CRISTIANISMO | “En Barcelona, la multidimensionalidad del pesebre permite la adaptación y la promoción de los principios de pluralismo, inclusión y neutralidad”, Avi Astor

La actividad “Pesebres en Barcelona: patrimonio cultural y religioso en el espacio público”, organizada por la Oficina de Asuntos Religiosos (OAR), en colaboración con el Museo Etnológico y de Culturas del Mundo (MUEC), tuvo lugar el 21 de diciembre en el marco de la celebración de los 800 años de la tradición de los pesebres. Consistió en un coloquio en el que se reflexionó sobre la simbología cultural y religiosa de esta tradición, que se complementó con una visita guiada a la exposición permanente de pesebres del MUEC.

En 1223, san Francisco de Asís promovió una representación del nacimiento de Jesús en una cueva de Greccio, Italia. Ocho siglos más tarde, el Ayuntamiento de Barcelona, como integrante del comité organizador en Cataluña de los 800 años del pesebre, ha organizado en la ciudad varias actividades para conmemorar esta efeméride. En este contexto, el jueves 21 de diciembre, la sede del parque de Montjuïc del Museo Etnológico de Culturas del Mundo presentaba la actividad “Pesebres en Barcelona: patrimonio cultural y religioso en el espacio público”, organizada por la OAR en colaboración con el MUEC.

La parte central de la actividad fue un coloquio para reflexionar sobre el pesebre como práctica religiosa en una sociedad laica, y las alternativas que se han abierto y se abren con respecto a su adaptación a nuevos contextos en el espacio público. Lluís Garcia Petit, director general del Instituto del Patrimonio Cultural Inmaterial (IPACIM), moderó las tres ponencias y el debate posterior. Intervinieron Avi Astor, sociólogo y miembro del grupo de investigación Investigaciones en Sociología de la Religión, de la UAB, Núria Garcia Múrcia, miembro de la Federación Catalana de Pesebristas, y Esteve Caramés, director de Programas Culturales del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB). Asimismo, para preparar el coloquio se contó con el asesoramiento de Enric Benavent, antropólogo e investigador experto en simbolismo religioso en el espacio público y en el mundo del pesebrismo en Cataluña.

El coloquio empezó con unas palabras de la comisionada de Relaciones Ciudadanas y Diversidad Cultural y Religiosa del Ayuntamiento de Barcelona, Sara Belbeida. Subrayó la importancia del pesebre en Barcelona, donde estos días se exhiben numerosas y muy diversas representaciones de esta manifestación cultural, que demuestran “la diversidad de los pesebres en todos los sentidos, y eso es Barcelona, diversidad en todos los sentidos. Y el pesebre en Barcelona es religión, cultura, creatividad, tradición, asociacionismo, pluralidad, valores, y muchas cosas más”.

Seguidamente, Lluís Garcia dio paso a las diferentes ponencias. Esteve Caramés, siguiendo la línea tomada por Sara Belbeida, definió el pesebre como un agente relevante del ciclo festivo de Barcelona: “No se puede entender la Navidad sin pesebre, como elemento propio y tradicional”. Pero también como una “aproximación muy vinculada a la realidad de la ciudad”. Eso quiere decir que no solo bebe de una tradición sobre la que se fundamenta todo el hecho festivo, sino también que sobre esta misma tradición “tiene que haber una interpretación vinculada a la realidad de la ciudad de Barcelona”. Se trata, apuntaba, de “traducir la realidad cultural de la ciudad en una programación festiva”, y hacerlo en un movimiento doble. Por una parte, con la tradición más clásica del pesebrismo con representaciones como las que la Asociación de Pesebristas de Barcelona hace en el Museo Frederic Marès y, al mismo tiempo, con exhibiciones que beban de la riqueza cultural de Barcelona aprovechando sus artes de calle, la ilustración, la escenografía o la fotografía. “La tradición no manda cómo hacer el pesebre, sino el hecho de ‘hacer el pesebre’. Lo importante es que la ciudadanía tome parte”, continuó el director de Programas Culturales del ICUB. Puso como ejemplo el pesebre de la plaza de Sant Jaume, que, año tras año, es instalado por el ICUB “y, si genera polémica, contribuye a hacer más viva la ciudad, porque todas las tradiciones culturales son dinámicas”.

Núria Garcia, miembro fundadora de la Asociación Catalana de Pesebristas, tomó el relevo repasando diferentes cuestiones relacionadas con el pesebrismo, su historia y su arraigo en la ciudad. Describió el hecho de hacer el pesebre como “una manifestación artística y cultural, preferiblemente localizada en el espacio público, que tiene muchas vertientes, pero que quiere crear un diálogo con la persona que lo observa, y que, además, es algo efímero”. En este marco, explicaba, se configuran tres tipologías de pesebre: el tradicional o popular, que se monta en las casas; el artístico o diorama, nacido en Barcelona en 1912 de la mano de Antoni Moliné, y nuevos formatos y lenguajes. Núria Garcia también subrayó la importancia del asociacionismo pesebrista, inaugurado en 1864 con la aparición de la Asociación de Pesebristas de Barcelona. Por último, concluyó con una reflexión sobre el vínculo entre el pesebre y su origen religioso y las perspectivas de futuro de la práctica: “La religión es el origen del pesebre, pero la religión no salvará el pesebre, sino que lo salvará la gente practicando la tradición, de manera transversal. Porque no hay que ser católico. El pesebre forma parte de nuestras costumbres catalanas, de nuestra tradición”.

