Manolo Gómez Romero: “Para mí la pintura es pintura, ni es gitana, ni es paya”

Manolo Gómez Romero es pintor gitano, autodidacta, abstracto y flamenco. Su arte busca la inspiración entre las falsetas de las guitarras de la familia, emparentada con Diego del Gastor, el blanco movimiento de las paredes de Andalucía, la influencia de la mujer y la familia de Barcelona, los grandes ceramistas y los expertos del arte. Premio del Instituto de Cultura Gitana en 2012 en la modalidad de pintura ganador de la 30.ª edición del Concurso Artístico Internacional Amico Romo 2023 en la categoría pintura y escultura.

Manolo nos abre las puertas de su taller en Sarrià para hablar con profundidad sobre su trayectoria, las barreras con las que se encuentra un pintor gitano en el mundo del arte, y cómo esto puede marcar su carrera.

El 29 de noviembre participaste en la actividad ‘Plástica gitana’, organizada por el Espai Avinyó, ¿cómo fue?

Fue la primera vez que mantuve un diálogo sobre plástica gitana en Cataluña, en el que se me ofreció un espacio para contar mi historia y reivindicar que se haga algo por la cultura gitana. Además, me motivó que la actividad fuese en La Modelo.

¿Cuándo surgió tu interés por la pintura?

Apareció de muy pequeño, cuando vivía en El Coronil, un pueblo de Sevilla. Mi madre pintaba con cal y a mí me fascinaba porque veía formas: un caballo, un personaje... Y cuando mi madre tendía la ropa, me paraba a mirar la sombra que hacían las prendas cuando les daba al sol.

¿Y el flamenco estuvo presente en este proceso de empezar a pintar?

El flamenco siempre ha estado muy presente en la familia. Yo soy gitano, y vengo de una familia muy humilde y representativa dentro del mundo del flamenco. Mi prima hermana es Juana Amaya, una bailadora muy reconocida y mis primos viven del flamenco. Mi madre es de El Coronil y mi padre era de Morón (Sevilla), donde el flamenco tiene mucho peso. Pero mi padre siempre me decía que estudiara, porque el saber no ocupa sitio y que el flamenco siempre lo tendríamos presente.

Yo, a diferencia de mi familia, ni sé cantar, ni sé bailar...  Solamente sé hacer garabatos. Mi padre, por ejemplo, me decía “A ver niño, cuando me pintas una liebre o un galgo, porque tú sólo sabes hacer garabatos”.

Y ya de adulto, ¿cómo se desarrolló tu carrera como pintor?

Yo tenía muy claro que me gustaba la pintura, pero que fuera a ser pintor no. Mi primer contacto con el mundo del arte se produjo cuando conocí a mi mujer en un avión. Ella viene de una familia que se dedica al mundo del arte, mi familia también, con el flamenco. De hecho, yo he aprendido mucho de su mundo y ella ha aprendido mucho del mío. Por casa de mi suegra, que sabe mucho de pintura, han pasado desde Miró hasta Barceló y su padre fue el mejor ceramista del mundo en el siglo XX.

Cuando vine a vivir a Barcelona pasé diez años siendo pintor autodidacta. Mi suegra me llevó a ver como los artistas consagrados trabajaban en sus estudios, cosa que o estudias bellas artes o no entras. También hay que resaltar que hasta que no tuve algo que decir, ella no me dejó exponer. Me decía que hay que tener una unidad y un criterio porque en el arte todos copiamos de todos, aunque hay que digerirlo y sacarlo a tu manera.

¿Y con tus obras qué quieres transmitir?

Considero que mi obra tiene mucho movimiento y a la vez equilibrio. Y equilibrar una obra no es fácil. La pintura es plana, trabaja con dos planos y a través del color llega a la profundidad. Lo mismo que la escultura. Para mí el blanco es la pureza y el negro es la fuerza.

En la actividad se desarrolló un debate alrededor del término plástica gitana, realmente ¿crees que existe este término o es problemático?

