Recetas para la soberanía digital en un panorama geopolítico cambiante
Vivimos tiempos de oligarquías digitales. Tiempos en los que nuestros dispositivos pueden ser herramientas de liberación y de vigilancia, tiempos en los que la democracia se juega en los servidores y en los algoritmos que gobiernan nuestras vidas. Ante este panorama, gobiernos e instituciones europeas tejen alternativas para recuperar aquello que nunca deberíamos haber perdido, la soberanía digital.
La mesa redonda «Recetas para la soberanía digital en un panorama geopolítico cambiante», celebrada en el Canòdrom en el marco del Decidim Fest 2025, reunió a líderes públicos de diferentes países europeos para compartir no solo estrategias, sino recetas, como quien comparte el secreto de un plato familiar, aprendidas en la trinchera de la gobernanza tecnológica democrática. Moderada por Renata Ávila, directora ejecutiva de la Open Knowledge Foundation, la charla desveló una verdad tan simple como revolucionaria: que la soberanía digital no es algo de lo que se habla, sino que se hace.
Barcelona, laboratorio de democracia tecnológica
Francesca Bria, ahora en el UCL Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP) y al frente de EuroStack, abrió la mesa redonda recordando el legado de Barcelona como ciudad pionera en soberanía tecnológica. Haciendo referencia a los debates del Chaos Computer Club después de las revelaciones de Edward Snowden, Bria planteó una pregunta incómoda: «Después de diez años de activismo por los derechos digitales, ¿estamos perdiendo la capacidad de diseñar espacios tecnológicos frente a las oligarquías tecnológicas?».
Durante el gobierno de la alcaldesa Ada Colau, Barcelona puso el peso de la soberanía tecnológica en la capacidad popular de tomar decisiones, no solo en el control de la infraestructura o la propiedad de los datos. Proyectos como Decidim, que ha celebrado su festival en el Canòdrom, se convirtieron en referentes mundiales del bien común digital.
Una encrucijada histórica para Europa
Ahora, desde su posición en el gobierno italiano como parte del fondo de inversión en innovación, Bria trabaja para llevar esta visión de soberanía tecnológica a escala europea. «No podemos separar la soberanía digital de la soberanía política. Las ciudades serán las que construyan las alternativas democráticas», afirmó, refiriéndose a la victoria reciente de Zohran Mamdani en Nueva York como ejemplo de buenas noticias en este campo.
Pero Bria fue especialmente contundente en su análisis del momento actual al decir que «nos encontramos con una concentración de poder sin precedentes después de la revolución industrial». En un artículo recién publicado en La Vanguardia, Bria analiza cómo los oligarcas tecnológicos de Silicon Valley, que antes construían sus propias ciudades y monedas, ahora quieren controlar directamente el estado para controlar el sistema económico.
Sus recetas para la soberanía digital:
- Compra pública estratégica: «Si tenemos que gastar 40.000 millones en chips, debemos pensar en qué chips estamos financiando». La compra pública debe permitir alternativas reales y soberanas.
- Inversión en infraestructura crítica: Europa no puede depender de empresas como Palantir para los servicios críticos del Estado (educación, policía, control de inmigración). «Palantir está decidiendo el futuro de la ciudadanía de forma post-democrática. Debemos detenerlo».
- Aportaciones monetarias a los commons: El Estado tiene un papel en financiar proyectos de código abierto como Decidim. No basta con un «patchwork» de pequeños proyectos; necesitamos infraestructuras públicas sólidas con inversión real.
- Regular según la OMC: Ser conscientes de que figuras como Trump pueden cortar el acceso a infraestructuras críticas basadas en su tecnología, y actuar en consecuencia.
Modelos de IA en castellano y en lenguas cooficiales: el caso español
Alberto Gago Fernández, Director de la Oficina Digital España 2030 e Internacionalización, explicó que «las cosas que se hacen en el ámbito de las ciudades también tienen sus impactos en Bruselas», subrayando que Pedro Sánchez fue el primer líder en hablar de estos temas en la agenda del Foro Económico Mundial de Davos.
La familia de modelos ALIA
Desde hace año y medio, el gobierno español entendió que para hablar de soberanía digital hay que hablar también de soberanía lingüística. Así nació la familia de modelos ALIA, los primeros modelos de IA desarrollados en castellano y con lenguas cooficials del Estado español.
