“Hace falta tener red para poder dar una respuesta vecinal cuando se presentan conflictos en los barrios”
Según las cifras actuales, hay más de cinco mil asociaciones y entidades registradas formalmente en Barcelona. Hoy prestamos atención a las redes que se cultivan en nuestros barrios y cómo esta organización vecinal es, muchas veces, la palanca comunitaria para frenar discursos de odio y mejorar la convivencia en las calles.
¿Qué implica el asociacionismo vecinal? ¿Por qué es importante crear red en los barrios?
Es fundamental que haya una red de vecinos, que exista esta comunicación intervecinal. Si la gente está asociada, ya sea a través de asociaciones de barrio, de comerciantes o de la coordinadora de entidades, ayuda a hacer más fácil la convivencia. Hace falta tener red para poder dar una respuesta vecinal y así romper con discursos de ultraderecha, como nos pasó a nosotros.
Hace un año y medio, en febrero del 2021, en el barrio asesinaron a un vecino, Wei Ming, comerciante del Bazar Europa. ¿Cómo reaccionasteis ante un crimen que abría las puertas a generar discursos de inseguridad y odio en el Guinardó?
Lo primero que hicimos fue ponernos las cuatro fuerzas vivas del barrio a trabajar: la Coordinadora de Entidades, la Asociación de Vecinos y Vecinas, la Asociación de Comerciantes del Eje Maragall y la Asociación de Comerciantes del Eje Montserrat. El asesinato fue por la noche y a las nueve de la mañana ya nos estábamos llamando. Una hora después ya habíamos hecho la petición para reunirnos con el Distrito. La reacción de las entidades fue muy rápida.
¿Todo esto nace de cero?
No, es el resultado de todo un trabajo previo en el ámbito del barrio. Hay todo un trabajo de llegar a pactos, a consensos… Fruto del trabajo de participación que nos llevó a la redacción del «Pacto para un modelo de barrio en el Guinardó» en el 2018. De ponernos de acuerdo en cosas básicas para el barrio y de generar unos vínculos entre entidades que permiten que cuando pasa una cosa así se reaccione superrápido. Porque ya están hechos los contactos, ya se ha creado toda una red de complicidad. La reacción comunitaria es consecuencia de este trabajo.
«El tema no era poner más policía, como estos grupos pedían. No puedes poner a un policía en cada esquina con una metralleta»
Aparte de vuestra reacción, ¿por redes se reprodujeron discursos de ultraderecha?
Sí, oímos un poco el ruido que se hizo en los grupos de Facebook del barrio. Hablaban de inseguridad, pedían más policía, querían crear grupos de autodefensa ciudadana… Hicieron un llamamiento para cortar la ronda, que finalmente no se hizo. Por el contrario, se
hizo una concentración silenciosa ante el domicilio y los dos días siguientes vamos hecho dos
concentraciones solidarias ante el comercio. Como entidad fuimos conscientes de que no solo teníamos que apoyar a la familia, también había que pedir medios a la Administración para pararlos. El tema no era poner a más policía, como estos grupos pedían. No puedes poner a un policía en cada esquina con una metralleta, ni organizarte para hacer las patrullas ciudadanas. Porque, ¿tú, contra quién vas? ¿Contra quien a ti te parezca bien? Es muy peligroso eso. Puedes ver a una persona que a ti te parezca sospechosa y tomarte la justicia por tu cuenta. Esto no es.
¿Uno de sus argumentos era poner el foco en el origen del chico que cometió el asesinato?
El chico era de origen magrebí y el hombre a quien asesinaron era de origen chino. Nosotros teníamos muy claro que sus orígenes no eran importantes en la gestión del conflicto. Se trataba de nuestros vecinos, tanto el atacante como el hombre muerto. El chico era del Guinardó, se había educado en nuestras escuelas, y la responsabilidad de ese fracaso social era nuestra como barrio. A partir de aquí nos surgió la primera premisa: ¿desde el barrio qué hacíamos por la juventud?
¿Y lo trabajasteis con la Administración?
La mañana siguiente ya tuvimos reunión con el Distrito, Guardia Urbana, Mossos d’Esquadra y los equipos de prevención. Las entidades elaboramos un comunicado donde pedíamos: más prevención, a nivel de trabajo con jóvenes con más educadores de calle y equipos de gestión de conflictos, trabajo de prevención en el ámbito policial y una actuación rápida en el ámbito de la justicia. La respuesta fue rápida. En menos de una semana tuvimos reunión con Albert Batlle, Teniente de Alcaldía de Prevención y seguridad y con Laura Pérez, Teniente de Alcaldía de Derechos Sociales y Feminismos y arrancamos algunos compromisos de actuación.
¿En qué consistía esta coordinación? A la práctica, ¿cómo trabajabais en el territorio?
