Desirée Bela-Lobedde

Entrevista realizada por Almudena Díaz Pagés

“Si rompes con los estereotipos y ayudas a los otros a ponerse en tus zapatos, los niveles de odio se mitigan”

 

Desirée Bela-Lobedde es una activista digital nacida en Barcelona, conocida principalmente por su proyecto la NegraFlor. Este proyecto incluye un blog y un canal de YouTube dedicados a empoderar a las mujeres negras desde el activismo estético, y a ayudarlas a recuperar su autoestima, respetando la naturaleza de sus rasgos afros y el color de su piel. Desirée participa también en otras iniciativas, a través de artículos, charlas y conferencias, en los que trabaja temas relacionados con el racismo desde una perspectiva feminista. Es, además, colaboradora habitual de la revista feminista colaborativa digital Locas Del Coño.

Como activista afrofeminista llevas años trabajando temáticas raciales desde una perspectiva feminista. De hecho, has hablado muchas veces de cómo los medios de comunicación estereotipan, exotizan e instrumentalizan a las personas racializadas. Por eso nuestra primera pregunta es: ¿qué significa para ti ser negra y mujer?

Ser negra es mi forma de estar en el mundo. Y significa muchas cosas. Por una parte, la diversidad que ello aporta a mi identidad. Tener orígenes diversos (más o menos presentes), me facilita poder entender la realidad desde puntos de vista alternativos. Creo que eso es siempre una ventaja. Por otra parte, cuando creces en una sociedad mayoritariamente blanca, has de hacer frente a otro tipo de implicaciones y, en muchos casos, te ves obligada a tener que contrarrestar mucha desinformación y estereotipos.

Si, además de negra, eres también mujer, las dificultades son aún mayores. Por un lado, se te convierte en objeto de fetichización, exotización e hipersexualización y, por otro, se te aplican unos cánones de belleza eurocéntricos que, si normalmente ya nos amargan a todas, a las mujeres racializadas aún más. En definitiva, ante la “marcianización” a la que nos somete la sociedad, te vuelves una “agente normalizadora” de la otredad, y, entonces te ves arrastrada a situaciones en las que te preguntan cosas como: “pero vosotras, las negras, ¿os laváis el pelo?”

Y en este sentido, para mí, ser negra y mujer, significa también otra cosa: haber aceptado que no tengo ni quiero tener la piel clara o el pelo liso. Si no encajo en el canon establecido, no pasa nada, todas podemos hacernos valer fuera de ese canon.

En el 2013 colgaste en tu canal de YouTube un vídeo titulado “Ser Negra en España” (puedes ver el vídeo aquí). ¿Qué fue lo que te empujó a querer compartir las experiencias que en él describes?

La verdad es que me inspiré en el vídeo de una chica afroamericana que trabajaba como profesora en Valladolid y que, viniendo de Estados Unidos, se había sorprendido con algunas actitudes que había vivido en España. Así que pensé, pues yo que siempre he vivido en España, también puedo hablar de ello, y me lancé.

Para mí fue una manera de poner el foco en discriminaciones raciales que están invisibilizadas bajo la justificación de que, “como somos minoría”, nuestros problemas no son tan relevantes. No sabes la de “señoros” (normalmente hombres – blancos – cis) a los que he tenido que aguantar el argumento de “es que tenéis la piel muy fina”. Pero, yo me pregunto: si no hablamos nosotras de ello, que somos las que sufrimos estas discriminaciones, ¿quién lo va a hacer?

Además, lo mejor de colgar este vídeo fue descubrir, a través de los mensajes posteados, la cantidad de mujeres que se sintieron identificadas con las vivencias que en él relataba. De hecho, nunca olvidaré uno de los primeros comentarios que leí: “por fin alguien habla de esto, gracias”.

Este vídeo obtuvo muchísima visibilidad, sin embargo, también trajo consigo numerosos comentarios xenófobos, racistas y misóginos. Reportaste algunos de ellos a la plataforma de YouTube y, también, más tarde llevaste algunos de estos comentarios ante la justicia por considerarlos delitos de incitación al odio. ¿Cómo respondió YouTube? ¿Y la justicia? ¿Cómo crees tú que, a día de hoy, deberían haber respondido?