Para mí la pintura es pintura, ni es gitana, ni es paya. Cuando aprietas un bote de pintura, sale un color. En el arte figurativo, seguro que el hecho de ser gitano influencia en la obra, se verán más connotaciones. Yo no la considero como tal porque en mi caso hago abstracción.

¿Cuáles han sido tus referencias gitanas?

Al principio yo no tenía referencias sobre el mundo gitano. Mis referencias eran todas payas. Sin embargo, hay gitanos y gitanas del Este que pintan muy bien, pero yo no los llegué a conocer hasta que llegué a la primera galería del mundo gitana, Kai-Dikhas en Berlín. Y allí conocí a Kálmán Várady, a Damian Lebas, luego a mi amigo Gabi Jiménez. He conocido a muchos artistas gitanos que son de nuestra generación.

¿Para ti Helios Gómez fue uno de los grandes referentes?

Para mí Helios es el artista gitano referente de España. ¿A ver qué artista de España tiene seis dibujos en el Reina Sofía? Para mí es el gran pintor por excelencia.

¿Y aparte del Reina Sofía, has visto en otros museos obras de Helios o de otros gitanos?

Malgorzata Mirga-Tas es una artista polaca que tiene actualmente una exposición extraordinaria en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Triunfó el año pasado en la bienal de Venecia.

¿Has podido exhibir alguna obra en Barcelona?

Mi primera exposición fue en la Fundación Josep Llorens Artigas. La segunda, en Mallorca, en la galería Sa Pleta Freda, que era de los antiguos marchantes de Miquel Barceló. Allí vendí las 40 obras que expuse. Y en Barcelona he expuesto en la Galería Ignacio de Lassaletta que ya ha desaparecido. Y en las bodegas Mas Blanch i Jové.

Aparte de la pintura, te gusta hacer otro tipo de arte. En tu taller nos has enseñado algunas esculturas.

Sí, he hecho escultura y grabado.

¿Qué imagen se ha construido del pueblo gitano en la historia del arte?  

La mayoría de los pintores payos han representado a los gitanos a través de imágenes católicas, y vinculándolos con la pobreza. Si fueran pintores gitanos serían otras imágenes. Al ser los gitanos una minoría étnica, no interesa mostrar su trabajo. Antiguamente, el que era gitano y pintor, no decía que era gitano por miedo a que no se mostraran sus obras. Mi pintura no tiene nada que ver con la del siglo XVII, XVIII o XIX. Desde el siglo XIX hasta la actualidad han cambiado mucho las circunstancias. Hoy yo reivindico que yo soy gitano y con orgullo.

Pero aun si han cambiado las cosas, todavía cuesta ver en el contexto español o catalán pintores gitanos, estás tú y Lita Cabellut...

Sí, es muy difícil, a mí me gustaría que hubiera muchos niños gitanos que pintaran. A mí me ha costado 30 años y todavía no he llegado a ningún lado. La cultura, a cierto nivel, es un negocio, porque el galerista se lleva su dinero, el fotógrafo se lleva el suyo y el seguro para cubrir el desplazamiento de la obra. Todo esto vale mucho dinero, por esto se incrementa tanto un cuadro.

¿Cómo crees que un galerista te lee a ti u organiza al artista hacia un lugar o hacia otro? ¿Cómo opera esta clasificación?

Opera de la siguiente manera: o eres bueno o mediocre.

¿Y quién decide qué es ser bueno o no? ¿No puede haber algo de subjetividad en la elección del artista?

Simplemente, estar en el momento concreto con la persona adecuada. Y luego depende de si el artista es buen comercial y puede vender la historia. Si la obra es genial, pero el artista no la vende bien, puede que no llegue a ninguna parte.

Como ya he mencionado, esto es un negocio. El artista puede optar ir por libre o contactar con la galería.

¿Cuál es la presencia de obras gitanas en la ciudad?  

Es que no se puede distinguir en una obra entre si el artista es gitano o payo. Para mí la gente no compra obras porque les gusta, compra nombres, porque sabe que eso se va a revalorizar.