Cerró el turno de ponencias Avi Astor, con una intervención titulada “El pesebre y el espacio público: una perspectiva comparativa”. Ofreció un contraste entre los diferentes abordajes que los Estados Unidos y Barcelona hacen de la instalación pública de pesebres. En los Estados Unidos, desde los años setenta el pesebre en el espacio público es objeto de debate y litigio en la medida en que es un campo de batalla en el debate sobre la separación entre Estado e Iglesia. En el ámbito legal, una de las soluciones pasa por entender “los espacios gubernamentales como foros públicos donde cualquier persona podía expresarse libremente”. Así, hoy en día, casi todos los capitolios de los Estados Unidos exponen un pesebre, lo que a su vez ha levantado respuestas de los sectores de la población de talante laico y ateo. Estos, por su parte, han empezado a instalar pesebres contestatarios reclamando más pluralismo y secularidad en la presencia pública de lo que se consideran elementos religiosos, hasta el punto de que “los espacios públicos del Gobierno se han convertido en lugares de disputa a favor y en contra de la religión”. Por el contrario, en Barcelona se ha tomado un camino diferente que pasa por un modelo adaptativo: “La complejidad y la multidimensionalidad del pesebre permite muchas posibilidades de adaptación creativa y, por lo tanto, reflejar y promover los principios de pluralismo, inclusión y neutralidad”.

Esta cuestión sobre el vínculo entre religión y pesebrismo que Avi Astor puso sobre la mesa fue el punto de partida de un pequeño intercambio entre los ponentes y con el público, en el que Esteve Caramés subrayó la capacidad del pesebre de despertar preguntas en este sentido: “La laicidad en el pesebre no es una cuestión central en el debate en Cataluña, pero sí creo que es una reflexión importante”. En cambio, para Núria Garcia, la religiosidad en el pesebre y en el mundo del pesebrismo se encuentra en un segundo plano: “Creo que muchos pesebristas, si nos preguntáramos sobre la religiosidad del pesebre, lo dejaríamos de practicar. Lo cierto es que es un campo muy amplio donde todo el mundo se puede identificar, que va más allá de una creencia”. Estas visiones motivaron también algunas intervenciones del público. La primera persona del público en intervenir señaló que “la cultura catalana proviene de una vertiente católica innegable: en la Patum hay ángeles, en los correfocs tenemos demonios, en Barcelona celebramos Santa Eulàlia… Y no nos preguntamos por la religiosidad de estas fiestas, no lo vinculamos. Es curioso como no es así con el pesebre”.

En cierta manera, este cuestionamiento es justamente el que permite dialogar sobre la adaptación de las tradiciones como la pesebrista a nuevos contextos. En relación con esto, Esteve Caramés insistió en la importancia de preguntarse por la laicidad: “No podemos obviar que todas las tradiciones culturales provienen de una espiritualidad. Creo que nos tenemos que plantear eso, llevarlo a debate, reflexionar, llegar a un consenso, y aquí introducir en el debate las tradiciones de comunidades más minoritarias”. En la misma línea, otra persona del público se preguntaba: “Quizás tiene sentido reforzar otras representaciones, en fiestas, religiosas o no, otras cosmovisiones, pensando la cultura popular más allá de la tradición catalana”. Una tercera intervención del público reforzaba este punto insistiendo en el hecho de que “nosotros no somos un Estado laico, somos un Estado aconfesional. Tenemos un modelo plural, así que creo que no hay que hacer una adaptación como tal. Dejemos que Barcelona se inunde de símbolos cristianos por Navidad, y hagámoslo igual en las fechas marcadas de las demás comunidades y religiones”. Hay que decir que la plaza de Sant Jaume, desde hace años, ya es escenario de manifestaciones religiosas o espirituales de otras tradiciones. La más destacada por su trayectoria sería la celebración de la Janucá. Sin embargo, es cierto que a menudo distan todavía de tener la presencia pública que tienen elementos vinculados a celebraciones del calendario católico, como es el pesebre.

El coloquio se complementó con una visita guiada a la exposición permanente de pesebres del MUEC, con Lluís Ramoneda, jefe del Departamento de Colecciones del museo. Se inició ante una vitrina del vestíbulo dedicada a los pesebres andinos, que justamente pone de manifiesto la adaptación cultural en el sentido contrario de lo que se había estado debatiendo en el coloquio: “La llegada del cristianismo a Perú supuso la adaptación de técnicas y tradiciones andinas al calendario y las prácticas cristianas. De aquí, por ejemplo, los Tres Reyes alargados de sus pesebres”, explicaba Lluís Ramoneda. Después se pasó a las salas de la exposición y a la reserva visitable, un espacio de almacenaje abierto al público y en el que se pueden apreciar una gran diversidad de objetos dispuestos en un total de 46 vitrinas. Siete de estas vitrinas reúnen gran cantidad de figuras de pesebre y algunos moldes. Cuatro más se dedican a los pesebres de autor, y tres más, a los pesebres populares de Portugal, Murcia, Alemania, Provenza, Guatemala, México, Perú, Cataluña y Mallorca. La mayoría de estas piezas provienen de expediciones donde el museo recogía no solo artefactos cotidianos, sino también artesanía. Todas ellas, concluyó Lluís Ramoneda, “muestran la unión de esta práctica con la vida cotidiana”.

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Puedes consultar el artículo sobre los pesebres andinos de Sirley Ríos Acuña (catalán) aquí.