Raúl Gabás: “Una vez descolonizado el mundo, lo seguimos colonizando con nuestra mentalidad”
Raúl Gabás cursó estudios de teología en Munich y de filosofía en las universidades de Berlín y Barcelona. Fue catedrático de Instituto entre 1979 y 1983 y, desde 1980, ha enseñado filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde figura todavía como Catedrático Emérito. Ha desarrollado una actividad editorial muy amplia como editor de enciclopedias y traductor de libros.
Ha hecho del tiempo uno de los temas favoritos de enseñanza y pensamiento. No presume de haber encontrado la hierba de la inmortalidad, pero sí cree que es posible mantener una vitalidad juvenil hasta el final de la vida si la infancia y la vejez forman un anillo. Si guardamos dentro del pecho la llama inicial que se enciende en el hilo de la inocencia y del puro deseo de vivir. En sus reflexiones hace aflorar a la superficie el manantial que brota del pasado. Y cifra uno de los grandes males de la época en la pérdida de la temporalidad, pues en su estallido atómico ha disuelto la continuidad del tiempo en el incierto tic tac de los relojes…
Con motivo de la actividad Diálogos Universales: Miradas diversas. Repensemos el tiempo, organizada por el Espai Avinyó, conversamos con el filósofo y teólogo sobre el tiempo.
¿Qué es el tiempo para usted?
Para mí es una fuente interior, que se puede dilatar, contraer, olvidar, perder, recuperar, volver a buscar, materia de escritura… El tiempo es lo más íntimo que llevo dentro. El tiempo es lo que queda de mí.
¿Se podría afirmar que no existe una definición universal del tiempo? ¿Es el tiempo una construcción social/cultural?
¡Se puede hablar tanto sobre el tiempo! Las opiniones son tantas que es difícil reunirlas en una sola. No obstante, yo distingo dos campos del tiempo: el tiempo físico y el tiempo del alma. Para entender el tiempo físico contamos con múltiples teorías desde la Grecia clásica. La primera definición del tiempo físico viene de Aristóteles y está enmarcada en la teoría geocéntrica del mundo. Más adelante, las teorías de Newton entendieron el espacio y el tiempo en un sentido absoluto; desde este punto de vista el tiempo es un fluir que no tiene principio ni fin. Finalmente, llegó la teoría de la relatividad de Einstein que afirma que el tiempo no es absoluto, sino que depende de la masa. A más masa, el tiempo se ralentiza, mientras que a menos masa va más deprisa. Un ejemplo es el de la paradoja de los gemelos: si dos gemelos están en la tierra y uno de ellos viaja con una nave espacial a la cercanía de grandes masas de energía, a éste, el tiempo le corre más lentamente. Y el que se queda en la tierra cerca de una masa tan grande le corre más deprisa. Al regresar a la tierra sería más joven que el que se ha quedado aquí. El tiempo se contrae y, por lo tanto, es relativo a la masa. Según la teoría de la relatividad, hay tiempos diferentes según las masas gravitatorias, de manera que no podemos hablar de un tiempo universal.
Frente a esto está el tiempo del alma o tiempo psíquico, aquél que percibimos. Hay una gran trayectoria histórica en el estudio de la relación entre el tiempo y el alma. El primer estudioso es Platón, a través de la imagen ptolemaica del mundo. Lo primero que creó Dios fue el alma y el alma puso el ritmo a los astros. Por esto dice que el tiempo es la imagen móvil de la eternidad inmóvil. La verdadera sabedora del tiempo es el alma, que siguiendo su ley interior, hace el círculo de los astros. Esta imagen del tiempo platónica, es circular. No es hasta la llegada del cristianismo que en occidente se empieza a introducir una idea lineal del tiempo “del alma”.
Y esta concepción del tiempo lineal tiene que ver con la forma que la sociedad occidental percibe la vida. Una persona occidental ha aprendido a ver la vida de forma lineal, esto quiere decir que las cosas que pasan no vuelven. ¿Cuál es el origen de esta concepción?
La biblia cuenta que los judíos esperan al mesías y con él, llegará el apocalipsis, el final del mundo y el comienzo de un nuevo ciclo y una nueva tierra. Por lo tanto, no hay ciclos que se reproducen en el cristianismo. Esta idea de la temporalidad ha influido en toda nuestra mentalidad. El progreso sin fin es un producto occidental. Aunque no nos demos cuenta, las utopías son concepciones de nuestra cultura surgidas del cristianismo.
Toda la teoría marxista es lineal, pasa por una serie de fases que acaban llevando a un mundo comunista que representa el fin de la historia. Es curioso que incluso cuando pretendemos ser ateos, como es el caso del marxismo, acabamos recurriendo a la cosmovisión cristiana del mundo.
Este es el tiempo de los físicos y de los filósofos. Pero, ¿cómo experimentamos el tiempo en la vida cotidiana?
Existen muchas modalidades de tiempo. Por ejemplo, dentro de nuestra sociedad occidental, distinguimos entre el tiempo objetivo y el tiempo propio o el de la propia vivencia. El tiempo objetivo es el tiempo laboral, es un tiempo público y nos absorbe casi el 80% de nuestra vida: 5 días laborables, 2 días de descanso.
