Las plataformas sociales, antes y después de Charlottesville

Noticia escrita por Almudena Díaz Pagés.

La respuesta de las empresas digitales al discurso de odio,
tras los disturbios en Virginia.

 

El pasado mes de agosto una ciudad estadounidense llamada Charlottesville fue testigo de violentos enfrentamientos entre supremacistas blancos y manifestantes antirracistas. El origen de los disturbios fue una manifestación de supremacistas con el objetivo de evitar la demolición de un monumento que celebraba la figura de un general de los Estados Confederados de América, el bando de la Guerra de Secesión (1861-1865) partidario de mantener la esclavitud.

Este enfrentamiento tuvo como resultado la muerte de una activista, que en medio de la protesta fue arrollada por un coche conducido por un supremacista, además de casi una veintena de heridos. Tras los eventos, Donald Trump condenó la violencia pero evitó culpabilizar a los supremacistas de los disturbios racistas, lo que generó numerosas críticas a su gobierno.

Además, también ha sido sujeto de crítica el uso que estos supremacistas han hecho de las redes sociales para reunir a manifestantes o difundir sus mensajes xenófobos. De hecho, en los últimos años las críticas contra las empresas tecnológicas por no hacer lo suficiente para combatir la propaganda y la retórica extremista han ido aumentando de manera exponencial. Lo sucedido en Charlottesville las ha vuelto a poner en el punto de mira, al tener los grupos supremacistas y neonazis que se reunieron en esta ciudad de Virginia, cuentas abiertas en redes como Facebook o Twitter.

Pero esta vez, las grandes plataformas sociales han respondido de manera contundente ya que tan solo una semana después de los altercados, Facebook, entre otras, ya había eliminado los perfiles de varios grupos supremacistas blancos y neonazis. Es más, en un comunicado replicado por el medio especializado Techcrunch, se leían las siguientes palabras de un portavoz de la red social: “Facebook no permite los discursos de odio o la alabanza de actos terroristas o crímenes de odio, y estamos eliminando de forma activa cualquier publicación que glorifique el horrendo acto cometido en Charlottesville.”

Otras grandes plataformas sociales también se pronunciaron adoptando discursos similares. Sanpchat hizo mención a que sus condiciones de servicio nunca permitirían a este tipo de grupos tener cuentas abiertas en su red. Twitter también recordó que la compañía enumera el discurso de odio como una de las conductas no aceptadas en sus condiciones de servicios, además de señalar que no permitían cuentas en su plataforma cuyo principal propósito fuera la incitación al odio. Y de igual manera, y aunque no lo hizo publico porque así lo especifica su política, también eliminó los perfiles de algunos de los mismos grupos neonazis que habían sido eliminados por Facebook.

YouTube, que también dispone de su propia política con respecto al discurso de odio, a principios de agosto ya había anunciado su nuevo algoritmo para eliminar el contenido que promoviese ideologías extremistas. Sin embargo, poco después de Charlotteville sorprendió con nuevas medidas por las que, a parte de eliminar los videos que no cumpliesen con sus condiciones de servicio, también deshabilitaría opciones en aquellos vídeos que, aunque no llegasen a incumplir su política, fueran masivamente denunciados por las y los usuarios, para disminuir su visibilidad.

Tumblr también lanzó un comunicado en contra de los eventos xenófobos sucedidos en Virginia. Sin embargo, a diferencia de las otras plataformas, las condiciones de servicio de esta red señalan que para “desmantelar los discursos negativos prefieren animar a sus usuarias a utilizar el diálogo y la argumentación, en vez de la censura”.

Otras plataformas digitales como las páginas webs de micromecenazgo para proyectos creativos Kickstarter y Patreon hicieron también comunicados señalando que en sus políticas de servicio quedaba claro que no había cabida para proyectos que incitasen a la violencia o al odio. De hecho, Patreon ya se había pronunciado al respecto con anterioridad cuando tuvo que explicar porqué no había permitido que el proyecto “Defend Europe” tuviera una cuenta abierta en su plataforma.

Finalmente, las plataformas sociales no fueron la únicas en tomar medidas al respecto. Diferentes compañías, entre ellas Google, anunciaron que dejaban de dar servicios a las webs neonazis que daban apoyo a los supremacistas de Virginia. Spotify, Uber, AirBnb o PayPal, entre otros, también anunciaron que les habían negado sus servicios. Cabe decir que, algunos grupos de activistas por los derechos digitales señalaron los peligros que estas acciones podrían tener para la libertad de expresión en todo el mundo.

Este significativo viraje de la industria de la tecnología que históricamente se había posicionado a favor de la libertad de expresión, parece indicar que los eventos de Charlottesville han  provocado una «reevaluación» sobre las responsabilidades de las plataformas sociales acerca del contenido que albergan y de los individuos y colectivos a los que visibilizan. Es decir, podríamos estar observando una nueva tendencia sobre como las grandes multinacionales tecnológicas resuelven el conflicto existente entre libertad de expresión y discurso de odio. Sin embargo este cambio también reporta nuevos riesgos pues implica darles a empresas privadas el poder sobre qué se comunica y qué se censura, y ello también levanta ampollas.