El mundo de los museos es otra cosa, ya entramos a otro nivel. Yo tengo una obra en un museo de Alemania y lo compraron en una galería, pero es algo excepcional.

¿Qué pasó para que estés en un museo de Alemania y no en un museo de Barcelona? ¿Cómo llegas a Alemania?

Llegué a Alemania a través del director de la Galería Kai Dikhas de Berlín. Cuando en 2012 me dieron el Premio Nacional de Pintura Gitana, Miguel Ángel Vargas me dijo que le mandara un book a Berlín. Y él al poco tiempo me contestó para decirme que podíamos hacer una colectiva, que fue bastante bien, se vendieron muchas obras, lo cual no era fácil. Luego hicimos una individual y desde el 2012 hasta ahora es con quien trabajo. Y desde aquí se produjo mi expansión en el mundo del arte.

El Premio Nacional de Pintura Gitana no tiene presencia en el circuito museístico español. ¿A qué crees que es debido?

Porque no les interesa, no miran a artistas gitanos.

¿Has tenido que derribar muchos muros para poder llegar dónde estás?

En todos los campos hay que derribar muros, pero en el mundo del arte creo que más. En el arte, a los gitanos siempre nos asocian con el flamenco, no se pueden imaginar que podamos ser pintores, escultores o escritores. Cuando me dieron el premio Amico Rom en Italia, conocí a un gitano de Argentina que quedó segundo en el Premio Planeta. Para llegar hasta allí tuvo que derribar muchas barreras.

Por lo tanto, por ser gitano, todavía hay que derribar más muros. Creo que la manera de derribarlos es a través del estudio, de la cultura... Aunque sea muy difícil porque siempre te ponen trabas. Igual que a la hora de alquilar una casa o conseguir un trabajo, aunque tengas un gran currículum, por ser gitano, no te van a coger.

Helios Gómez tal vez ahora es más reconocido, pero hubo un momento en su vida, su trayectoria, que no se le reconocía como el artista que es.

¿Quién lo reconoce? A mí me gusta mucho, pero yo soy gitano, tú sal fuera y pregunta quién es él. El problema es que el mundo del arte es un gueto muy elitista. No entra cualquiera. Además, de los artistas vivos no habla nadie, del único artista vivo que se habla es de Miquel Barceló.

¿Qué crees que es necesario que cambie en el contexto de Barcelona?

El problema es que las galerías tienden a desaparecer. En España solamente se vende en Madrid, en Bilbao y en Valencia. Fuera se reconoce más el mundo del arte que aquí. En 1992, todo el mundo quería venir a estudiar a Barcelona, porque era referente en el diseño. Luego fue Nueva York, París y ahora Berlín. Esto va cambiando como la vida misma, pero los gitanos seguimos ocupando menos espacios que los payos.

La historia del arte no hace más que plasmar las imágenes que tiene la sociedad de las personas gitanas. ¿Cómo hacer para crear un lenguaje nuevo en el arte que no rompa con estas imágenes?  

¿Quién es la persona gitana que lo valorará? ¿Lo valorará un payo o paya? Al final el mundo del arte es economía pura y dura. Y de cara a la sociedad depende de quién lo firma tendrá un valor o tendrá otro, aunque sean los mismos cuadros.

¿Y cómo podemos cambiar esto?

Aunque es muy difícil, creo que ayudaría si algún museo de Barcelona montara alguna exposición que resaltara al pueblo gitano. Hay que visibilizar que los gitanos no solamente hacen flamenco y siento que, a través de la cultura, se puede cambiar la imagen que se tiene de nuestro pueblo.

En la actividad se reivindicó la rehabilitación de la capilla de Helios Gómez. ¿Esto podría ser algo que podrían hacer las instituciones?

Sí, es muy importante, que aquello sea un espacio cultural y tener muy presente que un gitano ha pintado la capilla gitana. Reivindico que no todas las expresiones artísticas que pueden hacer los gitanos se resuman en el flamenco, que un gitano puede ser pintor.

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