Misión

 


El museo de arte contemporáneo es uno de los espacios sociales que más se han visto afectados por la gran crisis del sistema neoliberal. Así, tras la década de los noventa, cuando numerosas instituciones se lanzaron a la búsqueda de gramáticas propias, y después del colapso del capitalismo financiero, que supuso una deflagración de los recursos económicos destinados a la cultura, es decir, hoy, se abren incógnitas estructurales para el museo, que, desde hace cincuenta años, parece residir en un perpetuo estado de agotamiento o en una permanente ansiedad de refundación.

La mayoría de coreografías características del fin del siglo XX –la búsqueda de un «modelo propio», la legitimación por parte de las esferas internacionales, el distanciamiento de la festivalización de la cultura, etc.– han sufrido un cambio de escenario semántico, fruto del rearme ideológico de la ciudadanía. Esto provoca que aquel museo sea ahora intraducible, aunque ello no debería invitar a eludir algunos de sus objetivos iniciales.

Por un lado, resultan insuficientes las tipologías que caracterizaron a los museos bajo etiquetas peyorativas o ejemplares. Por otro, el baile de formatos de adscripción o de rechazo que los sustentaban, casi siempre importados de países hegemónicos cultural y económicamente, también se volvieron ineficaces. La idealización y sus peligros, en forma de nostalgia desmedida y suficiencia sectaria, también se añaden al cuadro del museo de arte contemporáneo, que corre el riesgo de leer su propia genealogía crítica desde posiciones revanchistas e inadecuadas.

Mientras el museo se dirime entre la arqueología o el vaticinio, los mecanismos de espectacularización de la cultura depuraron sus resortes, trayendo consigo urgencias y preguntas que parecían del todo superadas. Las curvas de audiencia vuelven a funcionar a modo de legitimación populista o de sospecha de elitismo y, en sintonía, florecen los discursos que piden el regreso de los museos a un pasado hipotéticamente adánico y legendario.

Llegados a este punto, se hace imprescindible restituir el alcance crítico del museo y sus capacidades de reinvención artística, subjetiva y social. Para ello, no basta con extraerlo de las lógicas del blockbuster o con sublimar aquellas mediaciones venidas desde formas institucionales «externas», generadas o estimuladas por el propio museo a la manera de protocolos de la buena conciencia pública. El museo al completo, no un programa específico o unas zonas acotadas, debe funcionar como un mediador más dentro de una red sin franjas preexistentes o jerárquicas, abriendo múltiples canales de diálogo e intercambio, erigiendo articulaciones permanentes, sistemas de interacción moldeables y acordes con las diversas expectativas de uso. El conocimiento cultural se resiste a encuadrarse en un marco fuera/dentro, sino que irrumpe, acontece y suscita nuevas coordenadas entre las partes implicadas.

En este sentido, favorecer la participación, construir focos de proximidad y descentralizar el museo implica el reconocimiento de posiciones concretas, la apertura de un conjunto de dispositivos cuya utilización «instituya», es decir, no solo dibuje al museo una fisonomía hacia el ámbito ciudadano, sino que le proporcione una mecánica compleja y tensa como institución, unos valores públicos y enunciativos.

Desde La Virreina Centre de la Imatge afrontamos la necesidad de construir cooperativamente una arquitectura como institución, una filosofía de trabajo y una política pública. Es decir, unos perímetros, unas funciones, una red de intercambios sociales y un lugar específico en el mapa cultural de Barcelona, todo ello puesto en permanente estado de cuestionamiento y no enseñoreado en sus siluetas, algo que va más allá de definir, mediante estratos diferenciados, un menú de exposiciones, programas públicos y propuestas de mediación.

Comprender el aquí y el ahora resulta ineludible para La Virreina Centre de la Imatge: el barrio del Raval y el inicio del siglo XXI; el momento actual en las políticas municipales y el contexto del capitalismo europeo industrializado; la memoria metropolitana de los barrios y el tejido asociativo y activista, que ya desbordó los límites de la cultura visual atendiendo a fenómenos microurbanos, desplegando dinámicas basadas en el intercambio y, lo más importante, exigiendo un espacio de representación y producción dentro de la actual cartografía institucional barcelonesa.

