Escrito en el agua
Where: Palau de la Virreina
La Rambla, 99
Barcelona
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Èlia Llach

Escrito en el agua
Èlia Llach

28.06.2022 – 02.10.2022


Comisario: Frederic Montornés
Inauguración: martes 28 de junio, 19 h

Planteada como un libro abierto que relata un viaje sin salir de una habitación, Escrito en el agua, de Èlia Llach, es una exposición formada por más de 700 dibujos distribuidos en dos estancias diferentes. Se trata de una especie de escenografía vital pensada para entrar en ella, pero también para acoger la fuerza de un pensamiento tras la forma de un gesto.

 

En literatura se entiende por «detonante» lo que produce una explosión y permite que lo que viene a continuación explique lo sucedido, describa cómo ha pasado, desvele a quién ha afectado e informe acerca de si es posible recuperarse o no. Aunque se trata de un recurso no exclusivo de un solo género literario, es en la novela donde el detonante se evidencia de forma más clara. Por varias razones: porque actúa como premisa dramática, porque sin su acción no sucede nada, porque afecta a quien protagoniza el libro y porque el cambio que produce en el sujeto define y resuelve el conflicto que se desarrolla durante todo el relato.

Igual que sucede en literatura, en el arte también existe un detonante. Se trata del impulso que estimula al artista a crear una obra por pura necesidad, a pesar de que todo haya sido dicho, de la saturación de obras que hay en circulación, de la dificultad de que una obra vea la luz, del modo en que afecta al público…, aunque el artista decida destruirla pasados, apenas, cinco minutos.

Si la explosión, cuando acontece en una novela, afecta a su protagonista en primer lugar, cuando lo hace en el arte, es el artista el primer damnificado. Es él el protagonista de todo, aquel a quien le explota la cabeza y quien determina que lo que vemos, escuchamos o nos afecta sea entendido como los restos de un naufragio —el naufragio del artista, también el nuestro— encubierto bajo el aspecto de un caos más o menos ordenado. Un caos que, como el de La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault (Rouen, 1791 – París, 1824), consigue mantener su fragilidad en equilibrio pese a tener que sostenerse sobre una base inestable: el mar.

A partir de tres citas relacionadas con el agua y la palabra y el impacto en la memoria de Èlia Llach de Kaspar, una obra de teatro escrita por Peter Handke en 1967, se articula Escrito en el agua, una exposición que, a la manera de un libro abierto, ha sido pensada y trabajada para el espacio que la acoge: una habitación.

Dividido en dos estancias de distintas dimensiones recubiertas enteramente con más de 700 dibujos, el espacio creado por Llach en 36 metros cuadrados es una suerte de escenografía vital construida para albergar al espectador, pero también a los estados de un pensamiento que, como el de Kaspar Hauser o la propia artista, es capaz de pasar del despertar de un gesto o del lenguaje a la incomprensión, al oscurecimiento o al reflejo del silencio más puro.

Escrito en el agua, de Èlia Llach, es el viaje interior de una artista que, sin salir de una habitación, despoja el gesto y la palabra de cualquier tipo de afectaciones para mostrarse, desde las entrañas, a partir de su cara oculta, a partir del silencio.