Sobre la preocupación de la juventud que teníamos se activaron educadores de calle y un equipo de diagnosis de conflictos en el espacio público, que está disponible 365 días al año durante 24 horas. Este equipo mira el barrio por zonas y detecta los grupos que hay y cómo se relacionan entre ellos.
«Los educadores de calle hicieron un trabajo excepcional con los jóvenes»
¿Además, estamos hablando de la época de la COVID-19, cuando todavía había restricciones en la calle?
Claro, durante la pandemia, como la gente no estaba en la calle, había grupos que se la hacían suya, y tampoco tenían mucho que hacer aparte de estar en la calle. Si ocupas el espacio con actividades hay más vida, convivencia… Al estar en plena pandemia había estos focos en zonas muy concretas como el Martinenc o el parque del Guinardó. Pero los educadores de calle hicieron un trabajo excepcional con los jóvenes y toda esta vertiente quedó bastante encaminada.
¿Y los Mossos y la Guardia Urbana?
Básicamente, nos dijeron que para prevenir necesitaban conocer. Y si la gente no denuncia, ellos no saben ni dónde ni qué está pasando en el barrio. Por lo tanto, hicimos un llamamiento para que la gente pusiera denuncias. Ahora bien, también pedimos que estos trámites fueran más fáciles. Ahora las denuncias van con cita previa, y eso quiere decir que tú no vas allí y estás dos horas esperando. Sin embargo, las personas mayores siguen teniendo dificultades, porque tienen que desplazarse. Seguimos pidiendo mejoras en este sentido. La tesis policial se fundamentaba en el hecho de que no era cuestión de que hubiera más policía en el barrio, sino de que fuera más eficaz a la hora de prevenir. Las patrullas de la Guardia Urbana se empezaron a mover por la misma zona. Es decir, no había una misma patrulla a la que un día le tocara estar por el Baix Guinardó, al día siguiente en Sant Genís y a la semana siguiente en otra zona… La idea era optimizar los recursos y tener contacto directo con el policía de barrio a través del mail y del teléfono.
Este plan de prevención de conflictos tiene una duración de un año, ¿en qué punto estáis ahora?
El diagnóstico duró unos meses y se hizo el retorno a las entidades y en uno de los consejos de barrio el otoño del año pasado. Ahora bien, como mínimo, cada seis meses tenemos una reunión de prevención con la técnica del Distrito, los Mossos y la Guardia Urbana. Y, aparte, una vez al año tenemos visitas presenciales con el policía de barrio donde las entidades podemos hablar de nuestras percepciones en materia de seguridad y acerca de la situación del barrio. Hay un contacto muy fluido en el ámbito comunitario.
¿Qué valoración hacéis de la gestión con la Administración?
Ha sido muy positiva, aunque hay cosas mejorables, claro. Las administraciones tienen que apoyar y gestionar porque en el fondo son los responsables. Si yo sufro un abuso iré a denunciarlo. Y, claro, también me apoyaré en la red vecinal y los grupos de apoyo, el grupo de mujeres… Eso es muy importante, pero no hay que olvidar cuál es la función de cada uno.
Vuestro caso tiene algunas similitudes con el conflicto de la calle del Japó. Sin embargo, vosotros desactivasteis muy rápido a los grupos de extrema derecha. ¿Qué creéis que favoreció que eso pasara?
Nosotros ocupamos la calle enseguida, no les dejamos margen de maniobra. Hicimos público un comunicado y empezamos a pedir reuniones con demandas concretas sobre la mesa. Y, lo más relevante, lo comunicamos todo. En nuestro blog y Facebook explicábamos todas las acciones que se estaban llevando a cabo. Eso tranquilizó mucho a la gente. No dimos pie a la ultraderecha a ocupar ningún espacio ni a aprovechar para propagar su discurso de odio, como pasó en la calle del Japó.
Tampoco era la primera vez que os encontrabais con una situación similar, ¿no?
Era la primera vez que vivíamos un hecho tan grave. Pero nos ha ayudado a encarar de manera más comunitaria los problemas de convivencia. Por ejemplo, en el caso del centro de acogida del Baix Guinardó de personas sin techo con adicciones que abrió el mes de marzo, un grupo de vecinos ha generado mucha polémica, han hecho mucho ruido en la calle y en la prensa. El tejido asociativo desde el principio velamos para que la ensambladura de este centro en el barrio no afectara la convivencia vecinal. Se creó una comisión de seguimiento donde la administración nos iba explicando los diferentes recursos que destinaba para prevenir los posibles conflictos de convivencia. El centro pasa desapercibido y funciona correctamente.
Como tejido asociativo estamos orgullosos de que haya estos equipamientos en el distrito porque son necesarios para la ciudad y hablan de nuestro talante comunitario.