Finalmente, creemos que La Virreina Centre de la Imatge tiene que contribuir a actualizar el papel neurálgico de Barcelona en el desarrollo de la cultura en Cataluña, lo que exige un impulso de relaciones fuertes y recíprocas con otras ciudades del contexto español, además de conectarnos con centros museográficos de orientación y escala parecidos en el ámbito internacional.

En este sentido, definimos la investigación como una de nuestras principales atribuciones, pues entendemos que esta vía introduce, dentro del tiempo ocasional que históricamente definió al dispositivo museo, otras experiencias temporales no orientadas hacia la inmediatez y la eventualidad; otros saberes que se resisten a ser tipificados o que se enuncian mediante procesos expandidos de escucha, diálogo y reconocimiento del antagonismo; otras subjetividades críticas formuladas desde la cooperación, mediante unas gramáticas que deshacen los marcos institucionales, abriéndolos a nuevos usos socializados, incorporando experiencias microhistóricas que precisan de unas formas de interpelación carentes del peso de aquellas genealogías más decimonónicas o disciplinarias.

Proponemos, entonces, tres líneas de fuerza que vertebren La Virreina Centre de la Imatge, ordenen su actividad general y se expresen a modo de exposiciones, seminarios, cursos, publicaciones y actividades de aprendizaje compartido, siguiendo un marco discursivo común.

Estos tres ejes de trabajo funcionan como laboratorios de ideas que atraviesan el centro activando todas sus potencialidades, sus metodologías y sus vocabularios: son una vasta herramienta de enunciación artística y de cooperación colectiva que proporciona a La Virreina Centre de la Imatge un enclave como institución, habilitándola para interpelar y ser interpelada por y desde las diversas contraesferas públicas.

 

CIUDAD

«Arte, comunidades y plaza pública»

Las prácticas del arte que exploran los vínculos entre imagen, urbanismo crítico, teoría de la cultura y activismo social constituyen, hoy, una de las oposiciones más agudas al proyecto higienista y de modernización urbana, proponiendo una radical reinvención de la ciudad. En un contexto como el de Barcelona, donde los procesos de turistificación resultan tan alarmantes, donde los conflictos de la vivienda han saltado desde la domesticidad hasta el ámbito social, donde las plazas públicas se han convertido, simultáneamente, en megáfonos colectivos y en lugares para la disidencia, se hace importante abordar qué posicionamientos adoptan las comunidades artísticas y ciudadanas, cuáles son los imaginarios que manejan y qué producciones estéticas y materiales desarrollan.

La historia inmediata de la representación visual de Barcelona ha construido su relato crítico a partir de las grandes efemérides culturales –desde la Exposición Universal de 1888 hasta los JJ. OO. de 1992 y el Fórum 2004–, sin embargo, desde fuera de estas apoteosis metropolitanas, desde una suerte de cinturones culturales ya no alejados del mismo centro, sino inscritos en él, vienen afirmándose distintos proyectos que diagnostican la urbe contemporánea y sus polos de innovación para el siglo XXI. Así, se observan nuevas formas de documentalismo fotográfico y una cultura de la imagen que interpela la memoria de Barcelona, proponiendo instrumentos para comprender las identidades en disputa, los cambios y los dilemas que se presentan, así como los procesos de desbordamiento del marco urbano.

Esta línea de fuerza afronta uno de los principales retos para un centro dedicado a la imagen, esto es, cartografiar y visibilizar toda una pluralidad de imaginarios visuales que dialogan con las narraciones de la historiografía y que introducen variables de representación, perspectivas sociales renovadas y una comprensión de la ciudad más atenta a sus fracturas o sus blind points que a los relatos dominantes.

