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Instrumentos musicales y mujeres
Hay instrumentos para hombres e instrumentos para mujeres? Una pregunta aparentemente tan banal nos puede conducir, si profundizamos en el tema, a la raíz de muchos comportamientos de nuestra sociedad y de la historia de los últimos siglos. No es necesario explicar, una vez más, que las cuestiones de género han intervenido, e intervienen, en la mayoría de actividades y de decisiones de la vida cotidiana. Como si fuera una lente transparente que todo lo varía, las discriminaciones y los hábitos relacionados con las categorías sexuales afectan a todos los aspectos de la vida. También las músicas, y mucho más de lo que nos podemos imaginar en principio. Sin entrar en el apasionante laberinto de las tensiones y distensiones entre género y situaciones musicales, hoy quiero entretenerme sólo en algunos ejemplos relacionados con tocar instrumentos.
Los instrumentos -y la especialización musical, sobre todo cuando se convertía en profesión- en las sociedades europeas ha sido un asunto casi exclusivamente masculino. Hasta hace pocas décadas eran extraordinarios los casos de mujeres intérpretes de instrumentos (fueron mucho antes cantantes, bailarinas o intérpretes de instrumentos considerados simples o no profesionales), de tal manera que antes del siglo XX pocos podrían aportar el nombre de una mujer violinista, fagotista, violonchelista o trompetista, para limitarnos sólo a instrumentos de la orquesta clásica. Paradójicamente, si ahora repasamos las proporciones de los estudiantes de instrumentos de orquesta en nuestros conservatorios, encontraremos una clara mayoría femenina. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado? Sería fácil pensar que lo que se ha producido es una <<normalización>> de proporciones de género, pero otros hechos nos demuestran que los comportamientos son más complejos: en el mundo del jazz y de la 'música moderna' sigue habiendo una clarísima mayoría masculina (excepto entre las cantantes), y se mantiene una reveladora distribución según las características sociales que se han adjudicado a cada instrumento. Este no es el lugar para hacer un estudio antropológico de las transformaciones entre géneros e instrumentos -ya hay muchos de ellos y tantos otros que necesitamos-, pero sí queremos aludir algunos casos que, por paradójicos, nos hacen ver de qué maneras y en diferentes épocas construimos la realidad social sobre las diferencias de género y sobre los valores que adjudicamos a uno u otro género (de los dos géneros activados en nuestra cultura, pero recordando siempre que otras culturas han tenido a veces un número mayor). Para quien lo quiera ver con otros ojos, no quiero dejar de recomendar un clásico: la película Prova d’orchestra (Ensayo de orquesta, 1979) de Federico Fellini, que retrata de una manera descarnada e inquietante muchas de las relaciones humanas dentro de una orquesta sinfónica.
¿Cómo tienen que tocar el violonchelo, las mujeres?
Ni en la entrada 'violonchelo' de Wikipedia (ya sea en catalán, inglés, español, francés o alemán) no hay ni una palabra que explique que la colocación del instrumento en manos de las mujeres ha variado sustancialmente en los últimos dos siglos. En los artículos correspondientes a las primeras mujeres violonchelistas conocidas internacionalmente, tampoco nadie habla de la posición del instrumento (¡a fecha de noviembre de 2017!). En efecto, para saber cuáles fueron las primeras violonchelistas que tocaron con el instrumento en medio de las piernas, nosotros mismos tuvimos que recurrir -una treintena de años atrás- a los recuerdos orales de algunos músicos y directores a punto de jubilarse. Y sí, durante muchas décadas del siglo XIX -dentro de una tradición que venía del siglo XVIII y sólo rota por alguna mujer que se lo podía permitir, como la hija del rey Henriette de France (1727-1752), que fue retratada por Nattier en 1754 con la viola da gamba en medio de las piernas- casi todas las mujeres que se atrevieron a tocar el violonchelo tuvieron que hacerlo de una manera 'púdica', o sea, situando el instrumento delante de las piernas, en una posición forzada y de notable inclinación; o, también, con el violonchelo delante de una pierna que flexionaba hacia atrás, de manera también muy incómoda; o, incluso, con el instrumento simplemente al lado, como se ve en algunas pinturas (podéis consultar Lidia Cabot Perry, 1892, A Young violloncelist).
La primera mujer que situó el violonchelo sin reparos en medio de las piernas, como hacían los hombres, y desarrolló con el instrumento una carrera internacional es Guilhermina Suggia (1885-1950), hija de Oporto y de familia procedente de Italia. Suggia estudió en París con Pau Casals, y vivieron juntos de 1906 a 1912. Con poca diferencia de años, también adoptó la posición 'masculina' Beatrice Harrison, nacida en 1892. Pero a su vez, durante muchas décadas se mantuvieron las diversas posiciones, tal y como nos recordaba en los años 1980s un director italiano que aún había visto tocar a una mujer el violonchelo 'de lado' en una orquesta sinfónica italiana (no recordamos muy bien si era en Nápoles) hacia la década de 1950.
No es, sin embargo, extraño, si recordamos que hasta casi la década de los sesenta algunas mujeres de nuestro país se sentaban 'de lado' para subir detrás de la moto de un hombre de la familia. O las imágenes de las mujeres de la aristocracia centroeuropea montando de lado en la silla del caballo (tengo en la retina la imagen, no sé si imaginada, de una Sissi cinematográfica). Todo justificado patriarcalmente por un concepto de 'pudor' de género claramente controlador y tipificado.
Hasta aquí nuestro apunte de género dedicado a la posición del violonchelo, pero amenazamos con continuar con otros instrumentos (y otras imágenes de género relacionadas con la música) que han formado parte o que continúan activas en las actividades de eso aparentemente 'tan poco ideológico' que llamamos 'la música'.