Luchas de mujeres en la Barcelona precaria
Las Kellys
18.05.2018 – 25.11.2018
Curadores: Las Kellys Barcelona / Cynthia Lub (Pan y Rosas)
HAMACA
Tras la visualización del archivo de HAMACA, hemos seleccionado algunas obras que invitan a comprender la relación entre el incremento de la feminización del trabajo y la precariedad laboral, que tienen su origen en el modelo laboral del capitalismo español configurado en las décadas de los ochenta y los noventa.
La transformación profunda del trabajo tras las nuevas formas de explotación capitalista no solo ha impactado en la vida cotidiana y la composición social de la clase trabajadora, en particular de las mujeres, sino también en todo un entramado de relaciones sociales, políticas y culturales, generando contrastes cercanos y permanentes en las grandes urbes de Europa.
Un modelo es Barcelona, que, como Madrid, Murcia o cualquier otra ciudad turística del Estado español, parece estar dividida en dos. Una, la cosmopolita, resplandeciente, la que ofrece cultura, ocio, barrios pintorescos para visitar, museos, teatros, música, mar y montaña. Otra, la de las mujeres de la clase trabajadora que hacen que todo este armamento turístico funcione. Ellas son las que reciben las remuneraciones más bajas por sus trabajos considerados ocupaciones de “categorías elementales”. Barcelona no está dividida en dos. Es una ciudad europea más, regida por las leyes del capitalismo, de las grandes empresas turísticas, constructoras, hoteleras, que necesita de ese ejército de mujeres invisibles a los ojos del turista, ocupado en sacar fotos de las obras de Gaudí o de la Boqueria.
Ni igualdad ante la ley ni igualdad ante la vida para las mujeres precarias
Según el Plan Estratégico de Igualdad de Oportunidades (PEIO), existe un “compromiso del Gobierno del Reino de España con la igualdad efectiva de mujeres y hombres” por el que “el derecho a la igualdad de trato y a la no discriminación y el principio de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres se consagran en nuestra Constitución en los artículos 14 y 9.2, esenciales para construir una sociedad justa, social y económicamente desarrollada, cohesionada y libre, que vienen a concretar la consideración de la igualdad como valor superior de nuestro ordenamiento jurídico”. Sin embargo, las estadísticas muestran que esta “igualdad” ante la ley no significa igualdad ante la vida para la mayoría de las mujeres, las trabajadoras, pobres, jóvenes, sean nativas o inmigrantes.
Precariedad en femenino. Se hace difícil salir a las calles o hacer huelga, colectivizar el sentimiento de explotación y opresión ante tanta fragmentación y división de la clase trabajadora. Y sentirse parte de un todo, cuando no se puede siquiera conocer a la camarera de hotel que limpia la habitación de al lado, porque tiene solo 15 minutos para dejarla impoluta y ya no hay tiempo para comer si lo que se pretende es lo que debería ser normal o un “derecho”: salir a la hora establecida, porque las “extras” no las pagan.
Duele el cuerpo de tanto limpiar, como en una cadena de montaje donde las máquinas son las manos y las espaldas. Pero no hay “derecho” a que se reconozcan esos males del cuerpo como enfermedades laborales, porque vienen tal vez de “algún mal extraño”. No queda otra, entonces, que vivir dopada con veinte pastillas al día. Y así no hay ni derechos básicos ni artículo de la Constitución de igualdad ante la ley que explique por qué no hay igualdad ante la vida.
¿Del hogar al trabajo? La lucha contra la precariedad es una lucha también para no “volver al hogar”. La feminización del trabajo es, entre otras cuestiones, el resultado de décadas de lucha de las mujeres por pertenecer al mercado laboral. Salir del hogar al trabajo implicaba cuestionar el modelo dominante de mujer de finales del siglo XIX y comienzos del XX, tan conocido como “ángel del hogar” o “perfecta casada”. Actualmente, el rol de domesticidad continúa impregnado en los poros de la feminización del trabajo precario, bajo otras formas.
Explícitamente o no, las mujeres trabajadoras precarias, inmigrantes, jóvenes, vienen desafiando al modelo laboral del capitalismo español configurado en los noventa. Aquello que Las Kellys, las camareras de hoteles auto-organizadas, llaman o sufren como “externalizaciones”, que fueron rebajando las condiciones laborales, precarizando los trabajos y las vidas de millones de personas.
Precariedad en femenino. No es individual, es colectiva. Con nueva estructuración del mercado laboral capitalista, aparecieron las teorías “pos” de que las viejas y tradicionales formas de lucha murieron, igual que las ideologías (menos las del capitalismo). Queda solo la lucha individual y cultural como opción, decían.
Pero el capitalismo vuelve a lo “viejo y tradicional” bajo otras formas de explotación y más explotación, sustracción de plusvalía, opresión patriarcal. Y las mujeres de la clase trabajadora vienen demostrando que se puede romper con la fragmentación y el individualismo, que se pueden organizar para emprender luchas colectivas, junto a toda la clase trabajadora. Junto a otros colectivos sociales. Hacer huelgas, cajas de resistencia, comisiones de apoyo, volver a lo “viejo y tradicional” porque tienen que luchar como lo hicieron sus bisabuelas, por “igual trabajo, igual salario” e incluso porque las dejen trabajar.
Esta exposición quiere reflejar estas experiencias. Porque el campo de batalla de la lucha de género es un terreno en la lucha de clases para, desde ahí, recuperar y conquistar los derechos perdidos y por ganar de todas las mujeres.
Obras seleccionadas:
- Ficciones Anfibias (María Ruido)
- Tiempo Real (María Ruido)
- Precarias a la Deriva: a la Deriva por los Circuitos de la Precariedad (Precarias a la Deriva)
- Blanca sobre negra (Pedro Ortuño)
- Necesidad (Pedro Ortuño)
- El Concurso de la Gran Felicidad (esto pasa mucho) (Estíbaliz Sadaba)