El glacis es el terraplén ataludado que nace de la base de la cortina de unión entre los baluartes de Velasco y Llengua de Serp y sigue hasta el muro de cierre del camino cubierto del hornabeque. La función del glacis era dejar al descubierto las tropas asaltantes para que pudieran ser contraatacadas fácilmente desde el camino cubierto, que no era sino el corredor perimetral que separaba el glacis del foso. El glacis tenía las mismas características constructivas que el camino cubierto exterior y el objetivo de defender al primero e impedir la entrada de tropas enemigas al segundo.
El revellín es el elemento principal del hornabeque y está situado en el centro, dentro del foso. Consta de una estructura triangular, formada por un muro perimetral y un terraplén interior, a la que se accede a través de una escalera. La función del revellín era la de una defensa avanzada que permitía cubrir el camino cubierto y el foso situado a su entorno. Este es el conocido como foso de Santa Elena. Consta de un desnivel de ocho metros y está ubicado entre el baluarte de Velasco y la muralla de mar. El acceso se efectúa mediante un corredor situado en el centro de la muralla, que une los dos semibaluartes que lo delimitan a cada lado del primer recinto. El objetivo de este foso era impedir que las tropas asaltantes que hubiesen podido ocupar el foso exterior pudiesen atacar por la retaguardia a los defensores del camino cubierto del hornabeque.
Los semibaluartes que forman parte de este conjunto de elementos del segundo recinto son dos medio baluartes unidos por el muro exterior del primer recinto, que delimita con el foso de Santa Elena, y están unidos por otro muro que conecta con los baluartes de Santa Amàlia y de Sant Carles.
El proceso de construcción del hornabeque con todos sus elementos es obra del programa de mejoras diseñado por Cermeño en 1751. Con anterioridad, el Castillo no tenía ningún elemento de separación física entre el primer y el segundo recinto, ya que se contaba con la posición elevada del fortín como medida de defensa. Durante el periodo de funcionamiento del Castillo como fortaleza militar, el hornabeque no modificó su funcionalidad, eminentemente defensiva. Se tiene constancia del inicio de la construcción de un almacén para pólvora hacia 1867 y, posteriormente, de uno para artillería.
Con el estallido de la Guerra Civil (1936-1939), en el semibaluarte del lado de mar se instaló una batería antiaérea que aún se conserva in situ, y el foso de Santa Elena se convertiría en lugar de ejecución de los sublevados contra el gobierno de la República. Con el fin de la guerra y el paso del Castillo a manos del bando franquista, el 26 de enero de 1940 se inauguró un espacio conmemorativo de los fusilamientos de personas vinculadas a este bando, que aún se conserva hoy en día. En 1970, en el centro del revellín se instaló un monolito de agradecimiento a Franco por la cesión del Castillo a la ciudad.
Hacia finales de la década de 1940, sobre el extremo occidental del semibaluarte del hornabeque se construyó un edificio rectangular destinado a residencia de oficiales. Actualmente, este espacio acoge las oficinas del personal del Castillo.
Con la reforma del primer recinto de 1960 se derribaron los barracones que había sobre el semibaluarte y se ajardinó la superficie. Se colocaron bancos y parterres y una estatua del Timbaler del Bruc que aún se conserva. Actualmente hay un jardín de naranjos.