Sí, tuvo mucho alcance porque publiqué un artículo en Vice en el que enlazaba el vídeo. La verdad es que no ha sido el vídeo con más visualizaciones de mi canal, pero sí el primero en el que me he encontrado respuestas con mensajes de odio y ataques directos y agresivos, basados en mi color de piel.

Así que lo reporté a YouTube amparándome en las directrices de contenido de la plataforma, que incluían el discurso de odio. Sin embargo, YouTube me contestó que no veía razón para eliminar ninguno de los comentarios que reporté. Comentarios como “negra de mierda o puta africana”. El problema con YouTube es que el canal te da la opción de moderar los mensajes que recibes (es decir, poder revisarlos antes de aceptar si los publicas o no). Se ampara en el “tú tienes la herramienta, si consideras que es discurso de odio, no lo publiques”. Pero claro, si tienes un canal con pocos seguidores, esta estrategia es asumible, pero si tienes un canal con millones de seguidores ¿cómo se va a poner el creador a moderar todos los mensajes que recibe? Acabas teniendo que quitar ese filtro, y claro, se cuelan todo tipo de comentarios, incluidos los discriminatorios.

Así que decidí ir a la justicia, y mi caso entró directamente por sala especial de delitos de odio. Sin embargo, lo archivaron. Adujeron que el comentario principal que yo denunciaba respondía al perfil de una persona que tenía pocos seguidores, y que, por tanto, no era trascendente. Pero pienso yo, por mucho que un perfil tenga pocos seguidores, si publica comentarios de odio en un vídeo que tiene miles de visualizaciones, ¿no sigue siendo muy amplio el alcance?

Para mí, a las personas que actúan así en las redes, se les tendría que imponer sanciones económicas (“multas”) importantes: “un sustito”; para que, a la siguiente, se lo piensen dos veces antes de difundir odio. Y también creo que deberían pedirse indemnizaciones por daños, porque, por mucho que se trate de entornos digitales, los efectos psicológicos sobre la persona que recibe estos insultos son “reales”.

Sabemos que, entre otras cosas, gran parte de tu activismo radica en la denuncia de estos comportamientos misóginos y racistas. Y, aunque este discurso de odio es común a otros ámbitos, se tiende a decir que las redes sociales lo amplifican. Según tu experiencia, ¿crees que el discurso de odio es más grave ahora debido a las redes sociales? ¿A qué crees qué se debe?

Sí, y creo que se debe, básicamente, a la impunidad y al anonimato que dan las redes sociales. Como nadie sabe quién eres, te sientes legitimada para decir lo que te salga “del arco pélvico”. Se amplifica. Y en el momento en el que encuentras a otras personas inhumanas que están haciendo lo mismo que tú, te creces. En este sentido, las redes son un caldo de cultivo maravilloso para difundir el discurso de odio.

Además, la difusión y el alcance que el discurso de odio pueda tener en otros ámbitos, es mucho más limitado del que tiene en las redes dónde los mensajes llegan de manera inmediata.

En la actualidad, existe un debate muy vivo sobre cuáles deberían de ser los límites a la libertad de expresión, en particular, en el ámbito de las redes sociales. ¿Cómo te posicionas ante este debate? Si crees que debería haber límites, ¿qué tipo de expresiones dirías que deberían ser limitadas?

Decir que la libertad de expresión deba ser restringida es muy controvertido. Sin embargo, sí creo que debería moderarse. Al fin y al cabo, en el momento en el que tu libertad de expresión colisiona contra los derechos fundamentales de otras personas, como implica el discurso de odio cuando se ejerce contra colectivos minorizados, se han de desplegar mecanismos de protección. Por ello, creo que este discurso de odio debería regularse, primero desde la misma red social, y si eso no funciona, que se pueda acudir a la justicia.

El problema es que, hoy por hoy, los mecanismos de protección de colectivos minorizados ante el discurso de odio se están utilizando, en algunos casos, con otros fines. Fines que acaban restringiendo la libertad de expresión de algunas personas (como por ejemplo el caso del rapero Valtonyc) y, además, no van en la dirección de proteger realmente a los colectivos para los que fueron diseñados. La consecuencia es que, al final, las personas racializadas seguimos estando desprotegidas ante este tipo de discursos.

