La muralla de marina

La muralla o cortina de mar es la estructura que une el baluarte de Sant Carles y el semibaluarte que está situado en un extremo del hornabeque. Se trata de un muro de 155 metros de largo que recorre el perímetro del primer recinto del Castillo y se eleva sobre un nivel inferior respecto al terraplén. El interior está configurado con naves cubiertas con bóvedas que servían de casernas para el alojamiento del personal de tropa del Castillo. Esta función se mantuvo hasta la transformación del Castillo en Museo Militar.

En el aspecto defensivo, la muralla de mar parapetaba el flanco marítimo frente a los posibles ataques desde el mar. Este fue el caso de la armada de Felipe V, que, en un intento de reconquistar Barcelona de manos del archiduque Carlos de Austria en 1706, bombardeó el Castillo desde el mar mientras atacaba también por tierra. Con la llegada de la armada aliada de Carlos III, que obligó a Felipe V a retirarse en 1708, el archiduque promovió nuevas obras en Montjuïc en el flanco marítimo, tal como demuestran las palabras de Próspero de Verboom, ingeniero militar y artífice del posterior asedio a Barcelona de 1714: “[los barceloneses] no interrumpen las maniobras para ponerse en mejor situación de defensa [...], han adornado todas las alturas de Montjuïc, donde trabajan con ahínco en la construcción de nuevas obras, particularmente en la cresta más alta, que corresponde al baluarte de Poniente sobre el mar, y la playa de la torre del Llobregat y el baluarte de Levante que mira al mar y a la ciudad.”

Actualmente, desde el camino cubierto de la muralla de marina se ofrecen unas magníficas vistas de la zona del puerto de mercadancías de Barcelona, el Morrot, hasta el Llobregat.

Las baterías de artillería

Tanto en las plataformas de acceso al Castillo como en el entorno del baluarte de Sant Carles se conserva un conjunto de piezas de artillería en recuerdo a una etapa represora del Castillo sobre la ciudad y sus habitantes. Entre 1937 y 1938 se colocaron unas baterías originariamente antiaéreas que posteriormente se utilizaron para las salvas de honor, y para repeler los bombardeos de la aviación fascista italiana. El 1938 se inició la colocación de cuatre cañones Vickers 152,4/50, modelo 1923, que se pueden contemplar aún hoy pese a que, obviamente, ya están fuera de servicio.

Los calabozos

Los antiguos calabozos del Castillo son cinco espacios rectangulares situados bajo las salas del lado de mar que desembocan en el patio de armas. Actualmente se accede desde el exterior, por la ventana de una de las salas, tras la que se construyó la escalera. Originariamente, no obstante, el acceso se efectuava desde las escaleras que conducían a las naves de la muralla de mar y al baluarte de Sant Carles. En el rellano intermedio se abría una puerta que daba acceso a un corredor con las cinco habitaciones.

Parece indudable que, por su ubicación al lado de mar y la coincidencia constructiva con otros edificios de los alrededores, los espacios que hoy se conocen como calabozos ya existieron en el fortín primitivo y, por tanto, serían anteriores a la obra de Cermeño, pese a que, seguramente, con otra función.

Los primeros testimonios del uso correccional del Castillo fueron los prisioneros franceses de la guerra contra la Convención republicana (1793-1795). Más tarde, durante la Guerra del Francés (1808-1814), se encerró a todos aquellos que se negaron a prestar juramento a José Bonaparte. Aun así, no fue hasta 1868, con el derribo de la Ciutadella -la otra prisión militar de la ciudad-, que el Castillo asumirá el papel de prisión militar de Barcelona.

Allí se recluyeron desde los republicanos federales hasta el héroe de la independencia filipina José Rizal (1869), los obreros anarquistas ejecutados en 1897 en el caso conocido como “el Procés de Montjuïc”, el pedagogo Ferrer i Guàrdia, fusilado junto con otros cuatro como sospechosos de instigar la Semana Trágica (1909), o los vaguistas de La Canadenca (1919).