 

ARCHIVO

«Memoria visual de Barcelona»

Una de las consecuencias de carecer de un espacio que se ocupe íntegramente de investigar la cultura de la imagen es la desubicación de numerosos fondos patrimoniales de pequeña y mediana escala que no logran encontrar su correspondiente lugar de estudio y exhibición. En este sentido, La Virreina Centre de la Imatge debe acometer una tarea que supere el paradigma clasificatorio, poniendo en relación estos acervos históricos con las narraciones teóricas del momento, aportándoles una dimensión no localista o solo subalterna.

Aquí cabe realizar un esfuerzo de cooperación con el resto de instituciones ciudadanas, no tanto para escribir cierto relato global, sino para abrir un capítulo a largo plazo que permita dar cuenta de una pluralidad de perspectivas particulares.

Por último, se debe señalar la importancia de que La Virreina Centre de la Imatge construya una sólida red historiográfica a su alrededor y que esta adquiera verdadero protagonismo en las dinámicas de la institución, activando las colaboraciones con la investigación académica, con los círculos editoriales de Barcelona y, sobre todo, con aquellas entidades culturales ciudadanas cuyos patrimonios han sido históricamente desatendidos tanto por las narraciones de carácter hegemónico como por la revisión impugnatoria.

 

IMAGEN

«Hacia una definición del concepto de imaginario»

Las nociones de imagen y de imaginario son absolutamente difusas, se confunden y se mezclan con numerosos campos de sentido. Asociar la imagen a lo visual es reduccionista; vincular los imaginarios a las producciones inmateriales, también. La historia de la fotografía se ocupa de una zona vinculada a la construcción, la representación y la difusión de las imágenes; los imaginarios se insertan, precisamente, dentro de unos procesos donde convergen saberes sociales y artísticos, a veces favoreciendo la hibridación pero otras girándose contra ella.

Definir un posible concepto de imaginario, tal y como pretende esta línea de fuerza, supone dilatar los límites desde la semántica hasta la praxis. La imagen en movimiento, la fotografía digital o el cine expandido son prácticas que deben estar incluidas en un centro que se ocupa de la cultura de las imágenes, igualmente la ficción literaria que construye y deshace los imaginarios de la ciudad.

Entendemos que La Virreina debe adquirir una dimensión internacional, presentando trayectorias no exhibidas antes en nuestro contexto. Asimismo, consideramos fundamental que desde El Centre de la Imatge se impulsen los vínculos y la cooperación con otras ciudades del Estado español que también están ocupándose de explorar críticamente qué significa hoy la cultura urbana y los imaginarios sociales.

 

PROGRAMAS PÚBLICOS Y PROPUESTAS DE MEDIACIÓN/NEGOCIACIÓN

Aunque insistimos en no estratificar nuestra actividad por tipologías de presentación, consideramos que los programas públicos y las propuestas de mediación/negociación son el lugar donde aquellas líneas de fuerza que articulan La Virreina Centre de la Imatge se transforman en ámbitos para el debate colectivo. De ahí que su horizonte sea construir marcos de análisis frente a las mutaciones de la esfera pública, posibles usos del conocimiento y la subjetividad que interpelen lo social desde numerosas variables en disputa. Para ello, establecemos redes de colaboración con agentes y comunidades que trabajan en el campo de la investigación universitaria, los saberes críticos, el activismo y las producciones culturales antagonistas. Contra una oferta destinada a consumidores ocasionales, abogamos por un cúmulo de formatos que primen la continuidad discursiva y las regularidades temáticas.

En este sentido, hemos construido cuatro plataformas de producción de imaginario social que intentan crear diversos frentes de estudio y acción compartida con colectivos de artistas, pedagogos, historiadores, agentes culturales y grupos activistas, y que tratan de reconectarnos con aquellas iniciativas ciudadanas donde se genera cultura visual y experiencia política en Barcelona.

Las líneas de investigación de estas cuatro plataformas son:

  1. Topografías de la discrepancia urbana
  2. Patrimonialización de la cultura de la imagen
  3. Documental social participativo
  4. Prácticas de aprendizaje comunitario

 

 

Valentín Roma, director de La Virreina Centre de la Imatge