio privado y el público muy positiva. Estamos muy orgullosos”. También puede destacarse el Pasacalle de las Escuelas, en que los estudiantes organizan un desfile con los gigantes, los cabezudos y los diables.

Un barrio, muchas realidades

El vecindario, muy vinculado al tejido asociativo, también se muestra satisfecho del gran número de equipamientos de que dispone. “¡Tenemos equipamientos de sobra! Y es que muchas casas señoriales se han convertido en centros cívicos”, explica Morera. Es el caso de la Casa Orlandai, famosa por sus magníficas vidrieras, y la Vil•la Cecília.

El diseño urbanístico del casco antiguo de Sarrià ha facilitado que se haya implantado el sistema de recogida de basura puerta a puerta, que ha significado que el barrio sea el lugar de la ciudad donde más y mejor se recicla.

No obstante, todavía hay problemáticas que combatir. Es el caso de la gentrificación, que ha afectado a Sarrià antes que a otros barrios: “Personas con un nivel de renta elevada vinieron hace años, pero eso no quiere decir que se trate de un núcleo de clase alta exclusivamente”, explica Masats. “Aquí también hay gente que lo pasa mal”. Así pues, en el barrio se mezclan varias realidades que desmienten que se trate de un “barrio rico”, como a menudo se piensa.

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“Sarrià es un pueblo dentro de Barcelona. Es muy tranquilo y la gente es muy culta y educada”.

Núria Esteve, vicepresidenta de la Asociación de Vecinos de Sarrià y miembro de La Sarrianenca

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Parque del Castell de l’Oreneta

El carácter perdura

Al hablar de Sarrià, tampoco se puede obviar una gran ventaja: la gran cantidad de zonas verdes. “Tenemos la suerte de poder disfrutar de parques como el del Castell de l’Oreneta o los jardines de Santa Amèlia”, afirma Núria Esteve, miembro de la Asociación de Vecinos de Sarrià y de La Sarrianenca. El núcleo también cuenta con espacios como los jardines de Can Sentmenat, que rodean otra maravillosa finca histórica del barrio.

Pero si hay algo que destaca de Sarrià es su personalidad. El hecho de que fuera el último pueblo del llano anexado a Barcelona todavía le imprime carácter, y es una circunstancia que se nota en el día a día: “Actualmente seguimos poniéndole gasolina a este calor, que se mantiene a través de los caus, los esplais y las iniciativas que fomentan la red entre el vecindario”, concluye Masats. Todo para alcanzar el reto de seguir funcionando como un “pueblecito” dentro de Barcelona.

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Plaza Sant Vicenç de Sarrià