Volviendo a tu trabajo, como youtuber y activista, llevas años compartiendo contenidos dirigidos principalmente a mujeres racializadas. ¿De qué manera crees que contribuyen estos contenidos a la lucha contra el discurso de odio?

Para mí, este tipo de contenidos cumplen una doble función: por un lado, ayudan a “normalizar la otredad” y les ofrecen a las mujeres negras, herramientas para empoderarse. Por otro, ayuda al resto de la población a conocer las discriminaciones que las personas racializadas sufren y así frenar los prejuicios. Creo que, si rompes con los estereotipos y ayudas a “los otros” a ponerse en tus zapatos, los niveles de odio se mitigan.

Algunos de tus vídeos más visitados «Cómo aumentar la autoestima de nuestros hijos afrodescendientes» y «Campaña Yo soy mi propio canon de belleza» trabajan los estereotipos y los prejuicios que subyacen al discurso racista. ¿Cuál crees que es la mejor manera de frenar los estereotipos y prejuicios que alimentan este discurso, especialmente cuando se dirige contra las mujeres?

Creo que lo que hay que hacer es poner el foco sobre ellos. Siempre de una manera muy cuidadosa y asertiva. Se ha de ser natural y didáctica, y hablarlo desde una posición en la que se evite ofender a la otra persona. Porque trabajar este tipo de contenidos de forma incisiva puede levantar muchas ampollas (fragilidad blanca), y en el momento en el que tu interlocutora se sienta ofendida, va a levantar todas las barreras, y el diálogo ya no va a ser factible.

En este sentido, también creo que es mucho más fácil cuando hablas desde experiencias propias (como hago yo en mi canal) y evitas meterte en batallas que no vas a poder ganar. Predicar en el desierto no tiene sentido, y, por eso, es importante saber con quién no vale la pena argumentar. Yo, por ejemplo, esta es una estrategia que sigo en mi perfil de Twitter: si veo que el perfil que me ataca no tiene intención de dialogar le respondo con “saludos y bendiciones”.

El año pasado te viste obligada a realizar un parón (puedes ver aquí el vídeo que explica el porqué) y a cerrar tus cuentas sociales como resultado de una campaña de acoso en las redes. ¿Crees que lo que se inició como una crítica a tú trabajo acabo convirtiéndose en una campaña de acoso a tu persona? ¿Por qué?

Sobre la charla, te digo, si ésta hubiera sido ofrecida por un señor blanco, por ejemplo, un profesor de una universidad, que, aunque no perteneciese a un colectivo racializado, se presentase como experto en el tema de la charla y considerase que su expertise ha de ser bien remunerado, no hubiese pasado nada. Sin embargo, si la que ofrece la formación es una persona activista que sí puede hablar desde la experiencia, si no lo hace gratis, ponemos en duda su activismo.

Sobre la campaña de acoso, sin duda, en seguida se convirtió en un ataque a mi persona, ataques frontales: por ser mujer, por ser negra, por ser activista…al final el nivel de presión y odio fue tan fuerte, que me vi obligada a cerrar cuentas por mi propia salud. Quizás en otro momento hubiera reaccionado de otra manera, pero en este momento concreto, decidí que prefería protegerme así. La gente no es consciente de que este tipo de ataques afectan mucho al que los sufre, especialmente en el día a día.

Finalmente, como experta en activismo estético, desde una perspectiva que lucha contra la discriminación de las mujeres racializadas: ¿qué referente y/o proyecto que contribuya a frenar el discurso de odio en nuestra sociedad, te gustaría destacar?

¿Uno solo? Me gustaría destacar cuatro:

En España me gusta mucho “Nadie nos ha dado vela en este entierro”, de la periodista Lucía Mbomío. Se trata de un proyecto audiovisual en el que, a través de vídeos y entrevistas personales, se trabaja el tema de la identidad y la nacionalidad desde la perspectiva de las personas racializadas.

En la República Dominicana, destacaría el proyecto de Carolina Contreras, “Miss Rizos”. Ella también trabaja desde la vertiente del activismo estético, y tiene proyectos preciosos como “A la escuela voy como soy”.

Y, en Colombia, resaltaría el proyecto de Amafrocol, “Tejiendo esperanzas”, desde el que defienden la resistencia del cuerpo negro ante la estética impuesta. Y, también, el proyecto de la youtuber Cirle Tatis, “Cirle pelo bueno”.

 

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