¿Cómo lo hacen?
- Han publicado 2 modelos de IA en código abierto accesibles para todo el mundo, el modelo 2B y el 7B
- Han desarrollado modelos de voz y de traducción entre lenguas cooficiales (catalán-castellano, vasco-gallego…)
- Han presentado la Comunidad de IA de código abierto, una iniciativa que nace para unir todo lo existente en IA abierta y garantizar que la IA sea accesible, transparente y ética
La Comunidad de IA de código abierto surge para potenciar la competitividad a través del código abierto, basándose en recursos no privativos e impulsando la innovación desde la base, y para reforzar la soberanía tecnológica creando soluciones hiperespecializadas que puedan participar en un mercado que tiende a la concentración.
La Suite, una alternativa en código abierto para la administración pública en Francia
Virgile Deville, trabajador autónomo y gestor independiente de productos de código abierto, presentó la experiencia francesa desde DINUM (Dirección Interministerial de lo Numérico), una de las iniciativas más inspiradoras en infraestructura digital pública europea. La Suite es un espacio digital público que incluye un editor de textos, una herramienta de videoconferencias y un correo electrónico, todo basado en código abierto. El proyecto nació durante la COVID-19, cuando Francia descubrió que estaba demasiado dependiente de Zoom y Google Drive para el trabajo en remoto.
De la dependencia a la soberanía
«Después de la crisis, la valoración era que se había hecho un gasto demasiado alto y que todo estaba muy compartimentado en cuanto a herramientas y contratos», explicó Deville. En un contexto geopolítico marcado por casos como el de Trump y las GAFAM, o las tensiones con la Corte Penal Internacional, el estado francés decidió buscar alternativas para salir de Microsoft y deslocalizar sus servicios.
¿Cómo lo hacen?
El equipo desarrolló una estrategia basada en:
- Identidad Federada (Proconnect): Convirtieron France Connect en una agencia pública
- Aplicaciones TAPAS: Aplicaciones que hacen una sola cosa para no bloquearse por dificultades de presupuesto
- Herramientas de código abierto:
- Block Note: editor de textos
- YJS Realtime: colaboración en tiempo real
- LiveKit: videoconferencia
- Matrix: chat encriptado
- Seguridad e interoperabilidad: Usan OIDC (servidor de autenticación con tokens)
- Licencia MIT: Para que otros estados puedan reutilizarlo
¿Los resultados?
Actualmente, La Suite tiene 375.000 personas usuarias mensuales. Alemania y Países Bajos también se están cuestionando la dependencia de Microsoft y muestran interés por esta infraestructura que no es ni de Silicon Valley, ni de Rusia, ni de China.
Los retos del estado y el código abierto
Pero Deville también fue crítico con el estado francés: «Hay muchos agentes públicos que no están aportando. El estado no asimila la parte de la contribución comunitaria, la dimensión commons del software libre». En términos de edición, la aportación del estado francés al código abierto ha sido solo del 0,04%. Como apuntó la moderadora Renata Ávila, Microsoft hace muy bien una cosa: «escriben las normas públicas y hacen que en las licitaciones tengan los requisitos que les favorecen». Y añade que «lo que ofrece Microsoft es un producto acabado fantástico, donde el público no puede decir nada del diseño».
Una tarea colectiva y urgente
En el debate final, todos los ponentes coincidieron en la urgencia de actuar de manera coordinada. Como resumió Alberto Gago: «debemos actuar como grupo de personas comprometidas y velar para que los protocolos estén listos y el colectivo de código abierto esté preparado para su implementación y transparencia». Francesca Bria cerró su intervención recordando que «no podemos construir una tecnología participativa desde arriba, con infraestructuras de los millonarios con ocultas intenciones geopolíticas, ya que tienen un objetivo: acabar con la democracia».
La mesa redonda dejó claro que la soberanía digital no es una batalla perdida, pero requiere inversión pública real, voluntad política y la construcción de alternativas sólidas que vayan más allá de pequeños proyectos. Como dijo Renata Ávila al comienzo, «la soberanía digital es algo que se hace, no de lo que se habla». Y en Barcelona, en el Canòdrom, durante esta semana del Decidim Fest, se hicieron patentes las alternativas democráticas y públicas que ya están en marcha.