Por el contrario, el tiempo propio es aquel que nos pertenece. Aquel en el que nos encontramos con nosotros mismos y experimentamos nuestra vivencia interior. La vida nos puede pasar desapercibida y muchas personas se aburren cuando no les ofrecen el tiempo organizado.
Tal y como hemos dicho, las sociedades occidentales contemporáneas estructuramos el tiempo de una forma lineal: presente, pasado y futuro ¿Cómo afecta la concepción del tiempo lineal en nuestra vida cotidiana? La presencia constante del reloj, la aceleración... ¿Cuál es la relación entre la concepción lineal del tiempo y el capitalismo?
Existe un fenómeno en nuestra cultura occidental: la aceleración del tiempo. El futuro ha invadido nuestra historia y nuestra vida. Obligamos al futuro a que sea ya, ahora. También llenamos el espacio del futuro. Junto a esto, surge el sistema de hipotecas y deudas. El dinero que vamos a ganar durante 40 años está gastado ya, ahora. Los estados anticipan mediante la deuda pública el dinero del futuro.
Esta anticipación de futuro significa que vivimos a tope y producimos enormidad de desechos. Las generaciones futuras ya tienen que apechugar con los desechos y deudas que dejamos. Por lo tanto, estamos restringiendo el tiempo de los futuros. Es una modalidad del tiempo lineal, cristiano y futurista.
La otra gran manera de concebir el tiempo es la concepción circular del mismo, mayoritaria en muchas sociedades orientales. ¿Nos podría hablar de cómo es esta concepción circular del tiempo y lo que implica para las cosmovisiones de los países que así lo entienden?
Las culturas del eterno retorno obedecen al nihil novum sub sole ‘no hay nada nuevo bajo el sol’ que significa que el ciclo se repite eternamente, a no ser que haya una redención en el nirvana y el alma pueda prepararse de cara a esta redención. Se trata de la existencia del karma; lo que ha hecho el alma en toda su vida y, en sucesivas reencarnaciones, va purificándose de la maldad de las reencarnaciones. Por el contrario, el cristianismo sostiene que, después de la muerte, el destino del ser humano queda sellado para siempre. No existen los ciclos. Este tiempo distinto ha marcado la civilización occidental en un grado profundo.
El nirvana seria pues, el punto de inflexión entre el cristianismo y la cultura oriental, momento en que se terminan las reencarnaciones y se cierra el círculo; un “fin de la historia” como sustenta el cristianismo.
¿Conoce otras maneras de concebir el tiempo, más allá de la lineal y la circular?
En África prevalece el pasado al futuro. Le concede menor realidad al tiempo, en cambio es mucho más dado al recuerdo. Todo lo importante ha sucedido antes. La proyección es el recuerdo, los antepasados. Por esto es tan importante tener hijos, para conservar el recuerdo.
¿Cree que se ha tendido a pensar que la concepción lineal del tiempo, considerando que el tiempo lineal y todo lo que se le asocia (por ejemplo la idea de progreso) es universalmente válida? ¿Qué efectos tiene la imposición de una manera de estructurar el tiempo en base a una concepción lineal en sociedades que lo entienden de maneras diferentes?
Occidente ejerce una presión a los “países en desarrollo”. En la medida en que se desarrollan se occidentalizan y tienden a absorber su vivencia del tiempo y a someterlos al tiempo occidental. Someter a estos pueblos al esquema occidental es someterlos a la crisis en que nosotros estamos metidos. Hasta ahora hemos hablado de la cultura del bienestar pero a mí me da la impresión que lo que veo es un malestar generalizado. Una sensación de fracaso al no poder alcanzar las metas que exige la sociedad.
Paralelamente, a medida que extendemos la concepción occidental y nuestra forma de anticipar la vida del futuro, llevamos el planeta a la autodestrucción. Por otra parte, no veo adecuado que todos los países se occidentalicen sin más. Deberían permanecer con sus culturas y que ellos desarrollaran su propia ciencia y técnica subordinada a su cultura. Estamos ante el peligro que una vez descolonizado el mundo, lo seguimos colonizando con nuestra mentalidad.
Yo soy partidario de un panculturalismo dónde los representantes de las religiones dialogaran y reflexionaran entre ellos, sobretodo acerca de la aceleración del tiempo y de la industria, e hicieran un esbozo de técnica de sobrevivencia que permitiera estructurarse en harmonía con las culturas antiguas.
¿Dónde llegan los límites de la influencia occidental?
En occidente se consume el tiempo interno y el del alma. La producción de propaganda es tan fuerte que llena enteramente nuestros espacios y no da lugar a que desarrollemos el tiempo propio. Europa corre el peligro de perder sus propias raíces: la vivencia, el tiempo propio que ha elaborado: ‘La Ilíada’, las novelas, los relatos… todo esto es nuestro patrimonio psíquico, que está amenazado por el patrimonio meramente técnico.