Comisario: Valentín Roma
Inauguración: viernes 7 de abril, 19 h

A partir del archivo fotográfico y de las memorias escritas por su padre en torno a la experiencia del servicio militar en la colonia española del Sáhara en 1964, Pilar Monsell (Córdoba, 1979) crea una película, África 815, a medio camino entre el diario audiovisual, el cine introspectivo y el documental político. La exposición presenta este filme junto con los cuadernos de rodaje y los materiales documentales que lo desencadenaron.

Articulada en torno a África 815, primer largometraje de Pilar Monsell (Córdoba, 1979), esta muestra se propone transitar por la geografía interna de la película mediante la recuperación de una serie de documentos provenientes de su proceso de confección y la ampliación de algunas de sus zonas de trabajo.

Entre los documentos recuperados se encuentran los libros de memorias del padre de la cineasta, cuya lectura originó el film, una selección de fotografías de archivo que «hacen visibles» las presencias y los lugares a los que remiten las narraciones de los protagonistas y, por último, los diarios de campo que Pilar desarrolló durante la escritura y el rodaje del film, en los que aparecen dibujos, citas y referencias que son, por así decirlo, líneas de fuga pero también vías de acceso a África 815.

En otro sentido, la instalación con tres monitores que rescatan materiales brutos de rodaje, acompañados por textos que los matizan o expanden, constituye una suerte de continuación de esa voz en off -incluso una música confesional-alrededor de las grabaciones domésticas en super 8, las conversaciones entre el padre y la autora sobre la escritura, así como las filmaciones del mar, quizás uno de los «personajes» más sustanciales del film, respectivamente. Finalmente, se presenta la película en su versión cinematográfica completa.

África 815 comienza con un plano casi detenido, o interminable, en el que se ve una embarcación tratando de recuperar el rumbo mientras un bañista chapotea en la inmensidad del mar.

Pocos segundos después, la voz de la narradora anuncia su despedida y lanza una pregunta al padre, quien explica cierta historia sobre un sueño de destrucción y de búsqueda: Barcelona bombardeada, la hija sin paradero, una tragedia que aquella voz viril, ya aquí una voz que no teme las confesiones, describe sin dramatismo, como diagnosticando, como se enumeran las características formales de un paisaje.

Entre este principio y el abandono del apartamento otrora familiar, hoy un refugio, acaso una tierra de nadie, van desvelándose los perímetros de una biografía compartida y ajena a la vez. El relato del padre sobre su pasado, las imágenes fotográficas que atestiguan sus amores y las ciudades donde estos se desarrollaron, los volúmenes de las memorias paternas que Pilar Monsell ausculta una y otra vez, junto al autor y protagonista, ambos embarcados en una odisea por la precisión de adjetivos, tiempos y gramáticas, los dos desobedeciendo el silencio para nombrar algo que merece recordarse, quien sabe si para que no se pierda o por encarnarlo, para concluir o por cicatrizar.

Marguerite Duras -una referencia ineludible para la cineasta- escribió, en Un dique contra el Pacífico, sobre la enajenada obstinación de su madre tratando de detener las mareas nocturnas. El sentimiento de injusticia que ya se había apoderado de aquella mujer y que, como a Moisés en el desierto, le impedía comunicarse hablando, solo podía chillarle al mar o a nadie. Por el contrario, en África 815 las voces que percuten el film son terriblemente agradables, desapasionadas.

Todo paraíso perdido es también -es sobre todo- una patria construida desde la rebelión y la nostalgia; todo paraíso por venir es esa tierra o ese mar donde lo imposible golpea con tanta fuerza lo posible que engendra infinitas formas de posibilidad.