Tradicional salutación de los escritores de Sant Jordi

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25/04/2024 - 08:00 h

Feliz día a todas y todos. Y gracias, Ayuntamiento de Barcelona, por haberme invitado a decir unas palabras para celebrar este Sant Jordi. Hoy yo estoy aquí, pero podría estar cualquier otro traductor. Trataré de hablar en nombre del colectivo y seré muy breve, como me han pedido. Alguien quizá dirá que este año el desayuno es de «escritores y traductores». Pero a los traductores esto nos parecerá inadecuado, una tautología. Los traductores somos escritores. Los traductores literarios de oficio escribimos cada día muchas horas y hacemos literatura. Cuando hacemos de traductores nos ahorramos el trabajo ─admirable─ de construir tramas, inventar personajes, crear ambientes, pero debemos hacer que el argumento se entienda bien, que los diálogos de los personajes sean creíbles, que las atmósferas sean exactamente la de las brugueras de Yorkshire, la de Yoknapathawpa, la de la evocadora sintaxis proustiana… Y que lo que es poesía en una lengua también lo sea en la otra. Cuántos de los que estáis aquí no se han alimentado de Kafka, de Woolf, de Chéjov. La literatura es un diálogo continuo que se extiende por el espacio y el tiempo: un diálogo entre presente y pasado, entre obras del país y obras de afuera.

No voy a hablar de «la visibilidad del traductor» porque, ¿no dicen que un buen traductor debe ser invisible? Prefiero hablar de reconocimiento. Y reconocimiento significa valorar todo el trabajo que hay detrás de la traducción de un libro. Quiere decir no citar libros de autores de fuera sin decir el nombre del traductor, como si el autor hubiera escrito el libro en catalán; significa valorar la calidad de una traducción y remunerarla adecuadamente. Decía Pushkin que «los traductores son las mulas de carga de la cultura» y, aun así, a los traductores, como a la mayoría de campesinos, nos gusta nuestro trabajo y muchos no lo cambiaríamos por otro. Pero también nos gusta no tener que perdernos en trámites burocráticos, poder criar bien a nuestros hijos y no tener que trabajar más horas que un reloj para, a veces, ni siquiera llegar a eso que llaman «fin de mes», aunque nosotros, como los campesinos, no nos regimos por meses ni por laborables y festivos. En un país normal los traductores y campesinos deberíamos poder vivir dignamente de nuestro trabajo nutritivo. En la práctica, muchos campesinos y muchos traductores deben buscarse otro trabajo para poder salir adelante.

«Traducir es hacer un viaje por un país extranjero», dice George Steiner, y el traductor vuelve a casa con la maleta llena de ideas, texturas y miradas nuevas, que añade a las nuestras de modo que no estorben nuestro paisaje intelectual y espiritual, sino que lo ensanchen. En cada traducción existe una reflexión y un trabajo sobre el modelo de lengua y con el buen cultivo de las semillas que llevan los vientos de otras tierras, la lengua siempre gana. «El trasvase de una lengua a otra no duele a la lengua de acogida, sino que la enriquece», dijo Goethe. La lengua de acogida que entre todos labramos, y hoy vemos sus frutos. ¡Recojámoslos y saborémoslos, cada día, y especialmente hoy, Sant Jordi, patrón de los campesinos y Día del Libro!

Marta Pera Cucurell.